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La salvacion

- ¡Álvaro! ¿los conoces? -pregunto Eduardo.

-No los conozco. -la expresión de Álvaro era preocupada.

Rápidamente dejo a Eduardo y dijo en voz alta:

-Escóndete bajo la cama. Sea quien sea, pase lo que pase después, no digas nada. Antes de que se resuelva todo, no salgas. ¿Vale?

Eduardo parpadeo y estaba un poco preocupado.

- ¿Puedes hacerlo solo?

- ¡No te preocupes! Siempre que estes aquí, tu padre puede hacer cualquier cosa. -Álvaro sonrió y le toco la cabeza. En ese momento, estaba muy satisfecho por lo que le había dicho a Eduardo.

Eduardo se sentía embarazoso, pero no dijo nada. Se escondió bajo la cama. En este momento, la puerta se abrió de repente. Jaime y Álvaro se encontraron. Jaime nunca pensó que se enfrentaría a Álvaro de esa manera en cinco años. Se le quedo la cabeza en blanco en ese momento.

Cuando Alana lo vio, estaba en pánico. Quería huir de allí con Jaime en seguida. Sin embargo, Álvaro dijo:

- ¿Dónde te vas a esconder? Mis subordinados ya están rodeando el local. ¿Estáis seguros de que podéis salir?

Jaime se detuvo de repente. En realidad, para Jaime, Álvaro era un salvador. En la familia Ayala, Álvaro lo había tratado muy bien en los últimos años. Jaime paro y le dirigió una mirada a Álvaro.

-Señor.

-Pensé que habías muerto en ese incendio hace cinco años. Obviamente, no debí creer tanto en ti. Vives muy bien ahora, pero el incendio afecto a Samara. ¿Puedes decirme que paso? -Álvaro estaba enfadado y no era tan amable cuanto antes.

Jaime sabía que la confianza entre ellos había desaparecido por el incendio. Alana empujo a Jaime y dijo:

-Ve primero, yo iré después.

Jaime negó con la cabeza y dijo:

-Incluso si nosotros dos luchamos contra él, no seriamos sus oponentes. ¿Por qué te engañas a ti misma? Álvaro esta herido.

- ¿Y qué? -pregunto Álvaro sin preocuparse.

Jaime protegió a Alana detrás de él y dijo con desprecio:

-Siempre te he derrotado, todavía tengo la oportunidad.

- ¿Crees que te daré esa oportunidad? Estas relacionado con el incendio, ahora te atreves a secuestrar a mi hijo. Jaime, tienes mucho valor para hacerme tanto daño. ¡No te daré la oportunidad de escapar! -Álvaro dio un paso atrás.

Jaime lo siguió, pero empujo a Alana en el último paso.

- ¡Vete!

- ¡No! ¡Jaime estaré contigo para siempre! -Alana le agarro la mano llorando, pero desafortunadamente, Jaime la empujo.

- ¡Vete! -Jaime cerro directamente la puerta, aislando a Alana.

Él no sabía si ella lograría huir, pero siempre que Álvaro no la matara, ella tendría una oportunidad.

Álvaro no tenía prisa, solo los miro. Jai se me dio la vuelta para mirar a Álvaro y dijo:

-Señor, he sido yo. No importa lo que diga ahora, porque sé que no me perdonaras. Solo espero que dejes a Alana.

- ¿Crees que puedes negociar conmigo?

- ¡No, así que haré todo lo posible por derrotarte! -Jaime ataco rápidamente a Álvaro cuando termino de hablar.

Eduardo estaba muy preocupado. Estaba tan asustado que se cubrió la boca rápidamente e incluso cerro los ojos. Sin embargo, quería ver la lucha. Aunque Álvaro estaba herido, se defendía muy bien. El destello de lado cuando Jaime ataco y luego le dio un gancho de izquierda.

Jaime también tenía un buen dominio. Al percibir las intenciones de Álvaro, bajo la cabeza rápidamente, esquivo el golpe e hizo un contraataque. Las habilidades de ambos eran las mismas, así que no sabía quién sería el ganador.

Normalmente, Álvaro era muy capaz, pero estaba herido. Después, las sangre que le penetraba la ropa, cayo por el suelo. Gota por gota. Eduardo empezó a llorar. Al estar consciente de su estado, empezó a tener miedo.

Eduardo salió rápidamente de su escondite y corrió rápidamente hacia la ventana. Jaime se sorprendió por ver a Eduardo. En ese momento, Álvaro le dio un golpe.

- ¡Mírame, Jaime! Yo soy tu objetivo. -Álvaro le dio un puñetazo a Jaime. Después de un momento, Jaime se dio cuenta de que esto probablemente era una trampa y quería huir, pero Álvaro no le dejaba.

Eduardo corrió hasta la ventana, la abrió y grito:

- ¡Ayuda, estoy con Álvaro! ¡Ayuda!

Aunque Samara estaba peleando en el recibidor, escucho la voz de Eduardo y se sintió muy preocupada.

