Llorar era algo que Violeta no había experimentado habitualmente, a pesar de ser muy emotiva.
Pero durante su vida, era difícil recordar un día en el que hubiera llorado por algo realmente triste.
Ahora era como si todas sus emociones fueran demasiado para ella y el hecho de no saber cómo comportarse delante de Jack era la gota que colmaba el vaso.
Cuando Jack salió furioso de su celda, Violeta dejó que todas sus emociones se desataran y cuando se dio cuenta, las lágrimas ya corrían por sus mejillas.
Violeta lloró hasta quedarse dormida, exhausta y débil.
En algún momento de la noche - ¿o era la tarde? - Violeta se despertó con un ruido en la puerta, y cuando abrió los ojos, vio a dos guardias frente a ella.
—Levántate. Te vamos a llevar a otro sitio —indicó uno de ellos y Violeta se levantó, aun tratando de entender lo que estaba pasando.
Hizo lo que le ordenaron y salieron de la celda.
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