—En serio, esto es aburidooooo—reclamo rodando por el piso como una niña.
He estado así durante un buen rato y no consigo distraerme con nada. Ya me he leído todos los libros de la estantería y no me han traído nuevos. Lo que daría por regresar a la academia Vaumose, ahí al menos tenía a Ameba para conversar. Aquí solo estoy yo sola y mis pensamientos.
Hace unos días los caballeros dieron comienzo a la expedición, la primera en muchos cursos. Y todo para buscar una cura para mi maldición. No me arrepiento en lo absoluto de haber usado el cuerno del Destello Oscuro para eliminar la peste abisal, pero a veces me imagino que hubiera pasado si en ese momento hubiera tomado la cura para mi sola.
Me levanto y camino por mi habitación. De cierta manera la extrañaba, pero la que tenía en la academia no estaba tan mal. Me acerco a la puerta y preparo mi puño para golpearla en repetidas ocasiones.
—¡Oyeeeeee! ¡Viejo tonto, estoy aburrida!—exclamo en voz alta.
Puedo escuchar un suspiro de frustración afuera y momentos después la puerta se abre. El hombre de cabello blanco que me amenazó en la corte entra a la habitación y se cruza de brazos luego de dedicarme una mirada poco amistosa.
—¿Y bien, majestad? ¿Desea que nos sentemos a tomar el té con el señor gack de peluche en un arcoíris mágico rodeado de unicornios?—se mofa.
—No estaría mal, la verdad. Quiero noticias del exterior.
Howard cierra los ojos y se mantiene firme.
—No espere que su hermano vuelva pronto, majestad. Los caballeros tardarán al menos un curso en regresar, sí es que lo hacen—contesta.
Trago saliva ante la posibilidad. He estudiado las capas de El Abismo, y la que más me preocupa es el Pozo Negro, especialmente porque este mundo no tiene precisamente embarcaciones y estamos hablando de un piso dedicado enteramente a un océano.
—Arthur es un héroe, va a regresar, estoy segura de eso—digo convencida.
—No me cabe duda, es un hombre fuerte y poderoso. Su equipo no es poca cosa tampoco—afirma Howard.
Hace poco, en la última visita que Arthur me hizo antes de partir, escuché a Sybil quejarse de una maga que se les unió recientemente. Supongo que se está juntando con personas poderosas.
—¿Por qué no fuiste a la expedición, Howard? ¿Estás tranquilo de dejar a tus regimientos en manos de Arthur?—pregunto.
Howard coloca sus manos detrás de la espalda y comienza a caminar por la habitación.
—Su hermano tiene un buen sentido de liderazgo, me atrevería a decir que mejor que el mío. Sin embargo, tengo mis dudas. Habrá momentos en los que deberá decidir si avanzar a la victoria con los sacrificios que eso conlleve… o huir entero de una pieza, pero derrotados. Cualquiera de los dos es válido.
Me quedo pensando en sus palabras. No logro comprender a que se refiere, pero estoy segura que Arthur puede hacer todo eso sin sacrificar algo o huir. Sí, estoy segura de eso.
—Lo que daría por no ser una maldita carga—suspiro finalmente.
Howard parece reaccionar ante esta declaración. Lo veo levantar una ceja y sonreír. Eeeeeh… para ser un hombre con un semblante serio es raro verlo haciendo eso.
—¿Una carga? Mmmmh, quizá pueda cambiar eso, majestad.
Mis ojos se iluminan con esas palabras. ¿Acaso hay algo que yo pueda hacer? Howard mira hacia todas las direcciones, como si se asegurara de que no hay nadie que escuche nuestra conversación.
—¿Sabe usted que la mayor sede de la iglesia del Dragón Negro se encuentra aquí, en la capital de Asonas?—pregunta.
Asiento afirmativamente. La capital es el pilar del mundo entero, todo lo que sucede en El Abismo en cuanto a temas políticos y sociales sin duda pasa por aquí. El castillo Vawdrey y la iglesia están en un mismo sitio.
—Hace unos instantes me preguntó si estaba dispuesto a dejar mis tropas en manos de su hermano. A pesar de que en la corte dije que me quedaría aquí para vigilarla, lo cierto es que mentí. Voy a bajar allá, tengo asuntos pendientes que hablar con alguien en específico—revela Howard.
¿Qué? ¿Entonces nunca se trató de vigilarme?
—No lo entiendo… Por favor, dígame todo lo que sabe—respondo.
Howard carraspea antes de continuar.
