Me apure a ponerme detrás del maestro —por favor, déjeme tomar el examen y después arrésteme —le dije intentando que no me agarrara.
— ¡no! Vendrás conmigo —grito el guardia.
—Harold, déjalo pasar, el pobre muchacho está desesperado por el dinero ¿no lo ves? Si hubiera sido solo un noble o un estudiante común, seguramente no se escondería detrás de mí… —comento el maestro.
Al mirarlo atentamente note que era un poseído, en ese momento se me helo la sangre notando mi error.
—Pero… —comento el guardia notando la situación.
—Te daré una recompensa si lo dejas pasar, después de todo hace mucho no vamos por unas copas y tu muchacho, tienes tres minutos para hacer el examen —dijo girándose a verme.
Corrí a tomar una hoja de examen y a sentarme en un pupitre, rápidamente tache algunas respuestas y logre terminarlo en ese lapso de tiempo.
Cuando salí del salón me dirigí directamente hacia el puesto donde estaba el guardia y mostré mis manos para que pudiera esposarlas.
—termine mi examen, puede arrestarme —comente ya teniendo el dinero, el guardia suspiro e hizo su trabajo llevándome a la estación de policía.
—tendrás que quedarte aquí unas horas para que el señor Perserus no pueda decir nada al respecto —me explico el guardia poniéndome en una celda junto con mis cosas.
—Entiendo —dije sin tomarle importancia a lo que me dijo, después de todo, seguramente solo sería una noche y podría regresar con mi familia.
Me acomode en el piso de la celda, con mi bolso me hice una almohada improvisada y rápidamente me acosté a dormir.
[…]
A la mañana siguiente me soltaron y fui directamente a ver a mi madre que estaba a unos ocho o nueve pueblos de distancia.
Después de 26 días caminando logre llegar sin ningún problema además del hambre, antes de llegar a casa me compre un pedazo de pan para no tener que comer allá.
— ¿Jeankins? —pregunto una señora que estaba detrás de mí, al voltear me encontré con la señora Porpo, era una anciana de pequeña estatura pero muy elegante.
— ¡¿Señorita Porpo?! —dije alegrado de que siguiera viva, pues… ya tenía un pie sobre la tumba, me acerque a ella para poder abrazarla, la señora me devolvió el abrazo.
Esta anciana era una humana corriente pero muy alegre, siempre vestida con colores brillantes y con ropa un tanto juvenil, maquillaje exagerado pero aun así, no perdía su encanto.
—mi niño, ¿quieres ir a tomar una taza de té para poder festejar que volvimos a vernos? —pregunto alegre.
—Lo lamento señorita, pero tal vez valla mañana, debo ir primero a ver a mi madre y hermana —comente feliz pero con ápice de decepción, tomar un té con esta señora representaba tener que quedarme hora escuchando sus relatos de cuando era joven, y si bien no me importaba, quería ir a ver a mi familia.
—ay, cariño, lo entiendo pero debes ir porque tengo muchas cosas que contarte antes de que te vayas otra vez, llévate esto, sé que no es mucho pero puede que le sirva más a ustedes que a mí —comento acariciando mi mejilla y dándome un gran pedazo de queso.
—muchísimas gracias, es el queso favorito de Emilia —dije para después despedirme e ir a mi casa.
Muchas personas en el pueblo me reconocieron y me dieron varias cosas para llevar a mi casa, desde gallinas vivas y muertas hasta azúcar.
Si bien éramos un pueblo pequeño, nos ayudábamos entre todos para poder sobrevivir, ya que técnicamente somos un lugar abandonado por el rey y el estado.
Al llegar a mi casa, ni mi hermana ni mi madre no estaba, seguramente estaba trabajando y se había llevado a mi hermana, por lo que aproveche y adelante parte de la cena para poder comerla juntos.
Mientras esperaba tape parte de la cena y me puse a explorar el lugar, hace mucho no estaba en mi casa y habían cambiado algunas cosas, como que el piso tiene un nuevo hueco como que hay nuevos marcos de mi hermana y mi madre de los que me siento muy feliz.
—aun me queda tiempo… —me dije a mi mismo buscando herramientas por la casa y empezando a arreglar las partes rotas que seguramente a mi madre no le había dado tiempo de arreglar, como algunas goteras del techo, la pata de la mesa, una tabla de su cama y el hueco del piso.
[…]
— ¿mi… bebé? —escuche la voz de mi madre entrando a la casa, volver a escucharla hizo que mis piernas temblaran y mis ojos empezaran a llorar.
— ¡madre! —dije volteando a verla, mi madre tenía un aspecto algo demacrado, con ropas un poco viejas pero con una sonrisa llena de vida.
Vi que tenía a una niña que apretaba su mano —ella… es ¿Emilia? —pregunte viendo lo mucho que había crecido.
Levante a la niña que no debía tener más de tres años y nos dirigimos a la mesa para comer.
Al principio contamos cosas alegres hasta que Emilia cayó rendida del cansancio de tanto jugar conmigo.
Cuando la acosté empecé a hablar seriamente con mi madre.
— ¿Cómo va con su tratamiento? —pregunte nervioso.
—Gracias a tu dinero y el mío ha podido vivir bien y sin dolor hasta ahora, pero los médicos me dicen que ya no le está funcionando como antes… —explico ella apretando sus puños.
— ¿Cuánto dinero se necesita? —Pregunte sacando de mi bolso mis tres bolsas llenas de monedas —tengo quinientas monedas de bronce, cincuenta monedas de plata y tres de oro ¿es suficiente?
Ella negó —cada sesión para extraerle su magia cuesta unas trecientas monedas de oro… —explico con ojos llorosos.
— ¿Cuántas… sesiones son? —pregunte con la voz ronca.
—son tres, sin contar las terapias que sumarian unas mil monedas de oro…
— ¡¿Por qué tanto?! —pregunte llegando a las lágrimas.
—se descubrió que Emilia tiene sangre de poseídos que hace que las medicinas no funciones, para poder extraerle parte de su magia acumulada tienen que operar sus venas e ir reconstruyéndolas para después hacer sesiones donde aprenderá a controlar mejor su magia y la terapia es para que controle su sangre de poseída… pero ¡me propusieron un trabajo! Me pagaran cinco monedas de oro el mes, así que… si tengo horas extra y tu trabajo en el ejército tal vez lo logremos.
— ¿Dónde… trabajaras? —pregunte, los únicos lugares donde dan esas grandes sumas de dinero son…
—en el norte, ay el precio de los medicamentos son más baratos y no hay tanta contaminación como aquí…
—no te llevaras a Emilia a un lugar tan peligroso, ahí es donde la guerra está peor… ¿entiendes?