—¿Y qué tienen que ver los licántropos en todo esto? —preguntó entonces Tanya, mirando a Jacob y a Leah.
Antes de que Edward pudiera contestar, habló Jacob.
—Si los Vulturis deciden no detenerse hasta escuchar lo que haya que decir sobre Minnie y Soo, es decir, Mi y Soo. —se corrigió al ver la mirada que le lanzaba. —Seremos nosotros los que los detengamos. —
—Muy valiente de su parte, chicos, pero sería imposible hasta para luchadores más experimentados que ustedes. —
—No saben lo que somos capaces. —dijo Leah harta de ser subestimada.
Tanya se encogió de hombros.
—Es su vida, la verdad, y pueden hacer con ella lo que quieran. —
Los ojos de Jacob se movieron hacia Mí, que estaba todavía en los brazos de Carmen, la cual estaba sentada en el sofá junto con Kate y Soo, y Leah que estaba cerca de ellos vigilando a las vampiras.
—Son especiales estos pequeñines. —dijo Tanya. —Difícil de resistir. —
—Una familia llena de talentos. —murmuraba Eleazar mientras seguía caminando de un lado a otro. —Un padre lector de mentes, una madre escudo e ilusionista y la magia que sea con la que estos niños extraordinarios nos han hechizado y aparte los otros dones que se cargan. Habrá algún nombre para lo que ellos hacen. ¡Como si una cosa como ésta pudiera considerarse normal! ¡Wow, un vampiro híbrido! —
—Perdóname. —dijo Edward con voz aturdida y se acercó a Eleazar. —¿Cómo has llamado a mi esposa? —
Eleazar miró a Edward con curiosidad, y dejo de caminar.
—"Escudo", creo que he dicho. Me está bloqueando justo ahora, así que no estoy muy seguro. —
Mire a Eleazar confundida. ¿Escudo? Qué y supiera solo tenía el don de las ilusiones ¿Qué quería decir con que estaba "Bloqueándole"? Yo sólo estaba allí, justo a su lado, sin hacer nada en mi defensa.
—¿Un escudo? —dijo Edward desconcertado.
—¡Vamos, Edward! Si yo no puedo leerla, dudo que tú seas capaz. ¿Estás escuchando sus pensamientos ahora? —le preguntó Eleazar.
—No. —murmuró Edward. —Pero jamás he podido hacerlo, ni siquiera cuando era humana. Además no sabía que era posible que tuviera dos dones. —
—¿Nunca? —pregunto. —Qué interesante. Eso indicaría un talento bastante poderoso, si ya se manifestaba de forma tan clara antes de la transformación. No puedo encontrar ningún camino por el que abrirme acceso a través de su escudo para ver de qué va la cosa. Todavía no debe de estar madura en este sentido... sólo tiene unos cuantos meses. Y por lo que parece no es consciente en absoluto de lo que está haciendo, no como su otro don. —dijo pensativo para después soltar una risita. —Qué ironía. Aro me envió por todo el mundo a la búsqueda de este tipo de anomalías y tú simplemente te la tropiezas por accidente y ni siquiera te das cuenta de lo que tienes. —
—¿De qué hablas? ¿Qué quiere decir que soy un escudo? —dije confundida.
Eleazar me examinaba con la mirada.
—Supongo que éramos demasiado formales en la guardia sobre este tema. La verdad es que categorizar un talento es un asunto subjetivo y arriesgado. Cada don es único y nunca se repite la misma cosa dos veces. Hay aptitudes que son nada más que defensivas, protegen algunos aspectos del portador, y a ésos siempre les hemos llamado escudos. ¿Nunca has comprobado tus habilidades? ¿No has bloqueado a nadie más además de a mí y a tu compañero? —
Me llevó varios segundos organizar la respuesta, a pesar de lo rápido que trabajaba mi nuevo cerebro.
—Sólo funciona con ciertas cosas. —expliqué. —Mi cabeza es una especie de... zona privada, pero no ha impedido que Jasper sea capaz de modificar mi estado de ánimo y Alice lea mi futuro. —
—Es una defensa puramente mental. —Eleazar asintió para sí mismo. —Limitada, pero fuerte. —
—Aro no podía escucharla. —intervino Edward. —Y era humana cuando se conocieron. —
Eleazar abrió los ojos sorprendido.
—Y Jane intentó hacerme daño pero tampoco pudo. —dije. —Edward cree que Demetri no es capaz de encontrarme y que tampoco Alec podrá conmigo, eso es bueno ¿No? —
Eleazar sorprendido, asintió.