—Tengo razones para sospechar que el Dragón Blanco no es tan malo como lo pinta la iglesia. Y tengo aún más motivos para acabar con el cardenal Amcottes—explica.
La cabeza me da muchas vueltas al escuchar sus palabras. Esto es, de forma directa, una conspiración contra la iglesia. Y tomando en cuenta que ellos tienen tanto poder e influencia como la corona real, nada que sea bueno puede salir de aquí.
—Sé que el cardenal Amcottes quiere matarme cuanto antes. Sí lo que dices del Dragón Blanco es cierto, entonces eso lo convierte en un enemigo de la humanidad—reflexiono.
Howard asiente. Estoy comenzando a asustarme en serio.
—Bien, supongamos que todo esto es cierto. ¿Qué piensas hacer al respecto?—pregunto.
—Matarlo. Si lo asesinamos, la iglesia perderá un pilar importante, lo que abre la puerta a un golpe de estado. Es por eso que no partí junto a los caballeros y te usé como excusa; pronto habrá pasado un tiempo prudente y saldré rumbo a las capas inferiores para encontrarme con mi contacto, alguien que me ayudará a eliminar a Amcottes—explica.
—¿Qué pasará después?
—La iglesia caerá. Hay información importante que guardan en sus archivos, en lo más profundo de la sede principal. Cuando esos documentos salgan a ojos del público, toda la verdad se sabrá.
No logro dimensionar las consecuencias de esta conspiración. Yo solo era una maldita estudiante que acabó enredada en problemas de otro mundo, no tengo posibilidad de cambiar algo. Si me meto en el plan, entonces pasaré de ser una víctima a una participante activa.
Ja, tonterías, desde que escapé de la academia para buscar al Destello Oscuro supe que mi vida peligraba, independientemente de si me quedaba sentada a esperar mi ejecución o de forma directa me encontraba a la muerte en mi aventura. Lo dije y lo mantengo, si he de morir, me niego a hacerlo sin haber luchado antes.
—¡Quiero ayudar! Debe haber algo que yo pueda hacer al respecto—solicito.
—Claro que sí, por ejemplo ser una buena princesa y no salir de esta habitación. Esa es la mejor forma en la que puede ayudar—contesta.
Esa no es la respuesta que estaba esperando tener.
—No. Quiero ayudar en lo que pueda, si Arthur llegará a no conseguir esa cura, pelear por mi vida es lo único que me queda.
—¿Tiene la fuerza suficiente para pelear contra toda la iglesia? Sí no es capaz de soportar al menos un ataque, entonces no espere llegar muy lejos.
Aprieto mis puños, llena de frustración. No tengo habilidades ni nivel para la lucha. Ni hablemos de entrenar, no fui capaz de matar un simple gack por alimento cuando acampamos en la academia. Pero no quiero ser una inútil, quiero ayudar y poder vivir sin miedo a que me ejecuten en caso de que todo salga mal.
—Tienes razón, solo puedo quedarme pudriéndome en estas cuatro paredes—suspiro.
Howard no responde, solo se queda en un profundo silencio. De pronto, truena los puños de sus manos y se estira un poco antes de salir de la habitación.
—Sabia decisión, majestad. Partiré mañana, pero le aseguro que no estará sola—declara.
Claro que no, mis hermanos vienen de vez en cuando para acompañarme y darme ánimos. Celica es quien pasa más tiempo aquí; Baldwin casi siempre está ocupado con su entrenamiento.
—Hey, tu amigo guardaespaldas es un poco rudo, ¿no crees?—una voz huraña pero conocida se escucha tras la puerta.
Mis ojos brillan cuando noto de quien se trata. Bueno, es un punto intermedio entre alegría por algo familiar y la incertidumbre.
—No te preocupes, también traje a tu amiga ermitaña que nunca sale de la habitación—continúa Celine, atravesando la puerta.
Detrás de ella viene Ameba y Nodieu. Tengo tantos sentimientos encontrados que ni siquiera sé cómo reaccionar.
—¿Q-qué hacen aquí?—mi voz tiembla.
—Tu guardaespaldas fue hasta la academia para buscarnos, tuvimos que salir de incognito, pero no fue tan espectacular ni genial como tu escapada en unicornio—responde Celine.
—E-es la primera vez que salgo de la academia, y también que estoy en el palacio real—Ameba parece estar mareada.
—¿No les causará problemas estar aquí? Se supone que nadie debería salir de los muros de la escuela—pregunto.
