Violeta comenzó a sentir todas las sensaciones que había sentido cuando se besaron y ni siquiera se estaban tocando.
Esa electricidad que corría por sus venas, las mariposas en su estómago, el olor de él embriagando sus sentidos, todo eso era muy vívido para ella.
—Puedes sentir eso, ¿verdad? —preguntó él en voz baja y Violeta pudo sentir que él también se esforzaba por mantener las manos quietas, al igual que ella.
No podía dejar de pensar que él estaba tan limpio y guapo delante de ella, y ella estaba sucia y fea, sin ducharse y probablemente con un maquillaje corrido.
—¿Cómo es posible que puedas ignorar eso? —continuó y Violeta casi se echó a reír. Se hacía la misma pregunta una y otra vez, desde que se conocieron.
Nunca había luchado tanto como en ese momento.
Lo único que quería era rodear su cuello con los brazos y besarlo como si no hubiera mañana.
Sin Manada Diamante, sin Rebeldes, sin nada.
Sólo ellos dos.
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