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Capítulo 4

ALEX

Una semana y media más tarde desde que desperté me dieron el alta y las cosas iban bien. Gabriela se había quedado en mi casa por un par de días ya que lo que me dijo el médico me había dicho que necesitaba descansar y tener tranquilidad, aunque ella también debía de tener tranquilidad.

Desde el día que desperté y Gabriela se quedaba dormida, después de unos minutos o horas, se empezaba a mover demasiado y lo único que decía era no, pero no entiendo a que lo decía, lo único que tengo más que claro es que tenía pesadillas y cuando empezaba a moverse demasiado la abrazaba y le susurraba que se tranquilizase, que todo estaba bien, lo que parecía que funcionaba, pero no se despertaba y cuando despertaba por la mañana parece ser que no recordaba nada de que hubiese tenido una pesadilla, por lo que decidí que era mejor no decirle nada de que las tenía, estoy más que seguro que se pararía a pensar el porqué de sus pesadillas acabando por enterarse y tal vez preocuparse o ponerse mal al descubrir el motivo de ellas, y eso en este preciso momento no era bueno para ella, no con el embarazo de riesgo.

Debo admitir que ahora mismo era el hombre más feliz del mundo. Tenía a la chica que más amaba en el mundo conmigo después de todo lo que le hice que me iba a dar un hijo y que me cuidaba desde que el doctor dijo que necesitaba tranquilidad, prácticamente se quedó en la parte en la que el médico dijo que necesitaba tranquilidad y reposo, pero estaba bien, no me pasaba nada y debía cuidar a Gabriela y nuestro hijo, no iba a dejar que le pasase algo porque entonces sí que no me lo perdonaría.

Habíamos ido a casa de los padres de Gabriela para que no se preocupasen por ella y cuando estábamos volviendo a casa se quedó dormida, y eso que el camino no era muy largo que digamos, pero durante esta semana prácticamente se comía todo lo que veía y se pudiese comer y dormía mucho, que sé que es lo normal, está embarazada y necesita cuidarse, pero estaba feliz, el embarazo en este momento iba bien y era lo más importante para mí ahora mismo. Cuando llegamos a casa, la cogí en brazos y la llevé a la habitación para que durmiese en la cama, la tapé y me recosté a su lado. Se estaba haciendo de noche cuando Gabriela despertó y en mi cara la sonrisa se amplió.

- ¿Qué hora es?

-Van a ser las nueve.

-Mierda, me dormí toda la tarde.

-No te preocupes hermosa, tienes que recuperar todo el sueño de este mes, nuestro hijo tiene que descansar.

-Pero no quiero dejarte solo durante tanto tiempo.

-Por mí no te preocupes, estoy bien, de verdad.

-No sabes cuánto te eché de menos, amor.

-Me puedo hacer una idea de eso, pero no me pasó nada, estoy bien.

-Casi te mueres, eso es pasar algo.

-Pero no pasó, estoy aquí, contigo, con vosotros. Nunca os dejaré hermosa, lo sabes.

-Tuve miedo de perderte.

-Pues déjame decirte que no me perderás nunca. Eres la persona que más amo en este mundo y no permitiré que nadie nos separé, mucho menos ahora que vamos a ser padres.

-Vamos a ser padres, todavía no me lo creo.

-Pues te puedes ir haciendo a la idea hermosa, vamos a ser padres y tú serás una gran madre, ya lo verás.

-Igual que tú, vas a ser un gran padre, amor. Pero ¿podemos ir a comer algo? Me muero de hambre.

-Me alegra que tengas hambre hermosa, debes de comer todo lo que no comiste en el hospital.

-En el hospital te juro que no tenía hambre.

-Bueno, ahora estamos en casa y comerás todo lo que te apetezca.

- ¿Todo?

-Todo.

-Mmmm, por mi te comería ahora mismo.

-Bueno, luego me comerás si quieres, pero antes vamos a comer algo, no quiero que te mueras de hambre.

Nos reímos y bajamos a la cocina para ir a comer algo. Mientras estaba haciendo la cena, nos pusimos a medio jugar con la harina, y acabamos en una sesión de besos hasta que el timbre sonó.

-Mi vida, debemos ir a ver quién es.

-No creo que sea alguien importante.

- ¿Y si lo es?

