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Capítulo 50 – Revuelta

Terminé bañarme y me dirigí a la terraza iba a probar si la carne era toxica. Sin embargo, al acercarme al pasillo Mario me encontró y dijo.

Carnicero: Leo tenemos que irnos. Es una emergencia.

Leo: ¿Qué paso?

Carnicero: Los sobrevivientes del Ala oeste están viviendo hacia nosotros armados con hachas de incendios, escobas y cuchillos de cocina. No tienen ganas de charlar.

Al escuchar sus palabras entendí por completo la situación. Al parecer ya no tenían otra opción más que buscar comida afuera. Si hay algo de que preocuparse en el fin del mundo es de los humanos. Por eso incluso aquí hacemos guardia cuando dormimos. Corrí junto con Mario hasta llegar al primer piso. En él había una sala de espera grande en donde una anciana tenía un par de Binoculares.

Anciana: No pensé que estos binoculares que usaba para ver pájaros fueran útiles para otra cosa.

Sonia: ¿Cuántos son?

Anciana: once personas.

Sonia: ¿Puedo ver?

Anciana: Sí. Claro

Sonia agarro los binoculares y observo con detalle. Cuando termino bajo lentamente los binoculares y una lagrima bajo por su mejilla. Me acerqué y puse mi mano sobre su hombro y dije.

Leo: ¿Qué pasó?

Sonia: Ahí está mi asistente. Era prácticamente mi amiga de la infancia. La conocía desde la escuela y ahora ella… Ella está muy lastimada.

Leo: ¿Cuál es el plan?

Sonia: No sé qué quiere. Pero no dejare que entren. Ellos nos botaron por su egoísmo que no los dejaba ver más allá de su propio bien.

Leo: Déjanoslo a nosotros.

Sonia: Confió en ustedes.

Cristina, el anciano Morales, Julia, Alejandra, Mario, Diana y yo nos dimos un paso al frente. Deje a Kitty con Melissa para que la protegiera en caso de emergencia. Sonia nos acompañó.

Leo: Cierren todas las puertas y no dejen que nadie entre sin mi orden.

El anciano de la puerta se encargó de sellarla. Mientras que nosotros nos equipábamos y alistábamos para la posible pelea.

La multitud pronto llego frente a nosotros deteniéndose un par de metros.

Gordo: Sonia mucho tiempo sin verte.

Sonia: Déjate de tonterías. ¿Qué quieres?

Gordo: JAJAJA. Tan directa como siempre. Vera nos quedábamos sin comida en el ala oeste y me entere que obtuviste suministros. Como sobrevivientes tenemos la obligación de compartir. ¿No crees?

Sonia: No te daré ni un solo grano de arroz. ¡Albóndiga chupasangre!

La cara del gordo se retorció al escuchar lo último que dijo Sonia. Puso su mano en su bata y saco lo que parecía ser un arma, la cual apunto a Sonia.

Gordo: ¡Intente ser bueno, pero como escucharon la directora no quiere escuchar razones! ¡Si no se puede por las buenas tendrá que ser a las malas!

*Bang

La bala salió dispara lo que provocó que me pusiera frente a Sonia. La bala impacto mi pecho doblándose por el impacto.

Leo: Auch. Eso duele

Con mi mano saque la bala que se quedó atorada en mi pecho. No había perforación en mi pecho. Solo se dañó mi ropa.

Leo: ¡Esa era mi camiseta favorita!

El gordo quedo impactado cuando vio lo que ocurrió.

Gordo: ¡Ataque! ¡Tienen comida!

Los aturdidos sobrevivientes salieron corriendo en todas direcciones. Tenían hambre, pero no eran estúpidos. Una persona que detiene una bala con su cuerpo estaba al nivel que cierto héroe con capa.

Gordo: ¡Traidores!

Frente a mí solo se quedó el gordo y tres mujeres que estaban temblando.

Sonia: Karla amiga. ¿Estas bien?

Karla: ¡!

Una de las mujeres temblorosas levanto lentamente la cabeza y la agacho casi al instante. Al ver esto el gordo agarro a la mujer y le apunto con el arma en la sien.

Gordo: ¡Denme toda la comida que tengan o la mato!

La mujer llamada Karla tembló aún más al sentir el frio de la punta del cañón en su sien. Lagrimas caían por su rostro provocando que Sonia temblara del coraje. Ese pequeño acto de preguntar por ella provoco esta situación. Sin embargo, yo estaba preguntando otra cosa. Si eran tan buenas amigas, ¿Por qué no se fue con Sonia cuando fue expulsada?

Gordo: ¡Espera! ¡Esas perras también se ven bien! ¡Que vengan conmigo junto con la comida!

El gordo apunto a Alejandra, Cristina, Diana, Julia y Sonia con el cañón. Ya estaba completamente enojado por que llamó perra a mi Julia.

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