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Capitulo 22: lujuria y vació

Cinco meses atrás.

El edificio de paredes delgadas y escasa resistencia al sonido, se sumerge en la quietud de la madrugada. A las tres de la mañana, el setenta por ciento de los residentes flota en un limbo de sueños y silencio. Nadie escucha al hombre que escalón tras escalón, asciende con furia.

—¡Mierda! ¡Maldición! ¡Qué tiempo perdido!

La cita de Lían fue un desastre, el mal encuentro de dos extraños que no encajan. El recuerdo de su rostro, la risa forzada, las palabras huecas, todo se agolpa en su pecho.

¡Riin! ¡Riin! ¡Riin! ¡Riin!

El hombre aprieta los dientes, sintiendo la rabia quemándole la garganta.

—Pero qué hijo de...

Desliza el dedo sobre la pantalla rechazando la llamada. Bloquea el número y borra cualquier rastro de aquel encuentro.

—¡Pervertido de mierda! ¡Todavía se atreve a llamar! Tendría que haberle arrancado las bolas... hijo de... aaaah, todos iguales, todos iguales.

Cada paso hacia su apartamento es un eco de frustración. La cabeza le arde, y con las yemas de los dedos se da unos toquecitos en la frente para aplacar el dolor.

Al llegar al cuarto piso, nunca se hubiera imaginado lo que se iba a encontrar.

Un joven reposa contra el marco de la puerta, inmóvil, como una bolsa esperando a que el recolector se lo llevara. La puerta permanece abierta de par en par, una pierna extendida hacia afuera mientras la otra se aferra al marco en forma de "v" invertida, como si temiera que colapsara. Los brazos se extienden al azar, resignados a la vida, aguardando un castigo divino.

Esto no es bueno.

Avanza en silencio, deteniéndose para observar el derrumbe de la belleza. El primer paso en estas circunstancias es sencillo: tratar de comunicarse para corroborar que aún sigue vivo.

—¿Soichi... me escuchas?

No obtiene respuestas.

El segundo paso: acercarse con cautela y verificar si respira. Hunde el índice en su brazo.

—Hey... ¿Estás bien?

El joven permanece inerte. ¿Muerto? ¿Dormido? ¿Ebrio? El aire vibra con la urgencia de una pregunta sin respuesta. Suspira para calmarse.

El hombre se agacha, la mano buscando el tenue aliento que confirme que aún exhala. Y allí está, apenas perceptible pero indiscutible; Soichi respira.

Observa al muchacho con las mejillas teñidas de sonrojo y el cuerpo desplomado en el suelo. Parece un niño que ha regresado de una mala noche de excesos. La molestia se apodera de Lían.

—¡Dios, qué haces ahí! ¿No ves que es peligroso?—Sigue regañando con dureza—. ¡No sabes que la tasa de inseguridad ha subido un setenta por ciento!

—...

«¡Carajo! No puedo dejarlo así. Sería carne de cañón para ladrones y violadores», desbloquea la tensión que lleva consigo rodeando la cintura del joven con el brazo.

—Bien, vamos adentro. No es bueno que estés así afuera.—Como si el inconsciente entendiera, continúa explicando—. Hoy en día, ser hombre no te exime de vulnerabilidad.

El cuerpo arrastra los pies, despertando lentamente.

—Grande o chico, hombre o mujer... la gente loca está por todas partes.

Avanzan hacia el cuarto, sorteando restos de botellas y latas de alcohol. Un sentimiento de preocupación se anida en el pecho del hombre.

—No deberías beber así, no soluciona nada.

El joven aún bajo la influencia del alcohol parece escuchar las palabras.

—Mmmmm —murmulla con el ceño fruncido.

Lían baja los ojos y lo mira; tan frágil.

—Solo... solo te haces daño a vos mismo —dice con tristeza.