-No, no creo, les pedí que no nos molestaran.

-Igual es importante, y tú debes de mirar las ollas, no creo que quieras que se queme la casa entera.

-Estáaaa bien, no quiero quemar la casa contigo dentro.

-Pues ve, antes de que lo haga.

Con eso salió por la puerta del salón y yo fui a mirar las ollas para evitar que se quemase la comida, pero la sorpresa me la llevo cuando escucho la voz de Ana y Carlota podría decir por donde hace un rato se fuera Gabriela.

-Amor, mira quienes vinieron.

-Hola chicas.

-Ah, que él también está lleno de harina. No me imaginaba que te iban los jueguitos Gabriela.

-No estábamos haciendo nada de lo que estás pensando.

-Tía Carlota, no molestes a mami.

- ¿Ahora defiendes a tu madre?, me parece maravilloso eh. A ver quién te ayudará con todo.

-Mami.

-Al menos alguien lo tiene claro.

-No, no, no.

- ¿Qué te pasa amor?

-No puedes hacer esfuerzos hermosa.

- ¿De qué hablas?

-Qué no puedes hacer esfuerzos.

-Alex tiene razón, además te lo dijo el médico Gabriela cuando te ingresaron.

-Yo no recuerdo nada de lo que me dijo el médico, estaba drogada, por lo que no me enteré de nada.

-Bueno, pues te recuerdo que el médico dijo que el embarazo era de riesgo y que deberías de cuidarte más de lo normal, sobre todo teniendo en cuenta tus problemas con la ansiedad.

-Vale, puede ser que lo recuerde vagamente, pero eso no implica no hacer esfuerzos.

-Claro que lo implica, además está que hablé con la doctora que te atendió y me dijo que no podías hacer esfuerzos.

-No me va a pasar nada, no te preocupes por eso.

-De eso me encargaré yo.

-De eso nos encargaremos todos.

-Mami, ¿vas a tener un bebé?

Todos nos giramos para ver a Ana que se había quedado mirando para Gabriela y ella se quedó mirando para la niña hasta que se puso a su altura.

-Si, vamos a tener un bebé.

- ¿Y será mi hermanito?

-Claro que sí, ¿acaso no soy tu madre?

-Sí.

-Pues también será tu hermano, princesa.

En eso, Ana empezó a saltar por toda la casa mientras nosotros la mirábamos hasta que abrazó a Gabriela, la cual no dudó en devolverle el abrazo.

- ¿Será niño o niña?

-Pues no lo sé, pero en cuanto lo sepa serás la primera en saberlo, ¿te parece?

-Siiiiii.

-Bueno chicos, vosotros dos deberíais ir a ducharos.

-Tengo que acabar de hacer la cena que Gabriela tiene hambre.

-Quedo impresionada, es salir del hospital y tener hambre.

-El hospital me quitaba el hambre.

-Bueno, ahora no tendrás que volver al hospital, solo para hacerte las revisiones de cómo va el embarazo, y por la cena no os preocupéis que la puedo terminar de hacer yo.

- ¿Segura?

-Segura, venga a ducharos que parecéis unos niños pequeños llenos de harina.

-Está bien, nos vemos al rato.

Cogí a Gabriela de la mano, nos fuimos arriba para coger la ropa, y mientras yo cogía la ropa, Gabriela se sentó en la cama.

-Amor, ¿me prestas una sudadera que tengo algo de frío?

-Claro que sí, mis sudaderas son tus sudaderas.

En cuanto terminé de coger toda la ropa, entramos al baño y empezamos a desvestirnos para meternos en la ducha, pero como siempre Gabriela es la que entraba primero ya que no le gustaba para nada el agua que yo usaba, según ella, el agua estaba fría, cosa que no era cierta, para mí ella se duchaba con agua demasiado caliente, pero había terminado por acostumbrarme, eso sí, no duraba demasiado debajo del agua.

-Oye mi reina hermosa, no sé cómo es que no te quemas con esta agua.

-No está tan caliente, yo no sé cómo tú no te congelas con el agua que te duchas.

-Porque uso agua templada, por eso no me congelo.

-Eso no es agua templada, está demasiado fría para que sea templada.

-Teniendo en cuenta con el agua que te duchas, es normal que te parezca fría, pero ven, te lavo el pelo.

