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Arthur 02: Princesa perdida.

—Esto es terrible—exclama Julian cuando ve la enorme pila de cuerpos en las calles del distrito Aerilon.

—Eviten estrictamente el contacto con otras personas y los cadáveres, no tenemos manera de garantizar la salud e integridad de cada uno de nosotros—advierte Norbert.

Me aseguro de haberme colocado con fuerza la tela que cubre mi rostro. Mi equipo y yo caminamos por las calles de Aerilon, contemplando las carretas llenas de cuerpos. La peste abisal, una enfermedad en extremo mortal y contagiosa, cubre el cuerpo de manchas negras, provoca altas temperaturas en el cuerpo, tos, sangrados… y el nauseabundo y pestilente olor.

Es increíble como los humanos nos hemos adaptado para sobrevivir rodeados de monstruos, pero ni siquiera sepamos qué demonios es una enfermedad o que la provoca. Estoy casi seguro de que es una habilidad dañina, y esto solo puede significar una cosa. El responsable de esta masacre fue el dragón escamas blancas que matamos en Badaron. Sigo sin comprender por qué pudo activar una habilidad así y llegar a todas partes de El Abismo.

—He escuchado que se te pega si estas cerca de los enfermos, no quiero estar aquí—se queja Sybil.

—No podemos luchar espada con espada contra una habilidad, y el monstruo que la provocó está muerto. Solo nos queda resistir hasta que sus efectos se desvanezcan—analizo sin dejar de caminar.

—¿Y que se supone que hacemos aquí? Sé que venimos a ayudar, pero no hay nada que podamos hacer, todo es un caos—Julian está volviéndose loco.

—En estos tiempos, incluso alejar a los cadáveres de las ciudades es una ayuda enorme—respondo.

Hemos venido desde la capital de Asonas para investigar la peste abisal, y verificar si podemos hacer algo. De hecho, las personas esperan que lo hagamos, somos los héroes después de todo; y eso justamente eso lo que me frustra, no poder hacer algo al respecto de forma directa.

—Bien, es aquí, el señor Bowyar es un hombre bastante sabio, lo tengo en alta estima, seguro que puede decirnos algo al respecto—toco la puerta de un edificio.

Tenemos que repetir esto un par de veces antes de que nos abran. Quien se asoma es nada más y nada menos que el profesor de la familia real, aquel que se encargó de la educación de mis hermanos y mía.

—Señor Bowyar, lamentamos la molestia—me disculpo de antemano.

—Oh, pero si es su majestad, el príncipe Arthur. Ha pasado tanto tiempo desde la última vez que nos vimos—saluda con una reverencia.

—Venimos a buscarlo, tengo un par de preguntas y usted es el hombre más indicado que conozco para eso.

—Tienen suerte de encontrarme en Aerilon, acabo de regresar no hace mucho de Badaron—dice dándonos la entrada.

Mi grupo y yo entramos hacia el edificio. Por dentro es un caos de libros y notas en todos lados.

—¿Badaron? ¿Qué hacía allá? Estuvimos hace poco también. De hecho, mi consulta tiene que ver con cierta hipótesis cuyo origen creo asociar a ese pueblo—respondo tomando asiento.

—Oh, majestad, creo que usted no lo sabía, pero fui denigrado y destituido de mi cargo como profesor aquí, fue poco después de que terminé la tutoría de su hermana, Majorie. No tuve ningún lugar a donde ir, así que me cobijé en Badaron. Tenía mucho tiempo sin dar una sola clase, hasta que una pareja de campesinos me preguntó si podía darle educación a una muchacha algo extraña, la chica no sabía hablar, así que fue algo complicado. Poco después fui contactado por la universidad de Wartshog para investigar la peste abisal que se ha estado propagando. Es así como llegamos a este punto—resume todo lo que ha pasado con él.

—Eso es terrible. Supongo que Majorie fue la razón por la que usted fue despedido—lamento.

—No piense eso de su hermana, la chiquilla es un cerebro andante, tan inteligente que a veces me sorprendía. Supe que entró a la academia Vaumose no hace mucho—el señor Bowyar prepara algo de té.

