—También puedes descansar si quieres —sugirió él.
Erin negó con la cabeza. —Estoy bien.
Lucian no insistió, pero se movió para agregar más bloques de madera a la chimenea. Ella observaba lo concentrado que estaba en la tarea que tenía entre manos, como siempre. Nunca hablaba mucho ni mostraba emociones. Aunque él era su guardaespaldas, ella sabía casi nada sobre él; eran más como extraños. Sin embargo, algo de él la atraía, y se encontraba incapaz de dejar de pensar en él.
Tal vez era su manera de ser. Esa calidad enigmática que él tenía era lo que la atraía. Era un misterio, y la forma en que cuidaba de los demás sin decir una palabra era única. Aunque parecía distante y no expresaba nada, ella a menudo se preguntaba qué pensaba exactamente o cómo se sentía acerca de ciertas cosas.
Estaba justo ahí frente a ella, a solo un brazo de distancia, pero se sentía como alguien a quien nunca podría acercarse realmente.
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