El tono dorado en los ojos de Zeres se desvaneció lentamente, pero su mirada en Dinah permaneció rigurosa.
—¿Y qué si lo soy? ¿No puedo esconder a alguien en mi propia habitación? —respondió. Su voz volvió a ser tranquila, pero el aire a su alrededor aún era un poco pesado.
Dinah lanzó una mirada a la puerta detrás de él y una sonrisa se formó en su rostro. —Por supuesto, puedes, Zeres. Solo me hace preguntarme qué tipo de persona debe ser para que actúes de manera tan defensiva como esta.
Un breve pero pesado silencio reinó entre ellos antes de que Zeres momentáneamente apartara su mirada de ella mientras hablaba. —Solo es otra bruja con la que pasé la noche. Todavía está durmiendo, así que no quiero que nadie la moleste —dijo. Sus orejas incluso se pusieron ligeramente rojas.
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