El hotel de Hiruzen y su equipo quedaba en la zona residencial, sector Sur Oeste de la fortaleza. A dos cuadras de la avenida que cortaba la fortaleza en horizontal y a tres cuadras del distrito militar, en el sector NorOeste. Donde solo había grandes galpones y campos de entrenamiento para los shinobis que funcionaban como los guardias de la fortaleza. También estaban a cinco cuadras del municipio de la Fortaleza.
Como acordaron, Kaoru se quedó dentro de la habitación del hotel, mapeando cada rincón de la fortaleza. Mientras Hiruzen iba a dar un paseo por fuera del municipio y después a visitar los galpones que ocupaban los comerciantes como caballerizas y bodegas. Sakumo y Akane se dispusieron a dar vueltas por las cuatro diferentes ferias que habían dentro de la fortaleza. Todas en medio de las avenidas y separando el tránsito en dos direcciones.
Sakumo se fue con dirección sur para revisar de nuevo por donde entraron y entender como funcionaban los turnos de la guardia. Akane salió con dirección norte, para revisar la feria del sector Oeste y mirar al distrito militar, que quedaba en el sector Norte Oeste. Por otro lado, Hiruzen tomo dirección Este y fue directo al municipio.
Hiruzen paso bordeando el municipio y mirando como si fuera un pueblerino. Actuando como si estuviera súper asombrado por el tipo de construcción y sacando algunas carcajadas de los guardias que rodeaban el edificio.
Sin embargo, de su breve inspección pudo notar que la administración de la fortaleza era cuidadosa, ya que los cuatro pozos de agua en la ciudad estaban a veinte metros del municipio, cada uno tomando una de las cuatro esquinas. Eso a su vez, les permitía mantener un ojo sobre quienes entraban a la ciudad y mantener una vigilancia sobre los nuevos. Para ser más específicos, si querías agua, tenías que pasar por el municipio y ser visto por los guardias, quienes permanecían a veinte metros de los pozos.
Hiruzen continuo su camino, con dirección Este, a los galpones ocupados por los comerciantes. Eran construcciones de diez metros de alto, por cincuenta de ancho. Cada galpón estaba separado por calles de más de veinte metros de ancho, las cuales empezaba en la avenida que cortaba la fortaleza en horizontal y terminaban en las murallas de la zona Sur de la fortaleza. En el centro de esas grandes calles, habían puesto caballerizas techadas, pero sin murallas, para que los comerciantes pudieran dejar sus caballos frente a los galpones sin la necesidad de pagarles a alguien para que los cuidara. A su vez, cada galpón era dividido en bodegas de ochenta metros cuadrados para que cada uno los llene con sus productos y puedan realizar sus ofertas.
Hiruzen se aproximó a las bodegas, cuyas puertas estaban abiertas de par a par y se veía todo hacia adentro. Para sorpresa de Hiruzen, la mitad de las bodegas estaban repletas de armas y la otra mitad, repletas de granos de arroz. Según estuvo escuchando, los que traían arroz, venían del país de la Tierra, y los que traían armas, venían del país del Fuego y el Trueno.
Hiruzen al saber que mercaderes de la nación del Fuego estaban intercambiando armas con los enemigos, escupió hacia un lado y pensó que esta gente solo conocía la lealtad al oro. Ahora le estaban vendiendo armas, con las mismas que el día de mañana, les arrebatarían sus fortunas.
Por otro lado, en la región Oeste, Akane avanzaba por un largo pasillo, hecho de manera natural como una división entre los puestos de la derecha y la izquierda, dentro de la feria. Akane casi siempre hablaba o compraba cosas del lado izquierdo, ya que esto le permitía mirar al otro lado de la avenida y tener una visual de los cuarteles. Sin embargo, las grandes murallas que rodeaban los cuarteles le impedían ver todo lo que pasaba a ras de suelo. Solo se alcanzaban a ver los techos de los edificios y un gran conjunto de andamios, cerca de la muralla, los cuales ocupaban los shinobis para subir a lo más alto de la muralla.