—Muy bueno. —
—¡Un escudo! —exclamó Edward con satisfacción. —Nunca lo había mirado desde ese punto de vista. La única persona que conocí con ese don era Renata, y lo que ella hacía era bastante diferente. —
Eleazar se recobró un poco.
—Sí, no todos los talentos se manifiestan siempre de la misma manera, porque tampoco nadie piensa justo del mismo modo. —dijo Eleazar. —Elina debió tener una mente poderosa como para desarrollar dos dones. —
—¿Quién es Renata? ¿Qué hace ella? —pregunté.
—Renata es la guardaespaldas personal de Aro. —me contó Eleazar. —Tiene un escudo muy práctico y fuerte. Me pregunto... —dijo pensativo. —Verás, Renata es un poderoso escudo frente a un ataque físico. Si alguien se acerca a ella o a Aro de manera hostil, lo desvía inmediatamente. Hay una fuerza a su alrededor que repele y es casi imperceptible. Simplemente te encuentras yendo en una dirección que no habías planeado, con la memoria confusa, sin conseguir recordar por qué te habías planteado ir en la otra dirección en primer lugar. Puede proyectar ese escudo a varios metros de donde esta. También protege a Cayo y Marco cuando les es necesario, pero Aro es su prioridad. Lo que hace no es en realidad físico. Como la mayoría de los dones que poseemos, surge de la mente. Si ella intentara rechazarte, me pregunto quién ganaría. Nunca había oído que los dones de Alec o Jane hubieran sido burlados. —
—Omma, eres especial. —me dijo Mi.
—Es mucho más que eso. —dijo Soo serio pero sonriendo de lado.
Su hermana estuvo de acuerdo con lo que dijo y asintió.
Sonreí medio desorientada, yo ya me había hecho a la idea que las ilusiones y el autocontrol eran mis dos dones, pero ahora resulta que mis dones eran el ilusionismo físico y el escudo mental… sí que estaba sorprendida.
Tal vez pudiera trabajar más con mi escudo, tal y como lo hice con mis ilusiones, pero ¿Cómo?
Me quede con esa duda hasta que Kate pregunto con interés:
—¿Eres capaz de proyectarlo? —
—¿Proyectarlo? —pregunté.
—Empujarlo al exterior, fuera de ti. —me explicó Kate. —Proteger a alguien además de a ti misma. —
—No lo sé. Nunca supe que era un escudo así que nunca lo intenté. Y además no sabría por dónde comenzar. —
—Oh, puede que no sea posible. —dijo ella con rapidez. —Solo Dios sabe cuánto llevo trabajando en esto desde hace siglos y lo máximo que he logrado es hacer correr una especie de corriente sobre mi piel. —
La mire confundida, ¿Cuál sería su don?
—Kate tiene un don ofensivo. —me explicó Edward. —Muy similar al de Jane. —
Me aparté un poco de ella, más vale prevenir que lamentar. Ella comenzó a reír.
—Yo no lo uso en plan sádico. —me aseguró. —Es un don muy útil cuando vas a luchar. —
Analice las palabras de Kate, habría alguna forma de proteger a alguien además de a mí misma, si había una posibilidad, la tomaría.
—¡Tienes que enseñarme cómo hacerlo! —dije agarrando a Kate del brazo sin pensar y haciendo un puchero para convencerla. —¡Por favor, por favor! —
Kate se encogió ante la fuerza de mi agarre.
—Quizá podría hacerlo si... dejaras de intentar arrancarme el brazo. —
—¡Oh! ¡Perdón! —me disculpé apenada y la solté.
Tomo mi brazo rápidamente.
—Tu escudo está actuando, estoy segura. —dijo Kate. —Ese movimiento podría haberte arrancado el brazo. ¿No sientes nada en estos momentos? —
—No, no siento nada. ¿Estabas haciendo lo de tu corriente eléctrica? —
—Sí. Mmm. Nunca he encontrado a nadie que no la percibiera, fuera inmortal o cualquier otra cosa. —
—¿Dijiste que la proyectabas? ¿Sobre tu piel? —
Kate asintió.
—Antes sólo me ocurría en las palmas de las manos. Así como Aro. —
—Pero después de un montón de práctica, puedo irradiar la corriente por todo mi cuerpo.
Después de esa explicación, ya no escuche nada más. Estaba más entrada en pensar que si lograba hacer lo que quería podría proteger a todos los que amo, tenía que hacerlo.
Como estaba tan metida en mis pensamientos, no escuche la plática de Edward y Eleazar hasta ese momento.
