—Yo... yo —León se sonrojó como un idiota, sus ojos dilatados mientras intentaba encontrar la manera de explicarse. Naia parpadeó sin embargo, mirando el gran bulto. León quería retroceder, pero no era un hombre pequeño y su espalda ya estaba pegada al respaldo en ese momento.
Mientras tanto, Naia... estaba muy curiosa. Lo había sentido cuando se besaron antes, pero lamentablemente no había podido ver.
El palo de carne de León... ¿qué tan grande era?
Lamentablemente, León ya había huido antes de que ella pudiera ver.
Cerró la puerta y se frotó la cabeza. Besarla unos días después de conocerla era una cosa, pero no podía estar pensando en ser íntimo ya, ¿verdad?
—¡León, eres un tonto! —gritó mientras se golpeaba la frente, yendo al lado de su cama para sacar una lata de cerveza que tenía escondida.
En su vida personal, León tenía una respuesta de huida. ¡Su cerebro era demasiado simple para tales complicaciones!
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