Después de conocer a Orochi, Hashirama no le enseño a Kain el conocimiento que tenía en mente. Pensó que a lo mejor se estaba apurando, y considerando que el niño iba a estar ocupado con Naori y Mito, guardo el conocimiento para cuando volviera.
El día en que Hashirama dejo la aldea para ir en una larga misión que le iba a tomar varios meses, estaba nublado. Recién habían llegado al primer mes de otoño, pero hacia un frio considerable.
Ese día se levantaron todos temprano y lo esperaron en el comedor. Eran las cuatro de la mañana y cuando lo despidieron con un abrazo, el sol ni siquiera se había asomado en el horizonte. Lo acompañaron hasta la puerta, solo para toparse con Tobirama y sus alumnos. En el grupo estaba Kagami Uchiha y otros cinco shinobis, todos más jóvenes que él. Kain quedo mirando a dos mientras sujetaba la mano de su madre. Uno tenía una cara amigable y dos tatuajes en la comisura de sus ojos. Eran pequeños, como dos diminutos colmillos, pero lo hacían ver especial.
Por otro lado, había un niño de cabello oscuro y barbilla marcada con una cruz. Su rostro se veía duro como las piedras y enojado como si alguien lo hubiera maltratado. El resto no destacaban, uno era un niño de lentes y la otra una niña sería. Por último, un gordito que era del doble del tamaño del resto, pero que por su cara boba no daba miedo.
Hashirama se despidió de todos y Kain lo vio ir junto a Tobirama, este último vestía una ropa de combate y encima una armadura azul. Le dio una breve mirada a Kain y después lo ignoro. Por otro lado, se fijó en Hashirama y le tendió un pergamino. Ambos caminaron conversando algunas cosas que Kain no pudo escuchar, pero si puedo entender que Hashirama le estaba confiando algo a Tobirama. Le palmeo el hombro y asintió una vez. A lo que Tobirama también asintió y dijo algo que Kain no pudo escuchar. Entonces Hashirama comenzó a caminar hasta el marco de la puerta Torii que protegía la entrada y se detuvo bajo su roja figura. Al instante siguiente, cayeron veinte shinobis delante de él. Todos hombres mayores o ancianos. Uno en el centro se parecía mucho al joven alumno de Tobirama, con los mismos tatuajes en la comisura de los ojos. Sin embargo, estaba arrugado como el viejo Orochi.
Hashirama les dijo algo mientras ellos permanecieron hincados y con la cabeza gacha. Una vez que él termino de hablar todos dijeron a coro "Sí". Kain entendía que ellos eran los que quedaban fieles a Hashirama y a su vez, que iban a morir. Se notaba en sus rostros la resignación de un destino inevitable, pero deseado. Muchos de ellos ya habían visto demasiadas primaveras y estaban cansados de esta vida. Sin embargo, el espíritu del guerrero en el interior de sus almas les impedía morir de viejos. Sería algo deshonroso. Así que habían decidido participar en esta última misión para sacrificar sus vidas por un bien mayor. Al menos, ninguno de ellos parecía desconfiar de las intenciones de Hashirama.
-o-
El tiempo de Kain se dividió entre estudiar con Mito y Naori, y pasar parte de su tiempo con Naoko. A eso, se le sumo las visitas al "abuelo Orochi" que nombro Kain de esta manera. Gracias a esto, Kain pudo ir desarrollando su técnica especial de serpientes de agua. Sin embargo, a ninguna de las mujeres de la familia le gusto.
Uno de esos días a mediados de invierno, Kain salió a entrenar en el accidentado patio trasero. Lo primero que hizo Kain fue crear una muralla de roca. Hoy por hoy, era una magnifica construcción diferente de lo que hacía antes. Kain podía llegar a hacer una muralla similar a un cuadrado de dos metros de ancho por dos metros de alto y treinta centímetros de espesor. Después de erigir la muralla, Kain creaba tres pequeñas serpientes de treinta centímetros y con la conexión del chakra, similar a marionetas, las hacia atacar la muralla con la intención de perforar los treinta centímetros de espesor. Sin embargo, darle al agua una estructura similar a la de una serpiente solo le había ayudado a darle movilidad, pero no fuerza. Eso dependía de como Kain condensara su chakra y el movimiento que tomaba el agua. Al final de cuentas y por el momento, la técnica de serpientes de agua era una técnica llamativa, pero nada útil.
