Un escalofrío recorrió a Sue cuando escuchó su voz. Al ver que era Karl el que entraba, Sue recordó el terror que había sentido al ser dominada por él la última vez, y sus piernas se volvieron de gelatina.
Karl iba vestido con un uniforme de policía, que cubría todos sus tatuajes y le daba un aspecto muy correcto. No cambiaba su imagen sencilla y honesta.
Al entrar, Karl sonrió a Tanya y dijo: —He vuelto.
Los ojos de Tanya enrojecieron.
Joel le pasó el brazo por los hombros.
Después de saludar a su hija, Karl miró finalmente a Sue. Al reconocerla, frunció el ceño y dijo con desagrado: —¿Otra vez tú?
Sue tragó con fuerza.
—¡No, no soy yo!
Karl: —?
Sue estaba tan aterrada que no se atrevió a hablar. En cambio, les dijo a Tanya y a Joel: —¡Tengo algo que hacer, así que ya me voy!
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