Seb miraba a la mujer acurrucada en sus brazos, sus rasgos suavizados por el sueño. Un suspiro escapó de él; ella parecía completamente exhausta. A pesar del deseo que sentía, sabía que era mejor no actuar impulsivamente.
Así que, su matrimonio aún no se había consumado. Un hecho que a la vez le preocupaba y le tranquilizaba. Pero sabía, claro estaba, que solo era cuestión de tiempo que la volvería a tener en su cama, gimiendo de placer con su nombre. Necesitaba presionarla, asegurarse de que aceptara el matrimonio tal como estaba antes de regresar a la ciudad. Si no, las cosas no acabarían bien para ellos. Sin embargo, la necesidad de protegerla a ella y a su hijo nonato le hacía tropezar constantemente.
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