—Sí, pero no he tenido noticias de ella en un largo rato, tuve trabajo que hacer y no pude despedirme de ella.

—Ya veo. Seguro que está bien, es una chica lista. Y regresando al tema que nos concierne, ¿A qué debo su presencia?—pregunta sirviendo tazas para todos.

—Lo mismo que usted investiga. Necesitamos saber si hay alguna manera de detener la peste. Si no hacemos algo, puede que sea el caso más mortal al que la humanidad se esté enfrentando—respondo tomando la taza y mirando mí reflejo en el té.

Muevo la cuchara, admirando como el agua se tiñe ligeramente de otro tono, infusionándose con las hojas.

—Entiendo. Lo lamento mucho, pero no he tenido mucha suerte con mi investigación. Lo único que tengo, son meras conjeturas, hipótesis basadas en ciertos rumores no confirmados.

—Cualquier cosa nos será de utilidad—añado.

Bowyar parece pensarlo un poco antes de acercarse a su escritorio y sacar de un cajón unos documentos. Hace una seña para que nos acerquemos más, como si lo que fuera a decir estuviera prohibido.

—Bien, tengo algo que tal vez podría servir. Me gustaría que todos los presentes manejaran esto con cautela. Esto que tengo en mis manos son palabras que pude rescatar de un viejo amigo, uno dedicado en cuerpo y alma a la alquimia. Por lo que pude leer, teorizó que la peste, así como otras enfermedades, son provocadas por diminutos monstruos que no podemos ver, pero que se encuentran dentro de nosotros—explica el profesor.

—¿Monstruos pequeñitos? Eso es ridículo—exclama Julian.

—Puede ser, al final de cuentas no es más que una teoría con falta de sustento. Sin embargo, no podemos consultarle en persona más datos, fue asesinado hace no mucho. Puede que la causa del atentado sea esta información—revela Bowyar.

—¿Quién podría estar detrás de eso? Matar a alguien por una mera conjetura—llevo mi mano a mi barbilla, intentando pensar.

—Si esto resultara ser cierto y el asesino lo sabe, entonces mucho me temo que nos enfrentamos a un enemigo de la humanidad. Ocultar información así de relevante suena a una conspiración delicada—dice Norbert con su voz seria.

—No nos matarán a nosotros también… ¿O sí?—pregunta Sybil, aterrorizada.

—No cambiaria mucho nuestro estilo de vida, vivimos al borde de la muerte cada día, con cada misión—añado.

—En fin, lamento no poder ayudarles con algo más, pero pueden quedarse a revisar lo que necesiten si todavía no están satisfechos—ofrece Bowyar.

—Aceptamos su invitación, muchas gracias, profesor—respondo de inmediato.

Y así, dedicamos una gran cantidad de ciclos a leer manuscritos, cartas y libros enfocados en la peste abisal. Por desgracia, no nos sirve de mucho.

 

•┈••✦ ۵ ✦••┈•

 

Un toc toc en la puerta me saca de mi concentración.

—Eh, Arthur, hay un guardia en la entrada—informa Julian luego de asomarse.

Cierro el libro que estaba leyendo y lo dejo en el escritorio. Norbert está aprovechando el tiempo para mezclar sus venenos y pociones, Sybil duerme y Julian acompaña a Bowyar en su investigación. Me acerco a la puerta para hablar con el guardia que ha venido.

—¿Qué sucede?—pregunto con extrañeza.

—Majestad, traemos malas noticias—responde el mensajero.

Un nudo aparece en mi garganta y me veo obligado a carraspear para concentrarme en sus palabras.

—La princesa Majorie ha escapado de la academia Vaumose. Se le está buscando exhaustivamente, pero no hemos tenido éxito—declara el guardia.

—¿Qué? Eso no es posible…

—El rey y la reina exigen su presencia en la capital de Asonas cuanto antes. La situación es delicada—finaliza.

Afirmo con la cabeza y cierro la puerta. Mi primer pensamiento es la seguridad de Majorie. Fuera de la academia, como una fugitiva y con un montón de fanáticos religiosos allá afuera no durará mucho. Me coloco con rapidez la capa y pongo en alerta a mis compañeros.