- ¡Josué, ven aquí! -en ese momento ya no le importaba el disfraz.

Después de que Josué escucho que Samara le mando ayudar a Eduardo, corrió rápidamente hacia allí.

Cuando Rebeca salió, escucho ese grito. Esa voz familiar la hizo dar involuntariamente un paso atrás.

- ¡Es Samara! ¡Rápido! ¿de dónde viene la voz de socorro? -Rebeca estaba en pánico. Se dio la vuelta y corrió hacia la peluquería. Sin embargo, Isaac estaba esperando a un lado y la intercepto.

Paula también quería irse, pero vio que un grupo de policías venían.

- ¡Para!

Todos apuntaron con la pistola hacia Paula y los camareros. Paula tenía mucho miedo. Rebeca lucho y maldijo enfadada.

- ¿Sabes quién soy yo? Soy la madre de Adriano. ¿Te atreves a detenerme? ¡Déjame!

Sin embargo, Isaac no dijo nada. Directamente la golpeo y ella se quedó inconsciente.

Josué y los hombres entraron en la habitación. Cuando vieron a Álvaro peleando con Jaime, Josué rápidamente le entrego a Eduardo una botella de agua.

-Señorito, ¿está bien?

- ¡Ayuda a Álvaro! ¡ha perdido mucha sangre! -Eduardo tenía sed y hambre, pero en este momento, no podía hacer nada. Agarro la mano de Josué llorando.

En este momento, Josué sentía amargura por lo que le paso a Eduardo. El niño que tenía los ojos parecidos a los de Álvaro lo estaba mirando, lo que hizo que se sintiera complicado.

-Está bien, señorito. Bebe un poco de agua primero. Salvare al señor inmediatamente. -cuando Josué se dio la vuelta vio a Jaime golpeando a Álvaro en el pecho.

Álvaro murmuro algo dando un paso atrás. La camisa ya estaba muy sucia y todo estaba lleno de sangre.

- ¡Álvaro! -Eduardo finalmente lloro, gritando en voz alta. Quería correr hacia allí, pero Josué se adelantó, en el momento en que Álvaro se retiró, dio un golpe certero en medio de los ojos de Jaime.

Jaime estaba un poco desorientado. Josué giro directamente su brazo y rápidamente lo controlo. Le dio una patada en el hueso de la rodilla y dijo ferozmente:

-Jaime, ¿Quién te enseño todo lo que sabes? ¿Cómo puedes tratar así a tu maestro? ¡Estás loco!

En ese momento Jaime sabía que perdería. No luchaba más. Pero solo podía pensar en que Alana había salido de allí. No lo sabía, ni se atrevió a preguntar. Solo esperaba que Alana pudiera huir. Aunque había pocas posibilidades, la esperanza era la última que moría.

Fuera, Isaac se movió muy rápido. Ya había resulto todo y rápidamente se reunió con Álvaro.

- ¡Álvaro, Eduardo! -Samara entro corriendo como una loca.

Cuando Eduardo escucho la voz de su madre, inmediatamente lloro.

- ¡Mama, estoy aquí!

- ¡Eduardo! -Samara corrió rápidamente y abrazo al pequeño. -Estaba muy preocupada, ¿sabes? ¡si te atreves a salir así otra vez, no te perdonare! -Samara lloro y regaño enfadada sin dejar de llorar.

Ella se tranquilizó poco a poco. Eduardo la abrazo y también estaba asustado. Nunca pensó que un capricho lo haría entrar en peligro.

-Mama, ¡lo siento!

En ese momento, Samara ya no quería culpar a Eduardo. Nada era más importante que su seguridad.

- ¿Estas bien? Déjame ver si estas herido. -Samara lo miro por todas partes. Miro sus muñecas y vio que estaban un poco purpuras. Algunos de sus dedos tenían la piel agrietada, al ver eso se sintió extremadamente angustiada.

- ¡No vuelvas a hacer esto jamás!

-No lo hare nunca más, mama. ¡Mama, estoy tan asustado! ¡te he echado de menos! No he comido ni bebido nada. -Eduardo dijo llorando, Samara estaba muy angustiada.

Al ver que Samara y Eduardo estaban bien, Álvaro se tranquilizó y le dijo a Isaac:

- ¿Todo está bien?

-El señor Javier ha resuelto todo. He llevado a Rebeca al coche. Sin embargo, parece que alguien ha escapado. Se llama Alana. No sé cómo salió.

Cuando Isaac dijo esto, Jaime se tranquilizó. Ella estaba segura. Aunque Álvaro lo había detenido, no tenía que preocuparse por ella. Mirando la sonrisa de Jaime, Álvaro dijo:

-Trae a todos de vuelta e investiga lo que ha pasado. ¡Quiero saberlo todo!

-Si, señor. -Isaac y Josué rápidamente los sacaron de allí.

Samara consoló a Eduardo antes de volver. De repente, exclamo cuando vio la herida en el pecho de Álvaro.

- ¿Estas bien?

-Si. -Álvaro sonrió y después cayó al suelo.

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