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⁠ᐷ Capítulo IX

Sabía en lo que me estaba metiendo cuando le permití a Naomi quedarse conmigo, por eso se me hacía tremendamente insoportable la idea de que pudieran encontrarla.

No soportaba la idea de que, en ése momento, mientras yo me encontraba sentado en la oficina con dos policías aguardando algún movimiento sospechoso de mi parte, otros cinco revisaran mi casa.

Sabía perfectamente que la buscarían, pero no de una manera tan precipitada. Han pasado aproximadamente 36 horas desde su supuesta desaparición. Y la policía me tenía como el principal sospechoso.

Aunque sin pruebas, sólo conjeturas que no se basan en nada. Acusaciones vacías a la vista ajena, sólo eso.

No tenían pruebas.

•|| Dominick Grossman ||•

Junio 15

17:33 p.m.

—Bien, señores —Llamo la atención de los oficiales delgaduchos sentados sobre el escritorio de Víctor—a quién le prohibieron en paso a su propia oficina—. —Mi horario laboral terminó hace media hora, debo irme.

—No tiene permitido dejar las instalaciones aún. —Reclama el más alto de ellos, un hombre negro, de labios grandes y cejas gruesas.

—En ninguna parte del consentimiento que firmé me prohibían volver a mi domicilio. —Argumento observando el reloj a un cuarto para las seis, casi anochece y yo sigo aquí.

—Usted no debe estar en la propiedad. —Comenta el más bajo de los presentes, se ve joven, ¿unos veinticinco tal vez? Algo joven a mi parecer.

—Leí la órden al menos tres veces, en ningún lugar recalcaba el no poder ir a mi propiedad —Aseguro guardando mi laptop en la pequeña mochila que cuelgo en mi espalda. —. Por otra parte, ustedes dos tendrán que hablar con mi superior para aclarar el porque se han perdido dos horas de trabajo del director y subdirector de marketing.

Veía en sus caras que no podían discutir, por lo que abandono la oficina. Victor se encuentra fuera sentado en el suelo aparentemente esperándome.

—¿Qué está pasando? —Interroga levantándose con una mirada anhelante, necesitaba una respuesta. —¿Por qué hay tantos policías?

—Naomi desapareció. —Informo apartando la mirada de él. Nunca fuí bueno mintiendo y él lo sabe, pero no es del todo una mentira: Naomi desapareció; sin embargo, soy la única persona que aparentemente sabe dónde está.

Y es un peso ridículamente pesado sobre mis hombros.

—¿Qué...? ¿Tienes algo que ver? —Comenzó a lanzar preguntas mientras bajamos las escaleras. Está sumido en su desesperación por entender lo que pasa.

No lo culpo, yo haría lo mismo.

—No, parece que soy de las últimas personas que la vieron. Ayer la acerqué a la universidad y por eso vino la policía, están revisando mi casa ahora mismo.

—Dios mío... —Victor se detuvo a medía escalera, lo observo en busca de una respuesta. —Yo la vi ayer. —Comenta.

—¿Dónde? —Interrogo colocando suavemente mis manos sobre sus hombros en busca de información que me pueda perjudicar, si nos vió juntos luego de haberla dejado en la universidad, estoy muerto.

—En la universidad, cerca de las nueve.

—¿Qué hacías ahí? —Indago sutilmente.

—Paso por ahí todas las mañanas antes de ir a ver a... ya sabes. —Responde apartando la mirada. Victor está saliendo con alguien desde hace unas semanas, ha de ser el sujeto del club.

—Deberías informarlo a la policía, tal vez les sirva de algo. —Indico. Él asiente y regresa sobre sus pasos a la oficina.

Reanudo en paso, no fue hasta salir del edificio que me percato que comenzó a anochecer. El camino a casa fue particularmente corto, entre mis constantes pensamientos autodestructivos y culposos ¿Qué pasa si la encuentran? ¿Si encuentran sus cosas en mi armario? ¿Si encuentran largos mechones de su cabello en la ducha? ¿Su ropa interior? ¿Y si...?

—Dominick —Miro fijamente a quién se encuentra a mi lado, el señor Benet. Viene solo en su auto. —. Te veo preocupado, muchacho.

—Perdí horas de trabajo y comienza a preocuparme la fecha de entrega del proyecto. —Respondo caminado a paso lento por la acera, el auto va lento junto a mí con el padre de Naomi dentro.

—Lamento eso, chico —Dice deteniendo el auto. —. Sube, te llevaré a tu casa —Desconfío, pero accedo en busca de desviar las sospechas que recaen sobre mí. —. Estás algo callado.

—Lo siento, no soy de hablar mucho —Respondo esbozando una débil sonrisa, las ojeras bajo sus ojos me dicen que no ha descansado en un buen tiempo. —. Siento lo de su hija, espero la encuentren pronto.