-No es necesario.

-Lo sé, pero me encanta.

-Pues venga.

Iba a coger el champú cuando recordé lo que me había dicho hace un rato, por lo que me giré y empecé a darle besos en el cuello.

-Cariño, ¿no es que querías lavarme el pelo?

-Mmmm, sí, pero recordé lo que me dijiste hace un rato, y pensé ¿por qué no?

-Están tanto Carlota como Ana abajo.

-No vendrán, además, está la puerta cerrada, nadie puede entrar.

-Eso es perfecto.

Nos empezamos a besar y mis manos empezaron a pasarse por todo su cuerpo y ella por mi espalda. Después de un rato empecé mi camino hacia abajo, esmerándome un poco en sus pechos, hasta que decidí que era suficiente, que seguí bajando hasta que llegué a mi objetivo. La reacción de Gabriela no se hizo esperar demasiado y estuve jugando por un par de minutos con su clítoris.

-Mierda Alex… ni se te ocurra parar.

Las manos de Gabriela pasaron a mi pelo y me empujaba hacia su entrepierna, hasta que noto que su mano me quiere apartar, y eso por lo general es cuando nos volvemos a fundir en un beso, cosa que no dudo ni un segundo en hacer, pero antes de volver a esos labios que tanto me gustaban, hice el camino contrario que hice hace un par de minutos sin pararme tanto como antes en sus pechos.

-Te amo hermosa, más que a nada en el mundo.

-Lo sé, pero ahora cállate y bésame.

Dicho y hecho, no tardé nada en volver a sus labios y pasé una de sus piernas alrededor de mi cintura, entendió lo que quería hacer, por lo que su otra pierna acabó en mi cintura también.

Mis manos se habían quedado en su trasero y no salían de ahí prácticamente. Empecé lentamente porque no quería hacerle daño, ni a ella ni al niño que tendríamos. El beso cada vez era más salvaje, pero en el cual nos demostrábamos cuanto nos amábamos, amaba a esta chica más que a nada en el mundo, y no pensé nunca en la vida que pudiese querer a alguien como lo hago con ella, nunca pensé que me enamoraría de alguien como lo estoy por ella, incluso la primera vez que estuvimos juntos.

-Chicos, la cena está lista.

Me cagué en todo internamente, porque nos interrumpió, y odio que nos interrumpan, parece que ni en mi casa podemos tener tranquilidad, para empezar ya no sé ni por qué había venido si había pedido que nadie nos molestase hoy.

-Mierda.

Gabriela me puso los dedos en los labios y tomó un par de respiraciones antes de contestar.

-Ya bajamos ahora.

-Está bien, pero no tardéis demasiado que la cena se enfría.

-No tardaremos nada

-Está bien.

Con eso se fue y yo me quedé mirando para Gabriela que tenía una gran sonrisa en la cara.

-Deberíamos salir, hermosa.

-Aún tenemos un rato.

-No creo que quieras…

-Me da igual Alex, solo te quiero a ti en este momento.

Mi sonrisa creció y no tardamos en volver a besarnos ni llegar al clímax. Nos estuvimos besando por un par de minutos más hasta que decidimos que era mejor darnos la ducha que habíamos venido a darnos. Nos duchamos entre risas y nos secamos de igual manera, hasta que terminamos de cambiarnos que bajamos para cenar.

En cuánto veo la cara de Carlota, sé que algo sospecha, pero no dice nada y por la cara que pone Gabriela sé que algo pasa entre ellas, pero no entiendo nada de lo que se están diciendo básicamente.

La cena pasó entre risas y todo hasta que decidieron irse a casa. Al parecer habían venido porque Ana quería ver a Gabriela, y claro está que nadie se iba a negar, más que nada porque como se enterase Gabriela, mataba a quien se negara a que eso pasase, y para suerte de todo el mundo, era algo que todos teníamos claro. En cuanto se fueron, nos fuimos al salón y estuvimos viendo la tele, justo estaban echando una de las películas favoritas de Gabriela, pero se quedó dormida a mitad de la película, por lo que apagué la televisión, la cogí en brazos, la llevé a la habitación, la tapé con la sábana y yo me acosté a su lado mirándola hasta que me quedé dormido.

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