-¿Qué haces, Kain?- pregunto una voz femenina unos cinco metros por detrás de él. Kain perdió el control del chakra y las serpientes de agua se convirtieron en manchones de humedad sobre la tierra. Kain se dio la vuelta y vio a una mujer pelirroja acercándose en un abrigo blanco y peludo en el cuello y las mangas.
-Entrenando mi nueva técnica, maestra- respondió Kain con su voz infantil
-Niño; ¿esas cosas? No las ocupes en mis entrenamientos o ya verás- dijo Mito con el ceño fruncido hasta llegar a un metro de Kain
Kain asintió con una pequeña sonrisa, pero sin darse cuenta, miró a Mito en el estómago. Mito siguió la dirección de su mirada y vio lo que él veía. Entonces sonrió y le dijo -no te preocupes, este tipo no saldrá para hacer cosas malas-
Gracias a la activación del sharingan, muchas cosas habían cambiado. Kain podía percibir el mundo con lentitud gracias a esto. También enfocarse en pequeños detalles, como las manchas en la cara de una persona o las marcas en las uñas, cortes o heridas. Notar que una ropa era nueva o vieja por muy bien cuidada que haya sido. Y también ver el flujo del ckakra. Kain se llevó una gran sorpresa cuando pudo ver una cara demoniaca en el estómago de Mito. Sin embargo, no era algo de la propia Mito. Ya que, si el chakra era una energía volátil, esta energía anaranjada en el estómago de Mito era un tornado de caos. Kain dio un grito de horror la primera vez que lo vio y Mito le tapo los ojos para que él no se pudiera meter en su conciencia a través del poder ocular del sharingan. Después de eso, a Kain le costó volver a estar tranquilo delante de Mito, pero ella con su candidez natural y unos cuantos golpes, lo convenció de que nunca le haría daño. Al menos, fuera del entrenamiento.
-¿No le duele?- pregunto Kain preocupado, en ese momento tenía desactivado el sharingan, pero al estar consiente de esa existencia, no podía dejar de pensar en ella.
-Para nada, Kain. Pero algún día alguien tendrá que cuidar de él. Es un chico incomprendido-
Kain se congelo por un momento y por un instante se olvidó de su temor -¿Incomprendido?- pregunto mirándola a la cara. Mito sonrió y encontró demasiado ingenua esa mirada. Se agacho y tomo al pequeño Kain en sus brazos.
-Así es- dijo Mito con una pequeña sonrisa y una voz suave -incomprendido. Es alguien que ha vivido demasiado tiempo solo, así que no sabe cómo tratar con otras personas. Por lo tanto, quería pedirte un favor. Si algún día encuentras el valor en tu corazón ¿Puedes ser su amigo?-
-Voy a pensarlo- dijo Kain agachando la cabeza y haciendo un puchero
Mito soltó una risita llena de cariño y le beso las heladas mejillas -piénsalo- dijo -y si puedes, se su amigo. Todos necesitan a un amigo ¿o no?-
Kain asintió y se abrazó del cuello de Mito. Ella también le dio un abrazo apretado y notó que estaba comenzando a nevar.
-Vamos a dentro, va a nevar-
-Pero mi entrenamiento-
-Mañana es otro día, además, por tu cara puedo decir que no sabes por donde continuar para mejorar tu técnica ¿o no?-
Kain asintió y Mito le dio un pequeño beso en la nariz. Después lo llevo en sus brazos, de vuelta a la casa y el patio quedo en completo silencio sin la presencia del niño. No obstante, como Mito entro a Kain, este no pudo notar el cambió en la muralla que había hecho. En el centro de la muralla se formó una grieta que poco a poco se fue ampliando hasta formar un círculo y desprender un pequeño trozo de muralla. Al parecer, la técnica no era tan inútil.