La distancia se acorta y ya están frente a la cama. Lo sienta en el centro mientras el otro se va despertando de un aparente sueño profundo. Se agacha con las piernas dobladas hacia adelante. Se inclina para observarlo con detenimiento.

—¿Estás bien? ¿Cómo te sentís?

Una fina capa de sudor recorre la frente de Soichi. Entrecierra los ojos permaneciendo en silencio. El nivel de alcohol en ese cuerpo es demasiado alto.

Lían se levanta para intentar recostarlo.

—Tranquilo, ya va a pasar, déjame que te acomode.

La situación del joven es más complicada de lo esperado y la temperatura ha subido. Esta no es una reacción natural al calor abrasador de diciembre.

Es diferente.

Quizás un resultado natural del alcohol hirviendo en sus venas.

El hombre apoya una rodilla en la cama, tomando los hombros rectos y varoniles.

—Ahora voy a recostarte, ¿sí? Así que no te preocupes que ya va a pasar.

Soichi emite un sonido apenas audible, un murmullo que no expresa ni aceptación ni rechazo. El cuerpo se tensa, aferrándose a la posición como si fuera un niño caprichoso.

Lían, con una sonrisa amable, intenta infundir confianza.

—Tranquilo, no te voy a hacer daño. Si queres, podes acostarte vos mismo.

El joven inclina ligeramente la cabeza, deteniéndose por un momento en la manzana de Adán que sube y baja mientras el hombre habla. Luego, con cuidado y sutileza, levanta la cabeza y recorre las finas líneas que enmarcan ese rostro. Una inocente sonrisa desprende de la comisura de los labios.

Lían respira con tranquilidad; parece que no hay malentendidos. Suelta un hombro para acercarse a tomar la almohada y acomodarla un poco, preparándose para recostar al joven.

Un dulce aroma se desprende mientras la distancia se acorta, y Soichi se embriaga suavemente ante la dulzura emitida. Tan cercano...puede ver unos centímetros de piel expuesta por debajo de esa camisa.

Cuando Lían vuelve hacia él para decirle que se acomode, el ambiente parece haber cambiado.

La piel translúcida del joven tiene un poco de color ambiguo, y la respiración muestra una ligera agitación.

A los ojos del hombre esto le resulta familiar. Por reflejo, retira la mano que aún está apoyada sobre el hombro de Soichi, sentándose de forma inconsciente aún lado.

Los dos se observan por un momento, y un escalofrío recorre la espalda de Lían, haciendo que desvíe la mirada.

El joven continúa contemplándolo centímetro a centímetro. Extiende la mano y le acaricia la mejilla; parece querer corroborar algo. Los ojos cenizos lucen ansiosos, y el tacto se vuelve curioso.

El hombre queda aturdido por unos segundos, pero no hay tiempo para razonar la situación. Cuando vuelve en sí mismo, una sombra cubre su rostro, y el cálido aliento se abre camino. Cinco dedos hábiles y ansiosos se enredan en los cabellos del hombre, mientras los otros le acarician el cuello. Desatando una fuerza incontenible y un deseo que se abren paso con movimientos toscos y primerizos. Siguiendo un impulso inconsciente, el joven memoriza el recorrido como un aprendiz diligente.

Un beso profundo y errático ahoga a Lían, mientras la mirada de sus ojos rasgados se tiñe de un cálido color rojizo; la mente se pierde entre las caricias invasivas.

La conexión se vuelve continua y arrasadora, con la lengua jugando sin piedad, mordiendo y lamiendo los labios carnosos con intensidad. Las respiraciones cálidas se cruzan y los sabores se fusionan tornándose adictivos. Tras varios minutos, Soichi se retira con un suspiro de satisfacción.

Cuando vuelve de esa nebulosa en la que estaba, la barbilla de Lían ya estaba siendo eróticamente mordisqueada. La piel tersa dorada era acariciada ferozmente. El pecho del hombre baja y sube ante la estimulación.

