—Hamer, ¿tienes algo que preguntarme? —Se contestó la llamada y una voz magnética de Alger se escuchó.
—¡Alger, soy yo! Por tu voz, parece que ya estabas dormido, ¿te molesté? —Basil Jaak soltó una risita, fingiendo estar deprimido.
La cara de Alger cambió, su tono se enfrió de repente:
—Basil Jaak, ¿cómo tienes el número de Hamer?
—Por supuesto que me lo prestó. ¿Crees que lo robé? —Basil Jaak rodó los ojos y dijo con fastidio.
Alger pareció entender enseguida y preguntó con frialdad:
—¿Qué quieres de mí?
—De hecho, no es gran cosa, solo que un tipo que dice ser tu hombre me ha molestado sin querer. No quiero armar un escándalo por ello. Solo quiero que te disculpes por él. —Basil Jaak dijo con ligereza, sintiéndose secretamente complacido en su corazón. Solo lamentaba que el teléfono de Hamer no pudiera hacer videollamadas o de lo contrario podría ver el comportamiento molesto de Alger.
Alger tomó dos respiraciones del otro lado, suprimiendo su ira y se mofó:
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