—La encontré.

Mi corazón dio un vuelco en ese momento, lo volteo a ver incrédulo y, con todas mi fuerzas, hago que mi miedo parezca sorpresa. Es el padre de Naomi, no me puedo dar el lujo de que me tomé desprevenido, si eso pasa, caeré en sus juegos y me atrapará en cuestión de minutos.

Es padre de ella después de todo, de algún lugar Naomi aprendió lo que sabe.

—¿Dónde?

—Bajo tu cama.

—Lo siento, eso es imposible —Respondo borrando mi cara de sorpresa. —. ¿Sabe?, alguien más vio a Naomi ayer. Mi compañero de-

—No me interesa, sé que fuiste tú. —Afirma aparcando frente a mi casa, las luces se encuentran apagadas dando un aspecto lúgubre y tétrico.

—Señor, no he sido yo. No tengo nada que ver.

Su mirada me examina con tanta intensidad que me siento expuesto, incómodo. Me da mucha incomodidad tener una mirada tan pesada como la suya sobre mí. Naomi tiene la misma mirada, parece que te observa desde adentro hacía afuera y te da la sensación como de estar desnudo.

—Es una niña, imbécil. —Suelta tajante apretando el volante del auto, sus nudillos se vuelven tan blancos y su mandíbula tan firme que siento que soltara el primer golpe en cualquier momento.

—No tiene pruebas para acusarme, señor. Yo no he tenido nada que ver.

—Tampoco tengo dudas.

—Señor, mi casa está limpia, no he salido de mi trabajo en todo el día, no sé nada de Naomi. Su investigación no tiene a dónde ir conmigo.

—El hombre, su nombre. —Dice recuperando su compostura y cambiando radicalmente de tema.

—¿Qué?

—Tu compañero, el que la vió. —Aclara.

—Victor Suárez. —Respondo bajando del auto. —Debe seguir en la oficina.

No pude ni despedirme, el auto avanzó a toda velocidad por la calle casi aplastando mis pies. Entro a la casa con el corazón en la garganta y enciendo la luz, todo se encuentran más o menos en su sitio.

Reviso el entorno minuciosamente en busca de algo fuera de lo común, pero parece no haber nada. Busco a Naomi en la casa y, a su vez, cámaras o micrófonos.

Es imposible que los hayan dejado, pero mi parte paranoica no me dejará en paz hasta estar seguro. Revisando y buscando dió medianoche. No hay nada que pueda verme u oírme, pero tampoco está Naomi ni sus cosas.

Me recuesto sobre la cama observando la oscuridad de la habitación. Quizá se fue.

Cómo lo hizo muchas otras veces.

•||•||•

Junio 16

3:34 a.m

Desperté en la profunda oscuridad de la habitación, estaba solo, a oscuras y con frío. Sentía un profundo hueco en el estómago y el pecho; también tenía ése desagradable escalofrío en la espalda y aquel asfixiante nudo en la garganta. Eso tenía una definición: me sentía abandonado. Dejado a la deriva en el basto océano que es mi mente.

Salgo de la cama rumbo a la cocina, dormí sin cenar por buscar a Naomi. Tengo bastante hambre y, seguramente, comeré comida de microondas o cualquier cosa que esté lista en los próximos quince minutos.

Abrí la alacena en busca de un tazón para prepararme cereales, rápido y práctico.

—Hey. —Mi corazón se detuvo y dejé caer el tazón de plástico al suelo, Naomi está en la barra observándome burlesca con una sonrisita en sus labios.

Ésa mirada tan maliciosa me causa un asqueroso cosquilleo en el estómago, no es cómo ningún otro cosquilleo que me hayan causando otras amantes, no, no era el delicado aleteo de una mariposa; Era el aleteo desenfrenado de una abeja.

Si bien podía causarme esa agradable sensación en el estómago, también podía picarme y causarme un dolor insoportable.

—Hey. —Aunque a mí me daba bastante igual si me pinchaba o no con el aguijón, yo la necesitaba.

Sí, necesitaba a Naomi.

—¿Qué tal estuvo tu día? —Pregunta revolviendo sus cereales mientras recojo el tazón del suelo y me preparo los míos.

—Bueno, soy el principal sospechoso de tu desaparición, lo típico. —Ella rie apartando la mirada un momento, me siento a su lado para comer.

—Te dije que eso pasaría. —Comenta metiendo una cuchara de cereales a su boca.

—¿Dónde estabas? Te busqué por todas partes.

—En el techo.

—¿En el techo?

—Sí.

—¿Por qué ahí?

—¿Buscaste ahí?

—Por supuesto que no.

—Te respondiste solo.

Tenía razón, ni siquiera pensé en buscar ahí. No me sorprende que no la encontrara. Ella es tan inteligente y éste plan que tiene tan complejo y absurdo.