Está perdiendo la cabeza, cuánto más intenta recobrar la razón, el otro se vuelve más impaciente. Succiona y muerde libremente, la lengua suave y caliente sube hasta llegar al lóbulo de la oreja. Como la punta de un pincel traza el recorrido intentando no perder los detalles. Susurra con suavidad palabras al oído, frases que Lían no llega a comprender.

El hombre permanece inmóvil durante todo el arduo proceso de seducción. Sin embargo, los sentidos se vuelven cada vez más sensibles, y el corazón está a punto de escapar de su pecho para caer en la tentación. Con gran fuerza de voluntad, apoya la mano sobre el pecho del joven e intenta calmar la voz.

—Es... espera... para... esto no... no...

El joven apartado de forma temblorosa observa la mano que descansa sobre su pecho y esboza media sonrisa. Él la tomó, llevándola hacia su mejilla. Cierra los ojos por un momento. Cuando las húmedas pestañas se elevan, aferra las almendras grises en la figura que esta frente a él. Barre cada poro de la piel de Lían, cada centímetro de tela, cada gota de sudor. La piel en el rostro del joven no era cálida, hervía. En sus ojos, un fuego intenso y profundo hacía una invitación lasciva. Levanta la comisura de los labios para revelar unos hermosos colmillos blancos, muerde su labio inferior mientras sigue conteniendo y acariciando la muñeca del hombre.

Una idea viene a la mente de Soichi mientras lo admira. En un parpadeo empuja a Lían con una insuperable fuerza.

El joven que está arriba contiene las caderas del de abajo entre sus rodillas. Se retira la camiseta que estorba y une los cuerpos creando una sola figura. Acaricia el cabello del hombre susurrándole al oído.

Anatagasuki... anatagasuki...

Las gotas de sudor caen de las desalineadas ondas del cabello negro. Los suaves labios friccionan con sutileza el recorrido anterior. Entre jadeos entrecortados continua con su método de conquista, como un hechizo, como un embrujo.

Watashi wa anata ga totemo sukidesu...anata wa utsukushīdesu...utsukushīdesu.

Lían no sabe dónde meterse, qué hacer ni que decir. En realidad esperaba esto hace mucho tiempo, pero no así, esta no era la forma. En cada avance de Soichi, él iba perdiendo aún más la razón, esta aturdido, pero no quiere ceder. El corazón del hombre se derrite en ese momento. Los dedos finos y blancos como la nieve comienzan a desabrochar botón a botón de la camisa de seda azul que sobra.

Despacio.

Muy despacio.

Las cejas rectas y firmes del joven se tensan a medio camino. Los esporádicos calambres empiezan a ser recurrentes aumentando el deseo que siente.

Lían está siendo torturado por un hormigueo doloroso en el abdomen. Mientras el otro defiende todo se vuelve más confuso. La cabeza le da vueltas, pero un accidental roce lo saca de ese estado.

Ambos hombres se miran.

«¡Mierda!», piensa Lían, pero para su sorpresa, Soichi solo sonríe. Toma de la delgada cintura y lo sienta entre sus piernas. Repite con la voz ronca y húmeda.

Gamandekinai...gamandekinai...—Presiona la cintura y comienza a recorrer los músculos de la espalda. Invitándolo a perder la cabeza, une y frota los cuerpos calientes—. Utsukushī...utsu-

El hombre le tapa la boca con la mano antes de que continuara con lo que sea que estaba diciendo.

—No... no... no te entiendo... por favor solo para... esto no...

Antes de que pudiera terminar de hablar, el que fue interrumpido fue él; el joven vuelve a descargarse contra sus labios. Acaricia la tersa piel, seduciendo a los omoplatos que se tensan al tacto.

La cintura responde inconsciente, se arquea desgarrada por la estimulación. Soichi iba dejando un hermoso camino de pétalos rojos de la clavícula al hombro, del hombro al cuello y así sucesivamente sin detenerse.

