El carruaje de las diosas llego a la mansión de Hephaestus. Viggo se bajó primero y espero para que ellas se bajaran. Primero fue Hera, quien tuvo extremo cuidado con los peldaños del carruaje. Después la siguió Bishamon, quien se bajó por su propia cuenta a pesar de que Viggo le ofreció su mano. Después Hephaestus, quien agradeció con una suave sonrisa la ayuda de su hijo. Por último, fue Hitomi, quien se bajó abrazando unos libros y papeles mientras ignoraba la mano de Viggo. Sin embargo, la gravedad no la ayudo, su pie se resbalo y Viggo tuvo que atraparla. Ella lo quedó mirando durante unos segundos, pero después frunció el ceño y Viggo entendió que era mejor apartarse de ella. Él no sabía porque Hitomi estaba tan enojada con él.
Viggo se dio la vuelta y al ver que Semiramis los esperaba en la entrada junto a la pequeña Uriel, camino dando amplias zancadas, sin importarle la cortesía o alguna diosa y llegó de inmediato frente a Semiramis y Uriel.
-He cumplido mi cometido- dijo Viggo como si fuera un caballero
-¿Ahora quieres tu recompensa? ¿Cómo un mercenario?- preguntó Semiramis con una amplia sonrisa en los labios
-Si es por amor, puedes llamarme como quieras. Nada nos separara-
-Si tan solo esas palabras fueran dirigidas a mi-
-Eres mi amor, pero acordamos que nuestro amor esta primero-
-Eso es verdad- dijo Semiramis, se acercó a Viggo y este último la abrazo. Él agacho su rostro y la beso, pero siempre cuidando de no aplastar a Uriel, entre medio de ellos. Después Semiramis dio un paso atrás y tendió a la bebé. Viggo la tomo en sus brazos mientras sonreía. Semiramis se quedó contemplando la cara de bobo que tenía su marido.
-Viggo- dijo Semiramis al notar a las diosas venir en su dirección. Viggo la quedó mirando por unos segundos, de repente recordó y se puso a su lado. Ellos miraron a las tres diosas que venían en su dirección, junto a Hitomi, quien avanzaba un paso por detrás.
-Por dios, Uriel, la madrina te vio hace unos días, pero ya estás el doble de grande- dijo Hera con una voz alegre. Ella se acercó y miró esos ojos azules tan intensos como los del padre y el abuelo -es tan hermosa-
-Hera, por favor, es mi nieta, es mi momento- dijo Hephaestus con el ceño fruncido mientras se acercaba
-Vamos, no seas así- respondió Hera sin darle mucha importancia a las quejas -además soy su madrina, es mi deber cuidar de su crecimiento-
-Eso…-
-Vamos, vamos, no peleen- dijo Viggo -vamos a la biblioteca y ahí todos tendrán un poco de Uriel-
Semiramis se acercó a la diosa Bishamon, quien había pasado de ser la novedad a solo ser un extra en tan solo una mañana. Ambas se miraron, Semiramis negó con la cabeza mientras tornaba los ojos al cielo en un gesto de fastidio. Bishamon solo pudo sonreír, porque también encontraba adorable a la pequeña Uriel con sus pequeñas pelusas rojas por cabello.
-Viggo ¿Podemos ocupar tu habitación?- preguntó Semiramis
-Claro- respondió Viggo sin problemas -pero no sé si Ester ya le ordeno a los otros empleados que la limpiaran-
-Ya lo hicieron, me preocupe de eso-
-En ese caso, adelante, yo me llevare a las diosas y a la reina diosa-
Semiramis negó y vio como su marido se llevaba a Uriel mientras Hera y Hephaestus la seguían de cerca. Solo quedaron en la entrada Semiramis, Bishamon y Hitomi.
Semiramis se volteó para mirar a Bishamon, cabello largo y rubio, ojos purpura y figura esbelta. Utilizaba un estilo oriental, con un sarashi cubriendo sus senos, un kimono suelo y la manga derecha por debajo de las costillas, con una cuerda gruesa shimenawa a modo de cinturón. Muy hermosa, pero a simple vista se notaba la inteligencia y la perspicacia en su mirada.
