—No esperaba que hicieras eso... —Rosalind escuchó la voz del Duque antes de que pudiera verlo. ¿Había venido a regañarla por lo que hizo? ¿Era porque asustó demasiado a Fraunces?
Si al hombre realmente le importaba Fraunces, ¿entonces por qué no casarse con ella?
La repentina afluencia de pensamientos sorprendió a Rosalind. Pudo sentir su rostro calentarse por sus vergonzosos pensamientos. ¿Qué le estaba pasando?
—¿Estás aquí para decirme que no lo haga de nuevo? —ella preguntó.
—Todo lo contrario.
—¿Perdón?
—Esperaba que hicieras algo peor.
—¿Querías que matara a uno de tus hombres solo por burlarse de mí? —ella preguntó. ¿Acaso pensaba que era tan mezquina?
—No, pero esperaba que fueras más fría.
—Más fría... —ella bufó. Se sentó frente a él. El calor del carruaje la hizo sentirse cómoda al instante. Miró el té en las manos del Duque. Parecía caliente, pero ¿cuándo lo preparó?
Ella solo había salido del carruaje unos minutos para confrontar a Fraunces.
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