—Atención, tenemos que regresar a la capital ya. Es una orden—cargo mi bolsa en mi espalda.

—¿Eh? Solo hemos estado un par de ciclos aquí—replica Julian.

—Lo sé, y lamento no poder quedarnos más tiempo, pero hay una situación urgente. Majorie escapó.

Julian, Sybil y Bowyar hacen un sonido de sorpresa y su rostro cambia también. Norbert es el segundo en estar listo justo después de mí.

—Agradezco su hospitalidad, profesor, pero debemos irnos—me disculpo.

—Lo entiendo, majestad. Por favor, encuentre a su hermana sana y salva—se despide con una reverencia.

Prácticamente salgo corriendo por todo el distrito hacia el establo donde dejamos nuestros caballos. No tengo idea de donde pueda estar Majorie, pero voy a encontrarla y traerla de regreso.

 

•┈••✦ ۵ ✦••┈•

 

—Padre, madre, he venido tan rápido como pude—irrumpo en la sala de reuniones del castillo.

En la gran mesa que hay a lo largo de la habitación, se encuentran tanto mis padres como mis hermanos. Todos tienen una expresión sombría en el rostro.

—Arthur, gracias a los dioses que estás aquí. Te estábamos esperando—dice mi padre en un extremo de la mesa.

Tomo asiento y decido escuchar la situación a la que nos enfrentamos. Primero la peste abisal, luego la desaparición de Majorie… hay tanto por hacer que no sé ni por donde comenzar.

—Bien, estamos reunidos todos. Agradezco que hayan interrumpido sus tareas y les pido una disculpa de antemano. Como bien saben, mi hija, Majorie Vawdrey, ha escapado de la academia Vaumose hacia un destino desconocido. Ya movilicé a una gran cantidad de tropas, pero no hemos conseguido información relevante—anuncia mi padre.

—¿Cómo fue que escapó y en qué circunstancias? Esa no es la Majorie que conocemos—pregunta Baldwin.

—Los reportes indican que tomo a su unicornio y con su ayuda escapó. Lo último que se supo de ella es que tomó el camino oeste—responde mi padre.

—Se dirige a Ferncombe, a unas cuantas horas del distrito Aerilon. No hay otro lugar a donde haya podido escapar—analizo desplegando un mapa de la primera capa abisal.

—Si se dirige a Ferncombe… entonces tiene intenciones de ir a la segunda capa. Ay, mi Majorie, no entiendo que puede haber allá—añade Celica.

Saco otro mapa, esta vez de la segunda capa. Buscamos cualquier cosa que pueda sernos de utilidad, pero nadie en la sala es capaz de adivinar algo. No hay ningún punto de interés al que Majorie pueda ir.

—¿Y si solo está intentando confundirnos? Puede que su destino final no sea la segunda capa, tal vez intenta esconderse de algo. Ella nunca ha estado allá, es imposible que tenga algún contacto que le ayude—suspira Celica.

Nos devanamos los sesos un rato hasta que la puerta de la sala se abre y cierra. Unos pasos firmes y sonoros le acompañan.

—Está claro que la princesa está intentando llegar a la tercera capa, los Jardines Huecos—revela la voz del cardenal Amcottes.

Tanto Baldwin como Celica entrecierran los ojos y le dirigen una mirada desconfiada a él y su hija, Bridget.

—Oh, Amcottes, es un alivio verlo aquí—saluda mi padre.

—Siempre es un placer ayudar, especialmente a la familia real, majestad—ambos hacen una reverencia.

—¿Y cómo sabes que Majorie se dirige a los Jardines Huecos? ¿Acaso la viste?—interroga Baldwin con cierta hostilidad en su voz.

—Agradezco su pregunta, príncipe. Algunos de mis sacerdotes y personal eclesiástico aseguran haberla visto en Fercombe, junto a su unicornio. Su último avistamiento fue en la torre de vigilancia de los caminos que conducen a la segunda capa—informa mientras se pasea por la sala.

—¿Por qué habriamos de creerte? ¿No estará huyendo de ti?—ataca Celica.

