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Mundo Shinobi - PGM - 169

Hiruzen había entregado todos los sellos explosivos que tenía su clan y se los había entregado al clan Uchiha. Estos últimos los habían atado a los kunais y se habían distribuido entre las tropas de Konoha; más de doscientos pares ojos mágicos del color carmesí. Daba la impresión de que se habían colado demonios entre las filas. No obstante, fuera de todas las impresiones que pudiera tener la gente, no había mejores lanzadores de kunais que los Uchihas. Su sharingan les proporcionaba una visión sobresaliente.

Así que cuando Hiruzen y Danzo vieron a los shinobis de Kumo lanzarse en los deslizadores desde lo alto de la montaña y planear como las aves, dieron la señal y un shinobi del clan Sarutobi levantó una bandera roja. Al instante siguientes los Uchiha prepararon los kunais, calcularon la distancia de más de cien metros de altura y lanzaron los kunais.

Los shinobis de Kumo no entendieron la táctica y siguieron volando en su dirección, pero cuando se acercaron lo suficiente, vieron volar cerca de ellos los kunais junto a los sellos de papel con tinta roja.

-¡Cuidado!- grito uno de los shinobis de Kumo, pero las fuertes corrientes de aire se llevaron su voz y lo único que se escucho fue una explosión. El cielo se cubrió de una nube negra y fuego mientras un cadáver caía como si fuera un mosquito.

Al instante siguiente el resto de los shinobis que volaba en la misma dirección se empezaron a dispersar hacia los lados. No obstante, los que lideraban el avance fueron alcanzados por los kunais. Alrededor de treinta shinobis de Kumo murieron por las explosiones o gritando de pavor al caer de más de cien metros de altura y estrellarse contra la nieve.

Por otro lado, desde el paso fronterizo entre las montañas, un shinobi alto, de piel morena y cabello alborotado, miraba de brazos cruzados como las fuerzas aéreas caían como moscas. Detrás de él estaban sus consejeros, capitanes y mucho más atrás, los tres mil shinobis que realizarían el ataque terrestre.

-Raikage-sama, es inútil, los usuarios de ojos mágicos están lanzando kunais explosivos- dijo uno de los consejeros mientras utilizaba un catalejo para mirar a la distancia.

El hombre alto y de piel morena, también conocido por el título de Raikage o simplemente por el seudónimo de "A", miraba con frialdad el espectáculo -lo veo, que continúen el avance y traten de cambiar su trayectoria de vuelo. Ni siquiera han hecho un ataque- respondió

-¿Señor?- pregunto el shinobi de Kumo apartando su ojo del catalejo y mirándolo lleno de incredulidad. Era claro que la táctica aérea era inútil.

-Te estoy diciendo que continúen con el avance hasta el último de ellos. No han hecho ni siquiera un ataque, necesitamos reunir datos- dijo el raikage con voz firme. Para empezar, él solo estaba pagando un favor a un noble de la nación del Trueno y por eso habían ocupado estos artilugios. Una vez que se acabe está farsa, avanzará con su ejército y aplastará a los de Konoha.

-Entiendo, señor- respondió el consejero con voz apagada mientras apretaba su puño en un gesto de impotencia. Después miró con cierta reticencia a un shinobi a su izquierda y asintió. Entonces el shinobi con una mirada incomoda, levantó poco a poco la bandera verde y al instante siguiente se desplegaron el resto de las fuerzas que aguardaban en lo alto de la montaña. Parecían una bandada de aves que se dirigían hacia unos grandes nubarrones oscuros producidos por las explosiones de sellos.

El raikage siguió mirando de brazos cruzados como se producían las explosiones en el aire y caían los cuerpos desde cientos de metros. Frunció el ceño, pero pensó que una deuda es una deuda. En el país del Trueno, el dinero mandaba e incluso alguien como él necesitaba el respaldo del daimio y la gran mayoría de los nobles para poder seguir siendo raikage.

El raikage frunció el ceño y escupió hacia un lado con una expresión de repugnancia. Después siguió mirando al frente como morían los shinobis, sopesando entre las deudas que tenía con los nobles y la vida de los guerreros de su nación.