—¿Puedes pensar en al menos una excepción? —preguntaba Edward.
Puse atención para captar el sentido de la conversación, a la cual ya todos le ponían atención. Se inclinaban el uno hacia el otro con interés, la expresión de Edward tensa debido a la sospecha y la de Eleazar, infeliz y reacia.
—No quiero pensar en ellos de esa forma. —dijo Eleazar entre dientes. Me sorprendió su cambio. —Si tuvieras razón... —
Edward lo interrumpió.
—El pensamiento era tuyo, no mío. —
—Si yo tuviera razón... ni siquiera puedo comprender lo que eso significaría. Cambiaría de arriba abajo el mundo que hemos creado. Cambiaría incluso el sentido de mi vida, de aquello a lo que he pertenecido. —
—Tus intenciones siempre fueron buenas, Eleazar. —
—¿Y qué importaría eso? ¿Qué es lo que he hecho? Cuántas vidas... —
Tanya puso la mano sobre el hombro de Eleazar para consolarlo.
—¿Qué es lo que nos hemos perdido, amigo mío? Quiero saberlo para poder discutir en contra de esos pensamientos. Tú nunca has hecho nada que merezca que te castigues así a ti mismo. —
—¿Ah, no lo he hecho? —murmuró Eleazar.
Quito la mano de Tanya de su hombro, se levantó y comenzó a caminar de nuevo de un lado a otro, más rápido que antes. Tanya lo miro durante medio segundo y después volteo hacia Edward.
—Explícate. —
Edward asintió, mientras miraba a Eleazar.
—Él estaba intentando comprender por qué venían tantos de los Vulturis a castigarnos. Ésa no es la manera en la que suelen hacer las cosas. Es verdad que nosotros somos el aquelarre más maduro y grande con el que han tratado, pero en el pasado otros aquelarres se han unido para protegerse y nunca han sido un gran reto, a pesar del número que llegaran a sumar. Nosotros estamos más íntimamente ligados y ése es un factor a tener en cuenta, pero no el principal. Estaba recordando otras veces en las que algunos aquelarres han sido castigados, por una cosa u otra, y se le ha ocurrido que hay un patrón. Un patrón que el resto de la guardia no habría notado nunca, ya que Eleazar era el encargado de pasar la información confidencial a Aro, en privado. Un patrón que sólo se repite cada siglo más o menos. —
—¿Y cuál es ese patrón? —preguntó Carmen.
—Aro no suele ir a las expediciones de castigo. —explicó Edward. —Pero en el pasado, cuando Aro quería algo en específico, no tardaba mucho en encontrar evidencias de que tal o cual aquelarre había cometido un crimen imperdonable. Los reyes decidían en ese caso acompañar a la guardia para observar cómo se impartía justicia. Y entonces, cuando el aquelarre estaba definitivamente destruido, Aro garantizaba el perdón a aquel miembro cuyos pensamientos, según declaraba él, mostraban un arrepentimiento especial. Ese vampiro siempre era el que tenía el don que Aro había admirado. Y a esa persona siempre se le daba un lugar en la guardia. El vampiro se integraba con rapidez, siempre se sentía agradecido por el honor concedido. Nunca hubo excepciones. —
—Debía de ser algo maravilloso resultar escogido. —sugirió Kate.
—¡Ja! —soltó Eleazar con sarcasmo, sin dejar de caminar.
—Hay una vampira en la guardia. —explicó Edward, para que comprendieran la reacción de Eleazar. —Su nombre es Chelsea, y tiene influencia sobre los lazos emocionales entre las personas, tanto para fortalecerlos como para soltarlos. Es capaz de hacer que alguien se sienta vinculado a los Vulturis, que quiera pertenecer a ellos, y complacerlos... —
Eleazar lo interrumpió de repente.
—Todos nosotros entendíamos el porqué de la importancia de Chelsea. En una lucha, podía provocar que se disolvieran alianzas entre los aquelarres y de ese modo era más fácil vencerlos. Si lográbamos distanciar emocionalmente a los miembros inocentes de un aquelarre de los culpables, podíamos impartir justicia sin una brutalidad innecesaria... así los culpables eran castigados y se salvaba a los inocentes. No quedaba otro remedio, porque no había forma de evitar la lucha contra el aquelarre. Así que Chelsea rompía los lazos que los mantenían unidos. A mí aquello me parecía un gran detalle por parte de Aro, una evidencia de su piedad. También sospechaba que mantenía nuestro bando más unido, pero eso también era bueno. Nos hacía más efectivos y nos ayudaba a coexistir con más facilidad. —
Eso explicaba como todos ahí eran felices de complacer a los tres reyes.