—Naomi, si eres tan inteligente, ¿por qué no sólo te fuiste en el primer autobús que saliera de aquí?

Ella permaneció en silencio, parece debatirlo internamente durante interminables segundos de un profundo pensamiento.

—Si te dijera que me quedé por ti, ¿me creerías?

—No, sé que eso es una mentira.

—¿Por qué?

—No creo que sepas querer.

—Nunca dije que me quedé porque te quería.

—Entonces, ¿por qué te quedarías por mí?

—Eso es algo que sabrás en su momento, Dominick.

—Tuviste miedo de irte precipitadamente, eso es todo.

—Tuve miedo de no poder irme, no debo dar ningún paso en falso.

—No haz respondido mi pregunta.

—No me fuí porque tengo miedo, así de fácil.

—Entonces, ¿por qué estamos aquí?

—Eventualmente lo haré, Dominick. Sólo necesito tiempo, necesito que dejen de buscarme.

El aguijón de la abeja rozaba cada tanto mi estómago dándome náuseas, haciéndome un gran recordatorio que el cosquilleo de sus alas venía atado a escozor de su picadura. Eso estaba claro desde un principio: Naomi se iría en un determinado momento. Y, hasta que ese momento llegue, disfrutaré de su compañía.

La miré apartando el tazón, ha terminado de comer. Miro mis cereales aguados y los aparto hacía el centro de la barra.

—Vamos a dormir. —Me dice tomando mi mano con su pequeña mano, está más caliente que la última vez que la tomé.

Nos acostamos en la cama dándonos las espalda el uno al otro. Un pesado suspiro deja mis labios al no poder lidiar con el cosquilleo en mi vientre, me giro lentamente viendo su cabello despeinado en las sábanas; la curva de su cintura; la piel que sobresale de las sábanas. Una fuerte tentación para mí.

—Naomi —No recibí respuesta. —. Naomi, ¿estás despierta?

Ella se giro lentamente hacía mí aún con los ojos cerrados.

—¿Qué quieres? Estoy cansada. —Balbucea en el limbo de la conciencia e inconciencia.

Coloco mi mano en su mejilla y la beso en los labios. No fue una beso profundo ni lujurioso, sólo fue un beso.

Y nada más que un beso.

El cosquilleo aumento en mi vientre mientras ella me sigue a pasos torpes y adormilados. Rodeo su cintura con mis manos acariciando su piel con sutileza, es cálida y suave. Me alejo luego de eso y veo su sonrisa, no era burlona o maliciosa.

Sólo era su sonrisa. Su hermosa sonrisa.

—Te quiero, Dom... —Balbucea con una voz suave y algo inentendible. Sólo está soltando incoherencias.

Por supuesto que sí, Naomi, me quieres, pero no como a una persona. Me quieres como una herramienta. Sólo mírame, ¿Estarías conmigo? No, verdad... ¿verdad?

—Eres una mentirosa. —Rio rodeándola con mi brazo para sentirla cerca.

•||•||•

8:40

El olor de huevos revueltos con jamón me despertó, voy al baño a cepillarme los dientes y luego de bruces a la cocina. Naomi prepara el desayuno. Me senté sobre la barra observándola.

El movimiento de sus caderas al ir de un lado a otro de la cocina es sutil e hipnótico para mí.

—¿Quieres desayunar?

—Sí.

Ella me entrega un plato con huevos revueltos, pan tostado untado con mantequilla y una taza de café la cual dejó a mi lado.

—Hice lo que pude con lo que encontré. Deberías comprar menos comida para microondas.

—Lo haré. —Es bastante buena su comida, mejor que la de Víctor. —¿Quieres que te traiga algo?

—Ahm... —Parece avergonzarse un poco. —Yo necesito...

—Adelante, dime.

—Toallas higiénicas.

—¿Sólo eso? ¿No quieres algo más? —Indago el busca que se sienta menos incómoda mientras termino mi desayuno.

—Chocolate. Chocolate negro.

—No tardaré, gracias por el desayuno. —Digo antes de ir por una muda de ropa para irme.

•||•||•

Ése día sucedieron muchas cosas, la policía revisó mi casa, besé a Naomi, comí mi primer desayuno preparado en mucho tiempo... sobre todo conocí una parte de Naomi un poco más vulnerable que me hizo saber que no siempre tenía las cosas bajo control.

Ella no tenía miedo irse, sino de no poder irse.

Ése día estuve un poco fuera de mí, haberla besado es algo que no me había planteado. Sólo fue un impulso insostenible. Era consciente de la edad que nos separaba, esa ridícula brecha de tiempo; sin embargo, me gustó la sensación al besarla.

Dudo que haya besado antes, no con su familia. No con la familia Benet respirando en su nuca a todas horas. Ella no lo decía, pero yo sabía que si volvía con ellos, no la volvería a ver.

Ni yo, ni nadie.

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