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Mundo Shinobi - PGM - 189

En el momento en que Tsunade, Kasumi y el resto dejaban la capital con dirección a Konoha, Mari Hatake estaba entrenando a Kaoru en el claro de un bosque, a solo cincuenta metros de la playa, en la costa Este de la nación del Fuego.

Kaoru balanceaba su espada mientras coordinaba todo su cuerpo para que se moviera de forma fluida. Mari, al igual que otras veces, se entretenía bebiendo mientras miraba a su discípula, cosa que también molestaba a Kaoru. Sin embargo, esta última había aceptado los hábitos de su sensei. No era porque se hubiera rendido de hacerla entrar en razón, sino porque recordaba algunas cosas que le comentó Kain cuando su tío estaba vivo.

<<tío Hashirama no apuesta solo porque quiere botar su dinero, es algo más, Kaoru. Imagínate que eres un hombre que tiene los días contados, has trabajado en un objetivo, se lo has encargado a alguien más, pero no sabes si a la larga vaya a resultar bien. Eso le genera ansiedad a mi tío y apostar lo aleja de esos sentimientos mientras le da un momento de diversión>>

En base a esa conversación, Kaoru empezó a pensar diferente de su sensei. Mari Hatake viene de la Era de los Estados Combatientes. Ya no tiene la cicatriz en su rostro porque Kain le ayudo con medicina, pero su brazo faltante es recuerdo vivo de la violencia de aquellos años ¿Quizá que preocupaciones rondan en su corazón?

Kaoru continúo balanceando su espada, pensando en muchas cosas mientras escuchaba el sonido del suave oleaje y la brisa marina. No obstante, de un momento a otro, el día que parecía tan brillante y despejado, se volvió frio. Kaoru detuvo el balanceo de su espada y miró al cielo, extrañada por el repentino cambio en el aire. En ningún momento de la mañana le pareció que iba a llover o algo semejante.

Mari Hatake se levantó de la piedra en la que estaba sentada y miró hacia el mar. Una pequeña nube blanca se estaba extendiendo poco a poco y cubriendo el cielo. Durante un minuto la quedó mirando y en el transcurso de ese tiempo, la nube creció de forma poco natural varias decenas de kilómetros. Tanto fue así que cubría la mitad del cielo en el horizonte.

-Vamos, Kaoru- dijo Mari lanzando la botella con sake al suelo, tomo su espada con su única mano y camino por delante -el entrenamiento ha terminado-

Kaoru asintió un poco preocupada por esas nubes tan raras y siguió a su sensei. Ellas salieron del bosque y avanzaron por la playa hasta donde estaban los usuarios de ojos mágicos. Aoi Hyuga se había reunido con ellos y estaba conversando con un veterano cuyo byakugan tenía el mayor alcance.

-¿Qué sucede, Aoi?- preguntó Mari en tono firme

-No lo sabemos, Mamoru-san y yo intentamos ver qué pasaba con esas nubes- respondió Aoi -pero aún están demasiado lejos. Tendremos que esperar una media hora para que lleguen a nuestro alcance y poder examinar su composición. Si hay chakra en esas nubes, lo sabremos-

Mari frunció el ceño, pero asintió. Aunque para ese momento las nubes iban a estar demasiado cerca de ellos para combatirlas, no había nada que pudieran hacer. No obstante, igual ordeno a Aoi que se preparara; si era un jutsu de ataque sería algo devastador, cuya única forma de defenderse sería huyendo u ocultándose en una cueva.

Las nubes continuaron extendiéndose, pero poco a poco se tornaron grises. El cielo sobre el mar se oscureció, los mantos de agua se agitaron y el oleaje se volvió más fuerte. Se escucharon los truenos a la distancia, cosa que no gusto a Mari, pero justo para ese momento, Aoi ya había preparado varios refugios tierra con la ayuda de los miembros del clan Sarutobi. Por último, los Hyuga constataron que las nubes estaban alimentadas con chakra, una especie de jutsu de agua. No obstante, todos desconocían si era del tipo defensivo u ofensivo.