—¿Es muy fuerte su don? —preguntó Tanya seria.
Su mirada rozó con rapidez a todos los miembros de su familia. Eleazar se encogió de hombros.
—Yo fui capaz de irme con Carmen. Pero cualquier otra cosa más débil que el sentimiento que une a las parejas se encuentra en peligro. En un aquelarre normal, al menos. Porque también es cierto que las uniones de los demás son más sueltas que las de nuestra familia. El abstenernos de sangre humana nos hace más civilizados y nos permite entablar auténticos lazos de amor. Dudo que pudiera disolver nuestra alianza, Tanya. —
Ella asintió más segura, mientras el vampiro continuaba con su análisis.
—Lo único que se me ocurre, la razón por la que Aro ha decidido venir por sí mismo, y traer a tanta gente con él, es que su objetivo no sea el castigo sino la adquisición. —dijo. —Necesita estar aquí para controlar la situación, pero también necesita a toda la guardia para protegerse de un aquelarre tan grande y dotado. Por otro lado, eso dejaría al resto de los reyes desprotegidos en Volterra, lo cual es demasiado arriesgado, ya que alguien podría intentar aprovechar la ventaja. Así que por eso vienen todos juntos. ¿De qué otro modo se aseguraría el apropiarse de los dones que quiere? Debe desearlos con verdadera ansia. —dijo Eleazar.
—Según lo que vi en sus pensamientos la primavera pasada, no hay nada que Aro quiera más que a Alice. —
—¿Por eso Alice se fue? —pregunté triste.
Edward acaricio mi mejilla.
—Quizá para que él no pueda poner sus manos sobre su don. —
Escuché las voces alteradas de Tanya y Kate murmurando y recordé que no sabían nada de lo de Alice.
—Él también te quiere a ti. —le susurré a mi esposo.
Edward se encogió de hombros.
—No tanto como a ella. En realidad, yo no le puedo dar mucho más de lo que ya tiene. Y claro, dependería de que encontrara un modo de forzarme a hacer su voluntad. Él me conoce y sabe que eso no pasara. —
Eleazar frunció el ceño ante la despreocupación de Edward.
—Él también conoce tus debilidades. —le dije y luego me miró.
—No es algo que tengamos que discutir ahora. —respondió Edward con rapidez.
—Lo más probable es que también quiera a tu compañera. Debe de estar intrigado por un talento que ha sido capaz de desafiarlo cuando era humana. —dijo Eleazar.
A Edward le incomodaba este tema y a mí tampoco me gustaba. Si Aro quería que yo hiciera algo, lo que fuera, solo tendría que amenazar a Edward y yo lo haría, y viceversa.
Edward cambió de tema.
—Creo que los Vulturis han estado esperando esto, encontrar algún pretexto. No sabían qué excusa pondría, pero el plan estaba en marcha para cuando se presentara la oportunidad. Por eso Alice vio su decisión incluso antes de que Irina fuera, porque ya había sido tomada, sólo esperaba algo que pudiera justificarla. —
—Si los Vulturis están abusando de la confianza que todos los inmortales hemos puesto en ellos... —murmuró Carmen.
—¿Acaso eso importa? —preguntó Eleazar. —¿Quién nos creería? E incluso aunque otros se convencieran también de que están explotando el poder que tienen, ¿Qué diferencia habría? Nadie lograría enfrentarse a ellos y vencer. —
—Aunque algunos parece que estamos lo bastante locos como para intentarlo — murmuró Kate.
Edward negó con la cabeza.
—Sólo están aquí como testigos, Kate. Sea cual sea al objetivo de Aro, no creo que esté preparado para manchar la reputación de los Vulturis con este asunto. Si podemos rechazar sus argumentos en nuestra contra, tendrá que dejarnos en paz. —
—Claro. —murmuró sarcástica Tanya.
Nadie parecía convencido. Durante unos minutos nadie dijo nada.
Entonces escuché el sonido de las llantas de un coche girando desde la carretera hacia la entrada de los Cullen.
—Maldición, mis padres. —susurre. —Quizás a los de Denali no les importe subir al primer piso hasta que... —
—No. —dijo Edward con voz distante. Mientras sus ojos miraban a lo lejos. —No son tus padres. —me volvió a mirar. —Alice y Jasper han enviado a Peter y Charlotte, después de todo. Ha llegado el momento de prepararse para lo siguiente que hay que hacer. —