-¿Dónde están Ryo y Yamato?- pregunto el raikage mientras escuchaba las explosiones de los sellos en el aire.

-Preparando las provisiones y las tropas en la retaguardia como usted ordeno- respondió el consejero

-Eso fue hace dos días ¿Por qué se demoran tanto?-

-Parece que están teniendo problemas para lidiar con Jin-

-¡Ese maldito lunático!- grito el raikage dando un pisotón al recordar al hombre de la pañoleta en la cabeza que amaba fumar esa hierva apestosa -¿Qué acaso no entiende que las villas no solo pueden vivir de simples trabajos?-

Los cuatro consejeros que estaban a su alrededor miraron hacia otro lado y fruncieron la nariz con un gesto de disgusto ¿Política? ¿Economía? Já, vaya broma, pensaron todos. Todo se debía a los regalos que recibía el raikage, de lo contrario, Kumogakure jamás se hubiera metido en esta guerra. La actitud desmotivada del raikage al solo enviar unas cuantas tropas a los países vecinos y reclamarlos como suyos le había costado miles de vidas a la villa.

Todo comenzó hace un par de años, con el matrimonio con una de las hijas del daimio, después con los favores de los nobles y la rebaja en las tarifas por los trabajos de los shinobis. Después recibiendo supuestos regalos y enviando a las muchachas de la villa a proteger a los nobles, solo para después devolverlas embarazadas.

-Konoha sigue avanzando- dijo el consejero con el catalejo.

-Lo que sea, ya me ocupare de esos tres- dijo el raikage soltando un suspiro. Entonces levantó su brazo y grito -¡avancen!-

Sin embargo, nadie reacciono a su comando.

El raikage miró hacia atrás a los tres mil shinobis a sus espaldas y frunció el ceño -he dijo que avancen- grito otra vez

-¿Está seguro raikage-sama? No es normal que las tropas de Konoha avancen en esta situación- preguntó el consejero con el catalejo en su mano. Sus ojos emitían una mirada llena de desprecio y duda.

El raikage le dio una bofetada que le rompió el labio y lo lanzó a la nieve -si digo que avancen, es porque tienen que avanzar- dijo

El resto de los consejeros lo miraron con desprecio y uno de ellos ayudo a su compañero que había caído en la nieve. Los que estaban en pie asintieron de mala gana y le dieron la espalda. Después se unieron a diferentes grupos y comenzaron a ordenar las tropas.

El raikage frunció el ceño y se preguntó desde cuándo había empezado a perder la confianza de sus shinobis. ¡Él era el raikage! la persona más prestigiosa y fuerte de la villa. Él negó con la cabeza, estaba ese idiota de Jin, un pequeño monstruo irracional que lo único que pensaba era en proteger a sus compañeros, como si de eso pudiera vivir una villa.

El raikage les dio la espalda a sus shinobis y miró hacia abajo por la colina. Entonces él vio con más claridad como se acercaban las tropas de Konoha. Todavía estaban a dos mil metros de distancia, pero se acercaban a paso firme.

Los shinobis de Kumo que intentaron realizar sus ataques aéreos habían caído como moscas. Ahora todo lo que quedaba en el cielo era una humareda oscura siendo dispersada por las fuertes corrientes de aire.

Al mismo tiempo, se podían escuchar la marcha de todos los shinobis de Konoha y como remecían el suelo.

El raikage elevo la mirada a las dos montañas a los lados. Él negó pensando que sería difícil que hubiera una avalancha solo por la marcha de un ejército. No paso nada cuando él avanzo con sus tres mil shinobis, mucho menos iba a pasar cuando Konoha llegará al sector. El raikage sonrió lleno de confianza y pensó: bueno, si es que llegan a pisar el paso fronterizo.