Este era un mal lugar para mirar, pensó Akane, compro un conjunto de nueces provenientes de la nación de la Tierra. Estas venían aun con su cascara, pero ya había pasado por el proceso de secado, así que la cascara se partía con un suave apretón de dedos. Akane recibió las nueces en un pequeño costal de tela, cortesía del locatario para una chica bonita. Akane solo pudo hacer una sonrisa incomoda cuando le dijeron eso. El locatario era un anciano redondo como una sandía, de unos setenta años.
Después de recibir las nueces, Akane siguió mirando y llegando al principio de la feria, a unos cien metros del municipio. Miró el enorme edificio, con una base de piedra como si fuera un castillo feudal y techos a cada nivel de piso similares a la construcción de una pagoda. Noto que había guardias a diez metros de edificio, cinco por lado. Ninguno se veía fuerte, pero estaban muy atentos a quienes se acercaban a los grandes pozos de agua, a unos veinte metros de ellos y treinta del municipio. Todos los pozos estaban hechos de piedra tallada y tenían dos poleas, para poder surtir de agua a los civiles y personas externas a la fortaleza. Akane salió de la feria y camino setenta metros hasta llegar al gran pozo de agua a su izquierda.
Una vez que llego, noto que en ambos lados de los ejes que sostenía las poleas, había dos ranas paradas sobre su patas a cada lado como si fueran humanos.
<Pozo del Sabio Sapo> leyó Akane en una placa, en la base del pozo. Era metálica, un poco verde por el paso del tiempo, pero debió ser de cobre.
Una persona avanzo por detrás de Akane y le dijo -¿jovencita, puede hacerse a un lado?-
Akane miró hacia atrás y vio a una mujer madura, con un kimono y pantalones verdes. Llevaba una cubeta de madera en cada mano.
-Claro- dijo Akane
-¿Ese asentó?- dijo la mujer como si recordara algo. Akane se tapó la boca y la mujer sonrió -no se preocupe- continuo -es solo que me causa curiosidad, hoy en día solo vienen comerciantes desde su lado. Es muy difícil ver a gente que ande paseando-
-No, la verdad- dijo Akane en un tono de voz nervioso -vine con alguien, pero como soy mala para los negocios, me pidieron que fuera a dar un paseo-
La mujer paso por al lado de Akane, movió la manivela para levantar la soga atada a la polea y una vez que esta llego a la cima, ella la amarro a uno de los cubos de madera.
Entonces, antes de lanzar el cubo al agua, junto sus manos como si estuviera rezando y cerró los ojos durante veinte segundos. Después de terminar de rezar, lanzó el cubo a las profundidades del pozo y la polea empezó a girar en dirección inversa a medida que el cubo caía y tiraba de la cuerda.
-Si no quiere decir sus razones está bien- dijo la mujer en un tono de voz malhumorado -pero no le ande mintiendo a los adultos de forma tan descarada-. Una vez que termino de regañar a Akane, se dedicó a sacar el agua.
Por su parte, Akane hizo una mueca y entendió porque Hiruzen le dijo que se quedara lejos del municipio. Hay gente que es mala para mentir, una de ellas es Akane. Después se dio la vuelta, y fue a ver la feria del sector norte. Avanzó por la calle que producía la separación de los puestos de la izquierda y derecha. Continúo comprando algunas frutas que se veían exóticas y mirando al sector militar. Sin embargo, igual que en el sector oeste, solo podía ver la muralla que le impedía la visual y la parte superior de los edificios.
Sin embargo, una vez que llego al final de feria, pudo notar que, del lado norte de la ciudad, las grandes puertas se estaban abriendo mucho más amplias que cuando ella llego del lado Sur. Una vez que las puertas se abrieron por completo, varias carretas tiradas por caballos avanzaron con dirección a Akane. Esta última entrecerró los ojos y pudo contar diez carretas que viajaban en pares. Todas doblaron hacia su derecha, en la entrada del distrito militar. Esperaron durante cinco minutos y después de una revisión los dejaron entrar.
