—Eres un hombre bastante codicioso —murmuró Dora al escuchar al hombre hablando con su compinche.
—Claro que lo soy. Mira, pronto me volveré un fantasma. Tengo que hacer preparativos con antelación, ¿verdad? —Su voz era fría, casi divertida por su propia lógica retorcida.
Antes de que pudiera continuar, las puertas de la habitación se abrieron de golpe con un estruendo ensordecedor. Sorprendido, el hombre se giró justo a tiempo para ver a los oficiales irrumpir con las armas desenfundadas. Su expresión de suficiencia desapareció, reemplazada por la conmoción mientras lo acorralaban, inmovilizándolo en el suelo con rápida y práctica precisión.
—Tú... ¿Cómo pudiste
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