-Mucho gusto, Bishamon, mi nombre es Semiramis- dijo
-Mucho gusto- respondió Bishamon -tenía curiosidad por saber que humana se atrevía a convocarme a la tierra. Aunque solo converse con Hera todo este tiempo, ahora que te conozco me siento contenta-
-Gracias, eres muy amable- respondió Semiramis, ella miró a Hitomi y le preguntó -¿Todo está en orden con la guild?-
-Sí, señora Semiramis- dijo Hitomi asintiendo -se creó la familia y presentaron los registros de los cuatro primeros aventureros. Las diosas ya hablaron con Uranos y él accedió a que Viggo fuera parte de la familia, a pesar de que no puede recibir falna-
-Eso es genial- respondió Semiramis con total confianza -por favor acompáñenme. Hablaremos adentro, tengo todo preparado. Hitomi, prepárate, necesito que tomes nota de todo lo que hablemos-
-Sí, señora-
De esa manera, Semiramis guio a Bishamon y Hitomi a través de la mansión hasta las escaleras. De paso vieron el cuadro de Viggo cuando era niño, su padre y su madre. Después subieron al segundo piso hasta la habitación de Viggo y entraron. Bishamon y Hitomi quedaron impresionadas con la gran cantidad de lienzos pintados que había en la habitación.
En medio de los cuadros habían preparado una mesa redonda con un mantel blanco, tres sillas, tazas, té y otros acompañamientos. Las ventanas estaban abiertas y dejaban pasar la brisa de un día soleado.
Semiramis avanzó primero mientras Bishamon y Hitomi la seguían. Ellas pasaron por al lado de los cuadros y se maravillaron con sus detalles, técnica y pintura. En su mayoría, las imágenes estaban dirigidas a una tierra fría con un gran lago y bosques oscuros. Criaturas monstruosas que parecían haber vuelto a la vida después de un largo tiempo y que por sus venas corría lava. Una ciudad dentro de una montaña y construida en roca. Un hombre calvo con un tatuaje rojo en la cara. Un niño de cabello corto y cobrizo, con una gran cicatriz en la mejilla izquierda. Una mujer de cabello cobrizo y largo hasta la mitad de la espalda. De mirada firme y sonrisa suave.
-Es un bonito lugar- dijo Bishamon -a tú marido le encanta el arte-
-Él lo dibujo y pintó todo, todo esto son cosas que pertenecen a sus viajes y experiencias- respondió Semiramis, pasando por delante de su cuadro desnudo. Ella posaba delante de un escritorio, con una corona y collares de oro más un cetro. Después estaban los cuadros de Scheherezade, Sakura y Ana. Ellas llegaron al espacio en el centro de los lienzos y se iban a sentar a la mesa, pero Bishamon se detuvo y camino hasta el cuadro del archidragón eterno. Ella estiro sus dedos, pero no toco la pintura. Sin embargo, dibujo con la punta de sus dedos la figura del enorme dragón tan gigante como las montañas. Nada se le podía comparar, pensó.
-¿También?- preguntó Bishamon
Semiramis se puso a su lado y asintió -también lo pinto mi marido, es, glorioso…pero también aterrador-
-Sí, semejante criatura atravesando los cielos nublados- dijo Bishamon con una gran sonrisa -¿Me lo puedes dar?-
-No puedo hacer esas cosas- dijo Semiramis con una sonrisa en los labios -esto es de mi marido, podría preguntarle, pero no te prometo nada. Como podrás ver, él solo plasma lo que ha dejado una gran impresión en su corazón-
-Entiendo-
-Ven, sentémonos a la mesa, debemos hablar de negocios- dijo Semiramis
-Sí- dijo Bishamon -lo siento por distraerme, vamos-
Hitomi las espero todo el tiempo de pie al lado de la mesa y una vez que ellas se sentaron, ella se sentó. Hitomi tomo una carpeta, la abrió, saco tinta, pluma y papel y se preparó para anotar, como dijo Semiramis, todo lo que ellas conversaran.
