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Fuerza y Rivalidad 1.107

Una semana paso desde que Viggo aprendió touki y como todos los días se sentía adolorido. Los entrenamientos solo duraban entre cuatro o cinco horas, pero se sentía como si hubiera entrenado todo el día y sin descanso. Lo único bueno es que el castigo solo duraba la mañana y durante la tarde tenía tiempo para recuperarse y compartir con las chicas. Para su buena suerte, ellas salían la mayor parte del día: Sakura y Ana a trabajar o explorar el calabozo con Tsubaki, mientras Semiramis y Scheherezade administraban la tienda de joyas de Hera.

En estos momentos, Viggo dormía en su cama mientras mantenía los ventanales abiertos y dejaba pasar la agradable brisa.

-Viggo, Viggo- dijo una mujer con voz seductora

Viggo no abrió los ojos, pero comenzó a tantear los lados de la cama, pero una vez que descubrió que no había nadie a su alcance, dejo de mover los brazos y se quedó quieto.

-Viggo, levántate, me prometiste acompañarme- dijo otra vez la voz seductora.

Ya un poco más despierto, Viggo reconoció esa maravillosa voz e hizo el esfuerzo de abrir sus parpados. Una vez que la luz entro a sus ojos, vio a un lado de la cama a una mujer vestida con un corsé y una falda negra con bordes dorados. Su cabello también, pero sus pupilas de color amarillo. Su piel tan pálida y suave como la porcelana. Ella lo miraba preocupada porque él parecía no querer levantarse.

-Lo siento- respondió Viggo apoyando sus manos en la cama. Una vez que estuvo sentado en la cama, se froto los ojos con su mano derecha y dijo -estaba un poco cansado-

-Está bien, lo entiendo- respondió Semiramis, la hermosa mujer vestida de negro. Ella mostro una pequeña sonrisa y se subió a la cama, gateando hasta Viggo. De paso, Viggo pudo ver como colgaban los senos de apariencia suave y tierna, grandes en proporción y solo retenidos por la firmeza del corsé. Ella se detuvo delante de Viggo, rosando nariz con nariz y Viggo le dio un tierno beso. Ella sonrió encantada y le devolvió el beso.

Viggo tomo a Semiramis de los brazos y la llevo a acostarse sobre la cama. Ella quedó tendida con sus largos cabellos extendidos a alrededor de su cabeza. Viggo la beso una vez más y le pregunto -¿Y la tienda?-

-Scheherezade- susurro Semiramis con voz sensual

Viggo asintió y se agacho para llenarla de besos y hacer el amor.

Una hora más tarde, Semiramis vestía un quitón negro de bordes dorados con nada bajo la ropa. Su rostro tomo el rubor de la satisfacción y su sonrisa rebosaba de la alegría. Ella se sentía bien mientras estaba sentada detrás de un escritorio, sobre las piernas de Viggo y le mostraba una hoja donde ella esbozaba la imagen de un monigote hecho con formas geométricas, pero el dibujo tenía una postura tan dinámica que parecía estar vivo.

Al mismo tiempo que Semiramis dibujaba, ella le iba explicando todo tipo de detalles sobre el dibujo y Viggo asentía mientras la abrazaba por la cadera. De vez en cuando, él le besaba los hombros o el cuello, pero ella se reía y lo regañaba por estar jugando en un momento serio. De esa manera, estuvieron estudiando el dibujo durante dos horas hasta que dio la hora de la cena. Dejaron todo predispuesto para seguir con los estudios, porque después seguiría con dos horas más de estudio sobre piedras preciosas y joyas.

La puerta de la recamara fue golpeada dos veces y Semiramis contesto -¿Quién?-

-Soy yo, Ester. Señora, la comida está lista- respondió del otro lado de la puerta

-Muchas gracias, Ester, bajamos de inmediato-

-Como usted diga-

Entonces se escucharon los pasos de Ester alejándose de la habitación. Semiramis se acercó al escritorio donde Viggo estaba de pie ojeando algunos catálogos de joyas y piedras preciosas que Semiramis se consiguió con la diosa Hera. A simple vista, Viggo podía decir que las diez piedras preciosas que trajeron del mundo de Semiramis, eran de la mejor calidad, tamaño, color y rareza.

Semiramis bordeo el escritorio, se puso detrás de Viggo y lo abrazo por detrás. Ella poso su mentón en el hombro de Viggo y miró el catálogo.

