Kellman, con una mano en el hombro de Howard, comentó:
—Este lugar merece un nombre mejor, uno que haga juego con la belleza de este camino. ¡Antes de venir aquí, pensé que sería un agujero oscuro donde ni siquiera puedes ver tu mano frente a tu rostro! Todos estuvieron de acuerdo de todo corazón.
Tina, revisando el mapa y persuadida por las repetidas sugerencias de Catt, decidió que descansarían en la taberna.
Después de un corto rato navegando la intrincada red de callejuelas, el grupo llegó con éxito a su destino, una calle sin pretensiones.
Kellman empujó la gastada puerta de madera de la taberna, y el amigable tabernero los saludó prontamente:
—Bienvenidos, todos. ¿Qué les sirvo?
Cada uno pidió su bebida deseada, con nombres que Howard nunca había oído antes.
Decidió ir por el mismo licor fuerte que el Capitán Kellman; sus heridas eran dolorosas y sabía que no dormiría bien sin una bebida.
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