Las piernas de Daphne estaban rectas contra el pecho de Atticus, sostenidas ahí solo por una de sus manos mientras la otra estaba en su cintura. Con un empujón agudo, Atticus rápidamente aumentó la velocidad y el impulso, follándola sin piedad justo en su estrecha y cremosa vagina, dejando a Daphne en un desorden maullante.
Ella ya estaba completamente llena, pero fiel a sus palabras, Atticus no parecía tener ninguna intención de detenerse pronto.
Los gemidos que escapaban de sus labios eran desesperados, vulgares y salvajes, nada menos que una bestia en celo con la necesidad desesperada de aparearse. No era solo eso. La habitación estaba llena de otros ruidos dudosos, como el húmedo chapoteo de su entrada mojada cada vez que Atticus entraba y salía, emparejado con el sonido lascivo del contacto cada vez que sus bolas golpeaban contra su trasero.
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