Gemidos contenidos, pieles que deseaban ser arrancadas. Sofocados en el vapor elevado en la habitación.

La situación era incontenible, las extremidades del hombre se estremecen, la piel se eriza con cada movimiento. Las palabras que Soichi repetía eran un puñal a su resistencia.

"Me gustas"

"Eres hermoso"

"No puedo más"

"Seré bueno"

"Si... seré bueno"

Los oídos del hombre están siendo arrasados por tales palabras, cada letra se torna extremadamente adictiva. Las manos bajan y suben tallándole el cuerpo. Presionando y amasando con fuerza los carnosos glúteos.

Las sabanas se deslizan por los fervientes movimientos. El dolor se vuelve agudo, la bestia quiere salir y devorar todo lo que tiene enfrente; morder, comer, magullar, saborear.

Cuando Lían recobra la consciencia, el ansioso joven sigue besándolo con avidez, aguardardando una respuesta leve para intensificar el avance. Sin darse cuenta, en algún momento, fue recostado en la cama.

Todo está envuelto en un ambiente de lujuria desenfrenada.

Las cortinas entreabiertas dejan filtrar el reflejo nocturno, mientras las luces urbanas delinean la figura de Soichi, proyectando un aura sensual sobre las gotas de sudor que recorren sus brazos firmes. La respiración agitada, hace resaltar los amplios músculos pectorales que se contraen con cada inhalación. Las marcas rojizas de la fricción decoran su piel, suave y translúcida.

Como un pequeño demonio que ha probado por primera vez la sangre sigue susurrando, suplicando para apaciguar el deseo contenido que lo está matando. Por momentos le rechinan los dientes y presiona las sábanas para contenerse. Las venas azules quieren explotar junto con todo el calor reprimido.

—Mmm, seré bueno... sí... me gustas.

Los movimientos de cadera, aunque sutiles, se vuelven cada vez más impacientes y descontrolados.

Parece que todo conduce a un único desenlace, pero Lían no se encuentra bien; algo lo inquieta.

—Ah... ah... espera.

—¿No querés?.. ¿hm?,¿seguro?, no parece...

Los labios finos se curvan de forma maliciosa. El joven encuentra un punto particular que hace al otro erizar la piel. Con la lengua comienza a jugar con el lóbulo de la oreja; succiona, muerde y susurra.

—Me gustas, eres hermoso... sí... me gustas...

—Ah... ah... espera... para....

Con una sonrisa de extremo a extremo vuelve a cambiarlo de posición, desplomando todo su cuerpo sobre su regazo. La voz era profunda y pícara.

—¿Seguro?, parece que a vos también te gusta.

Sentados en una posición interesante, los cuerpos vibran inconscientemente. La cabeza de Lían era un desastre, quería parar, pero su cuerpo respondía ante cada movimiento.

«¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda! ¡Esto no está bien!»

Con la poca resistencia que le queda, separa los cuerpos que se han fusionado formando un uno. Los labios húmedos se separan, revelando delicados hilos de seda.

Los ojos cenizos arden tumultuosos, cubiertos por un suave manto acuoso de desesperación. Las pupilas verdes se contraen, deseando escapar al enfrentarse a la bestia despierta.

«¡Carajo! ¡Esto no es humano!», por susto o asombro no puede evitar desviar la mirada ante semejante situación.

Una espada inhumana se yergue, hirviente, contenida por una fina tela de algodón. Dispuesta a abrir cielos y mares para hundirse en las montañas. El deseo de este hombre es feroz; si continúa así, lo más seguro es que conozca al santo padre creador. Aunque no le molesta ser un tributo hacia los cielos. Al ver el rostro atractivo del joven, cubierto de ansiedad y calor, en realidad... es otra cosa lo que lo inquieta. Intenta acomodar su voz, un poco ahogada por los gemidos reprimidos.

—Vos, en serio...

Soichi entrelaza sus dedos y los vuelve a aprisionar sobre su pecho. Sonando cariñoso, le responde.

