Más tarde, ese día en la habitación de Damien, Penélope lo observaba de reojo mientras él seguía leyendo un libro en su mano. Con nada que hacer, Penny se sentó en silencio en la habitación, pero estaba aburrida. No sabía cuánto tiempo podría quedarse así sin hacer nada.
—Adoro la adoración que sientes hacia mí. No creo que ninguna mujer me haya visto con tanto amor como tú lo haces —comentó Damien, levantando la vista del libro que leía para sentir la mirada continua de la chica que había marcado.
Penny se estaba acostumbrando a sus palabras, lo que solo lo provocaba más a hablar, —¿Esperas algo?
—¿Q-qué quieres decir? —preguntó ella con un ligero tartamudeo. Qué chica tan inteligente, pensó Damien para sí mismo, razón por la cual había disfrutado de su compañía durante tanto tiempo. Ella sabía exactamente a lo que se refería desde el primer momento, lo que demostraba que finalmente estaba alcanzándolo.
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