-Se me informo en el camino que solo hay cuatro aventureros- dijo Bishamon
-Dos de ellos se pueden considerar de elite- respondió Semiramis tomando la tetera con agua hervida y sirviendo las tazas de porcelana blanca -Sakura y Ana continuaran subiendo de nivel y con la ayuda de Viggo y Rosewisse, en poco tiempo llegaran al nivel cinco-
-Tú marido parece prometedor, pero no he visto a los otros-
-Los conocerás cuando grabes tu cresta en su espalda. No te preocupes, no te traería aquí solo para perder tu tiempo. Considero mi propio tiempo muy valioso como para andar contando mentiras o verdades a medias-
-Entiendo ¿Viggo será el capitán?-
Semiramis termino de servir el té, dejo la tetera a un lado y acerco las tazas a Bishamon y Hitomi -eso no es posible- dijo Semiramis -el dios Uranos ya está haciendo la vista gorda con que Viggo no pueda recibir falna, no podemos presionar nuestra suerte. Además, mi marido tiene sus propios asuntos que atender. Sin embargo, cuando lo necesites para una excursión, él se programará junto con Rosewisse para estar ahí-
-Así que no será aventurero de tiempo completo- dijo Bishamon tomando la taza y degustando el té con aroma a naranja -y yo que pensé que él estaría a mi servicio-
-Mi marido jamás estará a tu servicio- respondió Semiramis con mucha diversión, ella tomo un sorbo del té, quedó mirando a la diosa y continuo -no confundas las cosas, Bishamon. Este es un trato entre las dos que será de mutuo beneficio. Lo más probable es que mi suegra y la dama Hera te hablaron como empiezan los dioses que llegan a Orario. Tienen que hacer sus familias desde cero, sin recursos y sin grandes aventureros. Zeus y la dama Hera se pueden considerar los dioses de mayor trayectoria. Llevan mil años y se podrían considerar los más ricos y poderosos, pero al final de todo, fue una carrera a largo plazo para llegar a donde están. Yo te ofrezco ser la diosa de la familia, elegir tus aventureros, prestarte asistencia financiera y colaborar contigo. Mi marido es alguien poderoso, puede sea el primer semi dios que alcanza la divinidad-
Hitomi apretó la pluma con tanta fuerza que la rompió y no supo cómo continuar. Se quedó unos segundos sin saber que hacer, pero tomo una profunda respiración, busco otra pluma dentro de su bolso y cambió de hoja. Aún era legible lo que había escrito, pero no podía seguir en el mismo papel.
Bishamon y Semiramis quedaron mirando a Hitomi, esta última se ruborizo, pero asintió para que ellas continuaran.
-Esas son solo suposiciones- dijo Bishamon
-Basadas en hechos y las mismas acciones de mi marido. En estos momentos está planeando matar a un dios y tomar su divinidad-
Hitomi esta vez partió su pluma a la mitad y quedó mirando a Semiramis con una expresión en blanco.
Semiramis soltó un suspiro y le dijo -no tienes nada de qué preocuparte, aquel dios pertenece a otra tierra-
Hitomi no se sintió mejor, era un dios, Viggo quería matar a un dios y robar su divinidad. Hitomi se preguntó si Semiramis estaba loca como para tomar algo de tal envergadura con simpleza.
-Hitomi- dijo Semiramis con una mirada estricta -¿Podemos seguir contando contigo para que anotes todo lo que estamos hablando o tengo que llamar a Scheherezade?-
-No, señora, yo puedo, sé que puedo- dijo Hitomi con nerviosismo, busco de nuevo en su bolso, pero no le quedaban plumas.
-Hitomi, ve a buscar una pluma al escritorio de mi marido, no se ve desde aquí porque los lienzos lo tapan, pero al fondo de la habitación está el escritorio-
-Entiendo, señora- respondió Hitomi, camino con torpeza, pero trato de evitar golpear los lienzos
Semiramis miró a Bishamon, quien también parecía estar sobrepasada por la información. Ella negó con la cabeza y pensó que, a lo mejor, esta conversación debería seguir en otro momento.