Por su parte, Sakumo fue a la feria del sector Sur y viajo hasta el fondo, donde había un anciano atendiendo un puesto de hortalizas. Sakumo, simpático y amigable, hablo con el anciano y le pregunto si necesitaba ayuda. El anciano de primeras lo mando a la mierda, pero como Sakumo empezó a gritar a viva voz que el anciano vendía las mejores hortalizas, el anciano lo acepto. Le dijo que podía seguir promocionando sus verduras y que si mejoraban las ventas del día (algo decidido de forma subjetiva) le daría una comisión. Sakumo con una gran sonrisa le dijo que estaba bien. El anciano sonrió ante la buena voluntad del niño y durante el día le agarro cariño.
Sin embargo, lo que Sakumo buscaba era un lugar que le permitiera tener libre acceso a mirar todo el tiempo que quisiera el portón de la zona sur y sus guardias. Así que mientras estuviera al final de la feria, su visual no sería interrumpida y nadie le prestaría atención, más allá de la gente que iba a comprar en ese momento.
Sin embargo, como a eso de las tres de la tarde se preocupó, ya que un grupo de cinco shinobis vestidos de rojo con un chaleco protector de cuero, pasaron cerca del puesto del anciano. Sakumo puso una sonrisa de negocios y se froto las manos como si fuera un codicioso comerciante.
-Pero que cosas, que cosas, mira lo que tenemos aquí. Shinobi-sama, shinobi-sama ¿No le gustaría comprar las mejores hortalizas de toda la fortaleza?- pregunto Sakumo
El anciano, a unos tres metros de Sakumo y detrás de la tarima que ocupaba para mostrar sus productos, sintió que le iba a dar un infarto. Camino lo más rápido posible y tomo a Sakumo del pelo y lo hizo agachar la cabeza hasta tocar el suelo con la frente.
-Lo siento, shinobi-sama- dijo el anciano con voz ronca y temblorosa -es solo un niño nuevo, no conoce la grandeza del cielo. Por favor, haga la vista gorda-
Los cinco shinobis quedaron mirando al anciano y al niño y después se dieron media vuelta. El líder del grupo dijo algo como "ya no hay nada que ver" y se fueron.
El anciano levantó la cabeza y cuando vio que se habían ido, le dio una fuerte palmada en la cabeza a Sakumo.
-Idiota- grito el anciano -si quieres matarte, hazlo tu solo. Da gracias que eran shinobis recién llegados a la fortaleza, de lo contrario, nos hubieran matado por tu osadía-
Sakumo apenas sintió el dolor, pero de todos modos hizo el gesto de acariciarse la cabeza y sonrió -lo siento, jii-chan, solo quería ver si podíamos vender todo lo que nos queda- dijo
El anciano volvió detrás de la tarima donde tenía las hortalizas y soltó un suspiro -está bien- dijo -mientras aprendas la lección. Ahora trabaja, de lo contrario, no te pagare-
Sakumo chasqueo, actuando como si estuviera cansado y dijo -ok, ok, para ser un anciano, eres bastante explotador-
Sakumo siguió promocionando sus productos y recopilo la información de los turnos que requería. Todo estaba hecho en múltiplos de cinco. Cada cinco horas, cambiaban a los cinco shinobis apostados en la puerta por otros cinco shinobis. La única diferencia, eran los shinobis que deambulaban por el camino que se producía en lo alto de la muralla. Desde el punto de vista de Sakumo, el camino parecía tener un ancho de unos diez metros. Así que, hacer explotar la muralla a base de sellos explosivos era una pérdida de recursos.
Sakumo miró con dirección a las mansiones de la zona residencial, en el sector Sur Oeste de la fortaleza, como si su visión pudiera atravesar el concreto y pensó en Kaoru. "Ojalá que hayas encontrado una forma de salir, moe-moe-chan".