Olas de placer recorrían mi ser, y me encontré gimiendo como un disco rayado.
—Damon… Blaise… no me provoquen —jadeé débilmente, tratando de alcanzarlos con mis manos. Ellos soltaron una risita y redoblaron sus esfuerzos, dificultándome orar una frase coherente. —No puedo más…
—Damon, ¿crees que podemos hacer que venga tres veces? —preguntó Blaise con esperanza.
Damon resopló. —Podría, pero entonces aparentemente no quiere venir. Se volvió hacia mí, —No se supone que debas contener tus orgasmos ante nosotros, tus parejas.
Y como para demostrar su punto, él curvó sus dedos justo para presionar en ese punto sensible dentro de mí que me hacía ver estrellas. Los frotó con avidez, mientras que su otra mano pellizcaba mi enrojecido clítoris.
Lamenté, las olas estaban llegando a un pico, y yo solo necesitaba un poco más―
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