—Ya volviste —dijo Jia Li con una sonrisa. Estaba comiendo, pero parecía feliz de verlo.
—Mmm —murmuró Fu Hua en respuesta antes de volverse hacia el anciano que no le había prestado atención para preguntar—. Abuelo, ¿hace mucho que llegaste?
—No hace mucho. No me distraigas de charlar con mi precioso nieto. Mira qué obediente es, justo como la chica Li —dijo Abuelo Fu sonriendo, todavía con la mirada en la niña en sus brazos.
—Abuelo, ¿por qué solo dices que ella es bastante como Jia Li y yo qué? —preguntó Fu Hua, pensando que era injusto.
—¿Tú? Si supieras lo problemático que eras cuando eras joven, no hubieras mencionado esto —dijo Abuelo Fu mientras le echaba una mirada.
Fu Hua frunció el ceño, mientras Jia Li lo miraba asombrada. No podía creer que el hombre frío que siempre había conocido había sido terco de joven. Pensaba que era tranquilo y le gustaba estar solo, pero quién diría que era todo lo contrario.
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