El cielo sobre la costa se nublo y poco a poco empezaron a caer gotas de lluvia. Mari y Aoi se coordinaron para retroceder cien metros de la playa y ocultarse en uno de los refugios. Desde una ventana, vieron como continúo cayendo la lluvia y el mar volviéndose más violento a cada momento. Fue un día largo, de mucha espera infructífera, nadie ataco.

En la noche, dentro del refugio y abrigadas con gruesas mantas: Aoi, Mari y Kaoru se reunieron alrededor de una fogata. La lluvia había bajado la temperatura ambiente varios grados y gracias a esto, la respiración de las tres era visible en forma de vapor.

-Debe haber sido un jutsu de exploración- dijo Mari -de lo contrario no me explico cómo pudieron gastar tanto chakra en realizar semejante técnica sin ninguna finalidad clara-

-Lo mismo pienso- respondió Aoi -pero quién tendría esa cantidad de chakra como para realizar tal jutsu-

-El Mizukage- respondió Mari sin dudarlo

Kaoru quien solo miraba a las dos, de repente preguntó -¿Cree que nos atacara?-

-Es difícil decirlo, la inteligencia de Konoha dice que los clanes influyentes en Kirigakure siguen deliberando por la repartición del botín. Una vez que lleguen a un acuerdo, atacaran. Así que no deberían atacar en el corto plazo a menos que se hayan roto las negociaciones y solo una parte de Kirigakure nos ataque, lo cual también sería un alivio en lugar de tener que combatirlos a todos- Mari tomo una pausa y murmuro -¿Qué te está demorando Tobirama?-

El refugio se llenó de silencio mientras la leña crepitaba y el humo escapaba por las ventanas. El refugio solo eran una caja rectangular, pero servía para resguardarse de la lluvia y el frio. No obstante, el aire seguía poniéndose más y más helado. Así que las tres kunoichi se turnaron para tomar un descanso. Mari sería la primera, ya que debería permanecer el mayor tiempo posible atenta a los cambios. Después la seguiría Aoi y por último Kaoru, quien podría dormir sin ser despertada a menos que pasará algo importante.

De esa manera, la noche paso y la fogata tuvo que ser alimentada en todo momento. Aoi mantuvo su byakugan activado igual que los otros de su clan que realizaban la vigilancia. No obstante, cuando toco el momento de que ella durmiera, empezó a notar como caían copos de nieve. La temperatura estaba bajando demasiado, pensó. No obstante, no hubo más cambios y cuando le toco ir a dormir, le comunico a Mari lo que había visto.

Por su parte, Mari dejo a Kaoru cuidando a su madre dentro del refugio y salió a caminar únicamente acompañada de su espada. Se veía una delgada capa de nieve sobre la arena mientras los copos de nieve continuaban cayendo. Ella se detuvo a la orilla de la mar, sintiendo el frio por todo su cuerpo y haciéndole doler donde el demonio Uchiha le había cortado el brazo. Le dolía como el demonio, pero Mari aguantaba este dolor con orgullo, después de todo, era su recuerdo de haber estado luchando en la cima del mundo, donde estaban los dioses. Ella fue una pecadora que se acercó al terreno sagrado y sobrevivió para contarlo. El mismo dios de los demonios sonrió ante su habilidad. Era una vista aterradora, una noche oscura como esta, donde solo ella y ese demonio luchaban en las montañas. Los ojos de Madara brillaban con un fulgor infernal, sonreía al repeler los ataques de Mari con su gunbai. Era fuerte, mucho más que cualquier otro guerrero con el que Mari se haya encontrado.

Una fría ventisca apartó a Mari de sus recuerdos y miró el mar oscurecido a la distancia. Para haber habido una tormenta hace solo unas horas, estaba demasiado en calma, como si alguien controlara los mantos de agua.

Mari le dio la espalda al oscuro mar y volvió a su refugio. Una vez que ella entró y se acercó a la fogata que Kaoru alimentaba con leña, entendió que el aire afuera estaba demasiado helado y tuvo una corazonada.

