Gerard utilizó inmediatamente su habilidad hereditaria mientras se preparaba para absorber la energía de la explosión y desviarla a otro lugar, protegiéndose a sí mismo y al Posadero de cualquier daño en el proceso. Sin embargo, la onda expansiva esperada nunca lo alcanzó, y aparte de la nube de polvo que fluía rápidamente y lo envolvía, nada más se acercaba a él.
El anciano no tuvo tiempo para la confusión pues rápidamente sopló el polvo para ver qué había sucedido, pero se quedó petrificado por lo que vio. El Posadero, vestido prístinamente como siempre, se erguía frente a él, mostrándole solo su ancha espalda.
Un escudo transparente había aparecido frente al Posadero, bloqueando todos los escombros así como la onda expansiva.
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