—Gracias —dijo indiferentemente la Princesa Hui An a la Princesa Jingning.
La Princesa Jingning la ignoró y se dio la vuelta para caminar hacia el Palacio Kunning.
—¡Oye! ¡Te estoy hablando! ¿Qué haces? ¡No pienses que solo porque ayudaste a mi madre hoy, puedes actuar como si estuvieras por encima de mí! Yo, yo, yo... ¡no soy para tomarse a la ligera! —explotó la Princesa Hui An siguiéndola.
—¿Terminaste? Si has terminado, voy a regresar al Palacio Kunning. No sé quién colocó esa cosa sucia. Tengo que encontrarlo. Tengo muchas cosas que hacer. Si solo quieres discutir conmigo, no tengo tiempo —la Princesa Jingning se detuvo y la miró indiferentemente.
—Yo… —se atragantó la Princesa Hui An.
La Princesa Jingning se fue sin mirar atrás.
—Princesa, si la Princesa Jingning se va, usted será la única princesa. En ese momento... —dijo el joven eunuco.
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