El raikage miró hacia atrás y vio a tres mil shinobis que lo seguían mirando con desdén. Ya los castigaría una vez que tuviera tiempo -¡Adelante!- grito otra vez y el resto de los shinobis grito en respuesta, pero se sentía su desgano y escasa convicción. El raikage frunció el ceño, les dio la espalda y los ignoro. No los necesitaba, era fuerte, sería el siguiente dios shinobi, pensó. Sí, eso era lo correcto. Si ese saco de huesos moribundo podía ser el dios shinobis, también lo podía ser él. Entonces comenzó a correr por delante asustando a sus consejeros, los que gritaron al unisonó que lo siguieran.

Todos los shinobis de Kumo liderados por el raikage corrieron por los campos de nieve con la intención de enfrentar a Konoha. Tenían la ventaja numérica mientras su posición de ataque descendente era la mejor. A los shinobis de Konoha les costaría defenderse.

No obstante, una vez que los shinobis de Kumo estuvieron a mil metros de distancia de las tropas de Konoha, estos últimos levantaron varias banderas rojas. El raikage detuvo su avance al instante, pero el resto de los shinobis de Kumo siguieron corriendo, pasando por su lado sin detenerse.

-¡Deténganse!- grito el raikage varias veces, pero nadie se detenía. Él quería creer que era por las fuertes ráfagas de viento que se llevaban su voz, pero la realidad era que ya nadie lo respetaba. El raikage desistió de querer detenerlos y los dejo correr a su muerte. No obstante, él se puso a mirar en todas las direcciones y a buscar la amenaza. Sin embargo, cuando escucho las grandes explosiones en las montañas fue muy tarde. Él se volteó y miró con horror como la nieve se deslizaba produciendo una enorme avalancha. Después miró hacia adelante y vio a los shinobis de Konoha correr por delante de sus batallones. Ellos formaron una punta de lanza y empezaron a realizar sellos de mano. Una vez que los shinobis estuvieron listos, golpearon la nieve con sus manos y al instante siguiente se formaron largas murallas de piedra que seguían la estructura de la punta lanza.

-Malditos shinobis dementes- murmuro el raikage lleno de incredulidad y comenzó a correr hacia su derecha con todas sus fuerzas. Pasó a chocar con algunos shinobis de Kumo, pero a él no le importó y los mando a volar. La avalancha de nieve genero un terrible estruendo que sacudió la tierra y alertó al resto de los shinobis de Kumo, pero cuando se dieron cuenta de que venía la nieve, se detuvieron atónitos ante la aterradora visión.

-Malditos shinobis, malditos shinobis, malditos shinobis- gritaba el raikage a medida que corría y escuchaba como la terrible avalancha arrasaba con la tierra a sus espaldas. Su corazón bombeaba a mil por hora mientras lo único que podía ver a la distancia era un largo precipicio. Entonces pensó que, si podía superar el precipicio, la avalancha no lo alcanzaría. Así que él imprimió más fuerza en sus pisadas y avanzó a toda velocidad. El precipicio se veía a quinientos metros por delante, casi nada, pensó. No obstante, el rugido de la avalancha se escuchaba igual de cerca. Poco a poco la avalancha fue visible por el rabillo de su ojo derecho. El raikage acelero dando enormes zancadas, esforzándose al punto de que le dolían las piernas, pero ignoro el dolor y siguió avanzando mientras veía como la avalancha engullía árboles y rocas a su paso.

No obstante, el raikage alcanzó a llegar al borde del precipicio, junto todo su chakra en la planta de los pies y se impulsó con toda su fuerza, saltando cincuenta metros de un solo golpe. Al mismo tiempo, la avalancha avanzó siguiéndolo, pero cayó al precipicio.

El raikage cayó en el otro borde del precipicio, rodó varias veces y choco con una roca. Se golpeo la cabeza y sintió al instante un hilillo de calor recorriendo su cara, pero solo pudo quedarse sentado, apoyado en la roca y mirando como la avalancha lo engullía todo del otro lado del precipicio. No obstante, la estructura creada por los shinobis de Konoha, resistió la embestida y desvió los caudales de nieve hacia los lados.

Entre jadeos, el raikage se llevó las manos a la cara y murmuro -¿Cuándo, cuándo fue que todo empezó a ir mal?-

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