—Baldwin, Celica, este no es el momento. Por favor, prosiga—me veo obligado a interrumpirlos.

—Descuide, héroe Arthur. Vine aquí por dos razones, una de ellas fue informar los avistamientos de la princesa. La segunda, es pedirles una disculpa formal y explicita en nombre mío y de la iglesia. El motivo por el que la princesa escapó es porque mi hija Bridget tuvo una discusión acalorada con ella, una situación que acabó de forma violenta—explica.

La chica da un paso al frente, hace una reverencia y se disculpa.

—Lo siento mucho. Mis acciones fueron incorrectas, y eso por eso que quiero colaborar en la búsqueda de la princesa y solicitar un castigo adecuado a mi comportamiento—cierra los ojos y recita.

—¿Majorie peleando? Es imposible, ella es la niña más dulce y pacifica que he conocido en mi vida—aboga Celica.

—Entiendo la alta estima que le guardan a su majestad, pero también entiendan que su respuesta no fue violenta solo porque sí, ella intentó defenderse de mis argumentos. Una vez más, espero que puedan perdonarla a ella y a mí—da otra reverencia y regresa a su lugar.

Tanto mi padre como mi madre están asombrados de la revelación. No parecen dar crédito a lo que oyen, incluso yo estoy consternado y confundido por la situación.

—Da igual eso por el momento. Debemos concentrarnos en encontrarla. Señor Amcottes, ¿en que se basa para afirmar que Majorie se dirige hacia los Jardines Huecos?—regreso al tema que nos concierne.

Amcottes guía su mano hacia el interior de su túnica para sacar un cuerno de unicornio.

—Ella está buscando esto—confiesa.

—¿Un cuerno de unicornio? No lo entiendo—responde Baldwin.

—En efecto. Pero no busca cualquiera. Ella quiere uno en específico, uno de un unicornio poderoso, con una magia tan fuerte que sea capaz de curar su maldición—desvela.

—El Destello Oscuro—las palabras salen de mi boca tan pronto conecto todo.

Amcottes sonríe.

—Justo después de su fuga, las autoridades de la academia revisaron su habitación, pero solo encontraron a una chica de higiene dudosa en medio de una crisis nerviosa. Logramos que confesara el paradero de la princesa, y es así como los cabos se ataron solos—finaliza Amcottes.

Me levanto de inmediato de la silla y me coloco la funda de la espada.

—No hay tiempo que perder. Tenemos que ir de inmediato a los Jardines Huecos, no podemos dejar que Majorie ponga un solo pie ahí—camino hacia la puerta de salida.

—Iré contigo. No voy a dejar a mi hermana sola en esto—Baldwin también se pone de pie.

—Ugh, es mucho trabajo, pero Majorie es Majorie. Me apunto—Celica hace lo mismo.

Me detengo en seco y volteo a ver a mis padres.

—Volveré con ella, lo prometo—doy una reverencia.

—Por favor, tráela sana y salva—implora mi madre.

Baldwin y Celica me siguen por detrás.

—Héroe Arthur, llevo buscando al Destello Oscuro desde hace muchos cursos. Le deseo suerte en su batalla, si consigue asesinarlo, no solo salvará a su hermana, sino a toda la humanidad de esa bestia—añade Amcottes.

—Tenga por seguro que traeré su cabeza. Por favor, ayuden a los afectados por la peste mientras nos encontramos fuera—salgo de la habitación.

Mi equipo está afuera, esperando pacientemente mi regreso. Ellos se ponen en guardia y miran con extrañeza a mis hermanos.

—Arthur… ¿Qué sucederá?—pregunta Sybil.

—Regresamos a Badaron, ahora. Tenemos que llegar antes que Majorie—explico.

—¿Podrías ser más específico? ¿Saben su paradero?—cuestiona Julian guardando su arco y carcaj.

—Se dirige a buscar al Destello Oscuro, en los Jardines Huecos. Norbet, quiero que fabriques tus venenos más potentes, pociones y sellos mágicos también—doy la orden.

Y así, tanto mis hermanos como mi equipo, partimos de inmediato para encontrar a Majorie antes de que esa bestia la encuentre antes.

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