-¿Hay algo que llame tu atención?- pregunto Semiramis

-Nada serio- respondió Viggo con una sonrisa mientras pasaba las hojas del catálogo mirando cada una de las imágenes que aparecían -solo pensaba que las joyas que le vendimos a Hera son espectaculares- Viggo volteó un poco su rostro y le pregunto -¿Arrepentida?-

Semiramis sonrió para él, le beso la mejilla y negó -para nada, estoy conforme con lo que logramos. Si te soy sincera, todavía siento algunas reservas contra Hera. Ella ha sido demasiado buena con nosotros-

Viggo negó y dijo -ella no es buena con nosotros solo porque sí. Ella vio algo en ti que quiere cultivar y el día de mañana cosechar. Puede que sea tu talento para los negocios, después de todo, manejar una gran familia como la de ella no es tarea sencilla-

Semiramis asintió y le dio un sensual beso en los labios. Viggo se volteó para abrazarla y posar sus manos en las caderas. Como ella estaba desnuda por debajo del chiton, Viggo pudo sentir a través de la tela los grandes senos presionando contra su pecho y las nalgas con sus manos. Sin embargo, Semiramis les dio una leve mordida a los labios y se hizo para atrás.

-Ahora no, tenemos que ir a comer y seguir con los estudios, te prometo a la noche todo lo que tú quieras-

Viggo asintió con una gran sonrisa y le dio un beso. Después le tomo la mano y la condujo a la puerta de la habitación. Una vez que salieron al pasillo, caminaron tomados de la mano mientras miraban la puesta del sol a través de los grandes ventanales.

-¿Te pareció demasiado aburrido el dibujo?- pregunto Semiramis

-Para nada, mi profesora lo hizo ver todo interesante- respondió Viggo

Semiramis sonrió complacida, pero trato de calmar su felicidad -lo digo en serio- insistió

-También lo digo en serio- respondió Viggo -dibujar tiene su parte instintiva e intelectual. Me gusta la parte instintiva que plasma una emoción en unos pocos trazos. Me parece divertido darle movimiento a un monigote como si estuviera vivo a través de los gestos. Incluso si es algo que me pidió Scheherezade, pienso que por lo menos me gustaría intentarlo. El arte es algo que llena el corazón y trae paz a la mente, como cantar canciones en medio de un barco-

Semiramis sonrió, le tomo la mano con ambas manos y se apegó a él. Ella apoyó su mejilla en el hombro de Viggo y continuaron caminando.

Una vez que llegaron al comedor, los esperaba Ester con un carrito metálico con una olla hirviendo. También estaban Sakura y Ana sentadas del lado derecho de la mesa mientras Scheherezade estaba del lado izquierdo.

-Buenas tardes- dijo Viggo

-Buenas tardes- respondieron todos

Semiramis guio a Viggo hasta la silla a la cabecera de la mesa. Sin embargo, Viggo primero le acomodo la silla al lado izquierdo de la cabecera y dejo que Semiramis se sentará primero. Después él se sentó a la cabecera y Ester les sirvió la comida.

-¿Cómo estuvo en la tarde?- pregunto Semiramis a Scheherezade

-Todo tranquilo, solo vino una condesa del reino enano a mirar nuestras joyas- respondió Scheherezade

Al mismo tiempo, Viggo miró a Sakura y Ana y les pregunto -¿Cómo estuvieron las cosas con Tsubaki?-

-Fue duro- dijo Ana -al punto que pensé que Tsubaki era espartana-

Viggo soltó una risita y les continúo preguntando. De esa manera, entre platica y comer terminaron la cena. Por su parte, Viggo y Semiramis volvieron a su habitación y se sentaron en el escritorio. Esta vez, Semiramis estaba parada al lado de Viggo mientras él se enfocaba en llenar la hoja con todo tipo de trazos largos y cortos. Después hizo remolinos y al final trato hacer cubos en perspectiva.

Media hora más tarde, Viggo ya estaba aburrido y todo lo que le había dicho a Semiramis se había ido hacia alguna parte. Ella le había puesto una manzana sobre el escritorio para que tratará de dibujarla. Viggo lo hizo, pero su dibujo quedó tan lamentable que Semiramis se rio. Ella lo fue corrigiendo, pero noto que Viggo tenía poca motivación para continuar. Ella soltó un suspiro y le peino los rojos cabellos mientras él movía el lápiz.

-¿Te aburre?- pregunto

-Un poco- respondió Viggo -no le puedo encontrar lo fascinante a una simple manzana. Es como si me pidieras que caminara solo durante horas, solo por caminar. Parece una tarea carente de motivación-

Semiramis asintió y tomo una profunda respiración. Ella tomo la silla del otro lado del escritorio y la llevo al lado de la silla de Viggo. Este último la quedó mirando mientras ella se paraba delante de la silla y llevaba sus manos a los hombros, desabrochaba los nudos y soltaba su vestido para que esté cayera al suelo y ella quedará completamente desnuda. Viggo abrió sus ojos amplios y sintió que todo su interés fue absorbido por Semiramis.