-¿Qué sabe Kaoru de los kekkei genkai?- preguntó Mari sentándose en una piedra. Dejo su espada a un lado y extendió su mano para calentarla al fuego.

-Kaoru tiene un kekkei genkai- respondió Kaoru mientras se refugiaba debajo de su manta y miraba a su sensei -Kain-sama también tiene uno, y, y Akane-chan también-

-No quién, sino qué-

-Mmm, es una habilidad especial. Kaoru tiene su byakuga mientras Kain-sama y Akane-chan tienen el sharingan-

Mari soltó un suspiro, porqué aparte de los Uchihas y los Hyuga nadie en todo Konoha tenía un rasgo genético que le diera una ventaja. Incluso los Aburame, quienes acostumbraban a sus hijos a los insectos desde que nacen, no tenían un rasgo genético que los ayude a eso. Era más un jutsu de modificación corporal o algo así. Lo mismo pasaba con la gente de la alianza Ino-Shika-Cho y los Sarutobi. Entonces Mari se dio cuenta de que, de manera inesperada Konoha tenía solo dos kekkei genkai. Ella negó y pensó que fue para mejor. A lo mejor, si hubiera más clanes con kekkei genkai en Konoha estarían luchando por el poder, igual que en Kirigakure.

-Es como dice Kaoru, es una habilidad especial heredada a través de la sangre- dijo Mari -no obstante, no se limita a los ojos. Existen algunos que pueden manejar la arena como el Kazekage u otros que pueden manejar el hielo, como el Mizukage. No obstante, lo importante es que ese rasgo genético les da una ventaja y los vuelve pel…- Mari tomo una pausa, miró a Kaoru y corrigió su última palabra -poderosos, los vuelve poderosos-

-Entiendo- respondió Kaoru con un rostro inocente enmarcado por la manta de color gris.

Mari sonrió y le empezó a explicar su plan, estaba bajando la temperatura y su corazonada le decía que los miembros del clan Yuki, un clan con kekkei genkai de Kirigakure, lideraban el ataque. Lo más probable es que estén preparando el campo de batalla, primero inspeccionando la zona con ese gran jutsu de lluvia y después creando un terreno que les de ventaja, por eso el clima frio.

No obstante, pese a todo lo que Mari le quería compartir a Kaoru, ella empezó a cabecear y su turno de dormir llego dos horas antes. Mari no se hizo problemas y al verla medio dormida, la llevo a donde estaba su futon y la acostó. Kaoru le dijo que todavía podía aguantar, pero sus ojos casi cerrados, decían otra cosa. Mari le dijo que durmiera, ya que su deber sería ayudarla a luchar contra lo que se aproxime en las siguientes horas.

Dos horas más tarde se despertó Aoi Hyuga, Mari le indico que empezará a preparar a los shinobis; a lo sumo tendrían una o dos horas más antes de que atacaran. Aoi asintió y salió a preparar a los shinobis. Mari se quedó cuidando de Kaoru y una hora después, un shinobi vino corriendo y entro a su refugio sin pedir permiso. Su respiración estaba agitada y su rostro pálido del miedo.

-¡Comandante!- dijo el shinobi -venga, tiene que ver esto-

Mari se levantó y Kaoru se despertó asustada. No obstante, Mari le dijo -descansa, Kaoru, voy a ver algo y vuelvo-

Kaoru se pasó las manos por los ojos, asintió, se arropo con las frazadas y se acurruco.

Mari salió corriendo con dirección a la playa y noto de inmediato una gruesa capa de nieve. El cielo estaba nublado y una fría ventisca golpeaba su rostro. Solo tuvo que correr veinte metros para darse cuenta de lo que había pasado. El mar de la costa Este de la nación del Fuego se había congelado hasta donde alcanzaba la vista.

Al mismo tiempo, los shinobis de Konoha liderados por Aoi Hyuga corrían de un lado a otro preparando trampas o levantando muros como resguardo para el eventual ataque.

Mari se quedó mirando el horizonte y preguntándose como avanzarían estos terribles enemigos que podían transformar el océano en hielo.

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