—Me gustas...

Mirando al joven que lo contiene, frente a frente descubre lo que le impide avanzar; con algo de tristeza pregunta.

—Mi nombre... —Cierra los ojos y siente un trago amargo que baja por la garganta—. Decí... decí mi nombre...

No hay respuesta.

Al levantar los párpados ve al joven confundido tratando de encontrar algo perdido en sus memorias. El corazón del hombre se hunde. Lían solo sonríe con dolor.

—No te preocupes... entiendo...

Como recogiendo fragmentos de algo, sube la camisa a sus hombros, aquella que durante toda la noche solo ha sido contenida por los botones del puño.

Hay un silencio lamentable.

Los cuerpos que no se han despegado en ningún momento de forma deprimente se van enfriando. Extiende la mano al joven que está perdido ante la situación.

—Veni, acóstate, tranquilo, todo está bien.

Soichi, con el ceño fruncido y confundido, es obediente y se acuesta. Los mareos comienzan a caer y el dolor de cabeza es terrible. Luego de un tiempo se relaja y se duerme.

Lían se mantiene a su lado, cuidándolo. Cuando al final corrobora que el joven yace en un sueño profundo, puede desatar la angustia que carga en el pecho.

Un dulce y amargo momento a la vez.

Escuchar todo lo que ha querido escuchar. Sentir lo que ha querido sentir. Años esperando para solo encontrarse en el reflejo borroso de sus ojos.

Sí.

Solo su silueta difusa en esas hermosas almendras grises cubiertas de deseo y pasión.

En ese momento su alma se disolvió como azúcar frente al agua hirviendo.

Ya no queda nada.

 

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Nota de la autora:

Curiosidades... ¿Que bebió nuestro Li? Bueno, le gustan las bebidas dulces.

Semen de pitufo: Piña colada + blue curaçao + vodka.

Daiquiri: Ron + varios (Combinó entre el de fruutilla y durazno)

Sí, sí... fresco y dulce. La temperatura en Buenos Aires ese diciembre fue alta. (38/40)

No lo culpen, la cita fue demasiado aburrida. Un Suggar Daddy decente no es fácil de conseguir. Subestimo a nuestro joven amigo.

Pd: Tranquilo Li, mamá te dará un colágeno.

¡Este hombre tiene un alma de hierro!

Respeto y cuido. ¡Joder! Te hago un altar y te rezo.

¡¡¡Cuánta resistencia!!! ¿Dónde consigo uno de estos?

Deslizó tarjeta y compro.

Este capítulo quise que fuera desde la perspectiva de Li, aunque me guste mostrar siempre las dos, en esta ocasión la otra parte estaba en Marte jugando con las temperaturas.

Detalles de Soichi que no creo contar los dejo aquí:

Hombre de veinte años en este capítulo.

Virgen otaku.

No Hermanxs, no es asexual, aunque se haya mostrado así siempre.

No tiene tabúes.

En realidad, su mente es más abierta de lo que pueden imaginar.

"El amor y el deseo no tiene géneros... conocerse así mismo y dejarse fluir hacia el otro".

En este capítulo tenía un pijama negro, mangas largas con unos pants de Pokémon. Sí, es fan de Pokémon.

Abajo les voy a dejar la traducción de las palabras en japonés que utilizó.

Falta poco para terminar la historia principal.

Snif Snif

Te veo en el próximo capítulo.

Abrazo a la distancia.

Con amor DANxRA.

Traducción:

🔥Anatagasuki:

Me gustas.

(あなたが好き) 

🔥Watashi wa anata ga totemo sukidesu...anata wa utsukushīdesu...utsukushīdesu:

Me gustas mucho...eres hermosa... hermosa.

(私はあなたがとても好きです...あなたは美しいです...美しいです)

🔥Gamandekinai:

No puedo soportarlo.

(我慢できない)

🔥Utsukushī:

Hermoso.

(美しい)

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