Semiramis soltó una risita al verlo tan interesado y se sentó en la silla con las piernas cruzadas -bien- dijo con una sonrisa coqueta -¿Ahora si estas más motivado?-

-Sí, mucho- respondió Viggo pasando su vista desde el hermoso rostro, bajando por el delicado cuello y los sensuales hombros. Después posando sus ojos en los grandes senos como dos melones y clavando su mirada en esos pezones rosa. Después bajo a la delgada cintura y fijándose como los muslos estaban de lado y lo suficientemente juntos como para esconder el sexo. Al mismo tiempo, las nalgas se veían grandes y muslos carnosos. Todo un espectáculo para la vista, sin embargo, el simple hecho de esconder su sexo decía que Semiramis lo trataba de complacer, pero que, a su vez, no era el momento de nada sexual.

Viggo soltó un suspiro pensando en que tendría que esperar para poder disfrutar. Sin embargo, ahora no era momento de divagar. Viggo comenzó a tomar una hoja y esbozar una figura humana con trazos cortos. En la parte donde deberían ir la cabeza, el pecho, la cintura, las manos y los pies, dibujo cuadrados y rectángulos para dimensionar las proporciones. Después fue corrigiendo la postura, el ángulo de la espalda y las manos. La posición de las piernas y los pies, dándole forma a la figura de la mujer que tanto quería. Sin embargo, al momento de borrar el esbozo y remplazarlo por los finos detalles del cuerpo, Viggo quedó desilusionado de sí mismo. Él amaba a Semiramis, le encantaba su sonrisa y su mirada, su largo cabello negro, su delgado cuello y sus sensuales hombros. Le encantaba la simple visión de los grandes senos y esa pequeña cintura. Él disfrutaba recorriendo el cuerpo hasta conocer y degustar cada centímetro de la piel. Ella era hermosa, mucho más que este dibujo desabrido y sin forma, mucho más que está cosa carente de talento. Viggo se obsesiono con hacer algo digno de ella, un dibujo que reflejará, aunque sea una mínima parte de lo hermosa que ella era. Él terminaba dibujos uno tras otro y todos los rompía mientras se angustiaba de no poder plasmar a la mujer que tanto amaba. ¿Acaso su amor era solo palabras, una ilusión en su mente? Se pregunto. Viggo lo siguió intentando, rompiendo una hoja detrás de otra. Ningún dibujo le hacía justicia a su amada Semiramis.

De esa manera, Viggo continuo durante una hora dibujando a Semiramis una y otra vez, lleno de pasión y obsesión por plasmar la belleza de su amada, pero nada le gustaba. Después de transcurrido ese tiempo, Viggo buscaba otra hoja en el escritorio sin notar su propio estado de locura. Entonces una delicada mano se posó sobre la de él y fue como si se despertará de un terrible sueño. Viggo miró a la dueña de esa mano tan maravillosa, suave y delicada, de finos dedos y de un calor que le provocaba paz.

-Lo siento- dijo Viggo avergonzado de no poder traspasar su amor a un dibujo

Semiramis negó con una sonrisa y le dijo -solo el tiempo te volverá lo suficientemente bueno. Debes tomarlo con calma-

-Pero yo te amo- dijo Viggo con énfasis en su voz

-Yo lo sé, no lo dudo- respondió Semiramis. Ella se acercó sin soltar la mano y llevo su otra mano a la mejilla. Entonces ella le dio un pequeño beso en los labios y le dijo mirándolo a los ojos -pero un dibujo no significa nada. Solo tómalo con calma y práctica, posare para ti las veces que haga falta-

Viggo asintió más relajado y la beso en los labios, fue un beso largo y apasionado. Él llevo sus manos a las caderas y ella se colgó de su cuello. Se besaron mientras Viggo recorría la piel con sus manos y Semiramis desordenaba el cabello de Viggo. Pasado unos minutos, ambos jadeaban y se miraban con deseo. Viggo tomo a Semiramis de las nalgas y la sentó en el escritorio sin nunca dejar de mirarla a los ojos. Ella le dio una leve mordida de labios y Viggo tomo su pene con una mano y se introdujo en ella.

-Sí, sigue así- susurro Semiramis entre jadeos que rompieron la cordura de Viggo. Él se introdujo en ella hasta lo más profundo mientras la besaba y se obsesiono con poseer cada parte de su cuerpo, cada rincón de su alma.

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