—Sí, lo más seguro es que nos estén buscando. Las cosas se pusieron muy tensas allá, especialmente por la perra de Bridget. Ah, y este tarugo se vino de colado porque ella lo rechazó y humilló frente a todos—Celine le da un ligero golpe en el hombro.
—Yo… creí que le gustaba a Bridget—se lamenta Nodieu.
Uuuh, ya entiendo. Me da un poco de lastima, a decir verdad. Sé lo cruel que era Kendra para batear pretendientes, y al parecer lo sigue siendo.
—Sí, esa maldita es una desgraciada, prefiero estar en cualquier otro lado que no sea la academia en estos momentos. Incluso si es contigo, lagartija—se cruza de brazos.
Je, esta vez no lo dice de forma despectiva.
—Gracias por lo que hicieron, esa magia de agua me permitió salir con vida cuando Bridget me atacó—agradezco.
—No lo hice precisamente por ti, detesto a esa perra. Pero me quedo con el cumplido—responde.
—Y a ti, Ameba, siento que te hayan sacado de la habitación—añado.
Ella asiente afirmativamente, sin entender muy bien la situación. Voy a ser sincera, la extrañaba bastante, pero de quien me sorprende sentirme bien con su presencia es de Celine y Nodieu.
—También lamento que Bridget sea la causante de todo este alboroto—continúo.
—Ya le daré su merecido algún día—Celine choca los puños.
Prácticamente nos ponemos al día durante un buen rato hasta que Howard carraspea. Uy, había olvidado que él estaba ahí.
—Tengo que marcharme. No olvide lo que hablamos, majestad—me mira directo a los ojos.
Asiento afirmativamente. Pero en realidad no pienso quedarme aquí, voy a hacer algo al respecto con todo el tema de la iglesia. Howard desaparece cerrando la puerta de la habitación. Parece que voy a tener que esperar un tiempo prudente al igual que él, al menos para actuar.
—¿No n-nos buscará la iglesia?—sugiere Ameba.
Cuando hablé con Howard, se me ocurrió un pequeño plan que involucra sigilo. Tenía pensado hacerlo sola, pero ahora que hay más gente aquí sería una buena idea contar con más manos.
—Tal vez. Escuchen, hay algo en esa iglesia, estoy segura. Y necesito su ayuda para encontrarlo—revelo.
—¿La iglesia del Dragón Negro? Claro, su mayor defecto es Bridget—ladra Celine.
—No pienso negar eso, pero hablo de algo mucho, mucho más grande. Es muy probable que oculten algo, cosas relacionadas a El Abismo y el Dragón Blanco que pueden cambiarlo todo—explico.
—¿Cómo sabemos que es verdad? Podrías estar intentando engañarnos—pregunta Nodieu.
—No te obligo a seguirme. Sé que Bridget pudo haberte dicho muchas cosas terribles de mí, pero puedo asegurarte que mi único deseo es vivir en paz. Eres libre de acompañarme u oponerte a mí—respondo con un suspiro.
—Sí, además sabías a lo que venías cuando te marchaste de la academia—continúa Celine.
Mi percepción sobre esta tipa comienza a cambiar. Sigue siendo ruda y de carácter espinoso, pero creo que puedo confiar en ella. Nodieu es un caso aparte, debe estar todavía en negación con respecto a Bridget. Y Ameba… simplemente es Ameba.
—¿Y cuál es el plan? ¿Ir a preguntarle a los monjes que secretos guardan con recelo?—comenta Celine.
—Ojalá fuera así de sencillo. Vamos a infiltrarnos a su biblioteca—propongo.
—¡Uaaaaaah! ¿Y s-si mejor nos quedamos en la habitación?—dice Ameba, visiblemente nerviosa.
—Tenemos mucho tiempo para planear nuestra entrada, no te preocupes. —le doy una palmada en la espalda—Por ahora, vamos a tener que estudiar a fondo la situación.
—No estoy muy seguro de esto, podríamos ser ejecutados—defiende Nodieu.
—¿Quieres vengarte de la perra o no?—Celine hace otro excelente trabajo controlándolo.
—Sí.
—Entonces te vienes con nosotros. También me parece una idea de mierda, pero creo que será interesante—se apunta Celine.
—Ah… bien, si no hay más remedio—Ameba se lamenta.
—Ugh, hagámoslo—finaliza Nodieu.
¡Esto si me gusta! ¡Es hora de darle un golpe bajo a la iglesia y a Bridget!