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Capítulo 36 - Desafío

Camino al bosque, por la salida norte de Millishion, Kain iba con sus tres hijos en brazos. En un principio los niños habían llorado, pataleado e incluso pedido ayuda a los transeúntes. Algunos aventureros se quisieron meter para ayudarlos, pero una vez que Kain les dio una breve explicación, se fueron. Ahora, después de un par de horas de camino a pie. Los tres iban tranquilos y acurrucados en los brazos de Kain. Se habían cansados de llorar y gritar, así que ahora iban tranquilitos. Con una mirada triste similar a la de un basset hound (hush puppies). Kain jr iba abrazado al cuello de su padre, mientras que Ars y Elías se acurrucaba a su lado.

Ya al salir de la ciudad, se veían una carretera adoquinada y vegetación natural. Llena de todo tipo de plantas, árboles e incluso malezas. Entre el sonido de las pisadas de Kain, la briza de la tarde y el chirrido de los pajaritos. Kain jr le pregunto sin energías -padre ¿realmente nos vas a dejar en el bosque-

Kain puso una sonrisa divertida y le respondió -por supuesto muchacho ¿no querías aprender a utilizar la espada?-

-¡¿En serio?!- le pregunto Jr lleno de incredulidad. Su rostro resplandeció y sus ojos se abrieron grandes, llenos de luz y esperanza

-Claro ¿Cuándo tu padre te ha mentido?. Pero no estés tan feliz. También vamos a arreglar ese pequeño problema que tienen ustedes-

-¿Qué problema?-

Kain dio un gran suspiro. Su hijo pudo sentir su aliento. Lo más probable es que estuvo con su mamá. Ellos siempre huelen a así cuando se juntan a conversar. Era el aroma de esa bebida café cristalina que tienen en una botella de vidrió. Una vez Jr la olió y sintió que se ahogaba.

-Hijo de mi corazón- dijo Kain -ustedes tienen un problema. Hoy le lanzaste el jarrón a tu hermano ¿o no?-

-Eso, eso…- dijo Jr sin saber que decir. Puso unos ojos de perrito abandonado

-No me mires así, no se me va a pasar el enojo solo porque pongas ojos de perrito abandonado-

-…-

-Con el maldito jarro podrías haberle roto la cabeza a tu hermano. Lo mismo ayer, tu hermano te lanzo un cuchillo. Te hizo un corte en la oreja ¿verdad?- Jr asintió y Kain continuo -si te hubiera dado en la cabeza te hubieras muerto. Su forma de pelear cada día se vuelve más peligrosa. Así que quiero que entiendan los peligros y sobre todo, que dejen de pelear-

-Lo siento papá-

-Decir lo siento no arregla las cosas. ¿Entiendes que si tu hermanito se muere, ya no lo podrás ver nunca más? él se ira para siempre-

De solo pensarlo, Jr se puso a llorar. Diferente del llanto de hace unas horas, este era genuino, de puro dolor y sufrimiento. Le caían las lágrimas y los mocos mientras abrazaba el cuello de su padre. Kain podía escuchar la voz que repetía la misma silaba durante todo el rato. Era "uuuuuu" constante en su oído. Algo molesto pero lo aguanto. Puedo sentir la humedad de las lágrimas y mocos de su hijo. Todos en su cuello. Un sentimiento pegajoso, pero triste a la vez. Era la canción del arrepentimiento. De la ignorancia de los propios actos. Era la pena de darse cuenta de que casi haces algo irreversible.

Al rato después se despertó Ars y Kain Jr lo abrazo. Aunque era repelido por tener un rostro cochino, igual abrazo a Ars. Le prometió que nunca más lo golpearía. Que nunca más sería un mal hermano. Por alguna razón, Ars lo siguió en el gesto y también se puso a llorar. Después los siguió Elías. Él solo dio la excusa de que era muy triste, así que solo lloro sin dar más razones.

-o-

En medio del bosque, a cuatro horas de Millishion, Kain armo un campamento. Nada de resguardos, solo un perímetro limpio y una hoguera. Si los muchachos querían algo, tenían que hacerlo con sus propias manos. En medio de su última y feliz cena. Como a eso de las diez de la noche. Los tres se sentaron alrededor de la fogata. Kain les tendió un cuenco con comida a cada uno. En completo silencio comieron mientras miraban la fogata. Kain no comió, ni falta que le hacía. Solo echo de menos a sus esposas, pero ya podrá ponerse al día con eso más tarde. Ahora era el momento de educar a estos tres rufianes.

Una vez que terminaron de comer, Kain les paso unos sacos de dormir. Se ganaron separados, a unos tres metros del otro. Una vez que estuvieron listos. Kain saco de su anillo tres wakasashi, unas katanas cortas que eran ideales para sus hijos. Los tres miraron asombrados generando un circo con sus bocas y soltando un sonoro "Ooooo". Kain vio que quedaron embobados y él solo tomo las katanas y se sentó en el suelo.

-Vengan acá- les dijo Kain. Era iluminado por el fuego de la hoguera. Los tres se sentaron frente a él y esperaron llenos de expectativas. Kain continuó -esto es para empezar su entrenamiento- y les paso a cada uno, una katana -sáquenla de su vaina-

Con un nítido clic y el roce del metal, sacaron la katana y la levantaron delante de ellos. Kain soltó una risita, parecían entre asombrados y turnios mirando la katana. Era una cara llena de anhelo y asombro. Kain tosió para sacarlos de su asombro y les explico -a partir de mañana, super ultra temprano, vamos a empezar el entrenamiento. Por ahora vayan a dormir. ¡Esten preparados! Si no se despiertan, los levantare con agua helada-

-Bueno papá- dijeron los tres. Se levantaron, le dieron un beso en la mejilla y se acostaron abrazando a sus katanas. Eran niños que habían obtenido un nuevo juguete. El problema es que no se durmieron de inmediato y al otro día tuvieron problemas para levantarse. Sin contar que como a eso de las dos de la mañana les dio miedo y durmieron los tres juntos en un mismo saco. Kain solo se pudo reír.

-o-

-Aaaaaa- se escuchó un grito triple a las siete de la mañana en medio del bosques. Los pájaros que dormían tranquilos graznaron y piaron aterrorizados. Eran los tres grandes, que al ser llamados por decima vez sin responder, fueron bañados con una bomba de agua helada. Los tres se pusieron a llorar y Kain tuvo que gastar medía hora para tranquilizarlos. Si hubieran sido otros, no les hubiera tenido compasión. Pero ellos eran sus hijos, así que los consoló y después les ordeno que se levantaran. Para empezar les hizo cambiarse la ropa. Ahora vestirían como aventureros.

-No tener algo con lo que guardar esta imagen- dijo Kain en un murmullo. Los encontró adorables. Tres pequeños elfos aventureros. Soltó una risita y después carraspeo para que le pusieran atención -ahora que están listos- dijo -vamos a empezar ¡a correr!-

-¿Y el desayuno?- pregunto Kain jr, sentía que su estanque vacío.

-Cuando vuelvan, muchacho. Ahora, mueve tu trasero-

-!Eeeeeehhh¡- gritaron los tres

-Oh, no me escuchan. Bien, veamos que les parece el agua helada-

-No papi, ya vamos- dijo Elías, miró a su hermanos y les dijo -vamos, vamos. Papá está loco-

-Te puedo escuchar, muchacho-

-Vamos- repitió Elías y comenzó a trotar. Después lo siguieron Kain Jr y Ars en el gesto.

-o-

Durante cinco días, los tres estuvieron aprendiendo a como mover su cuerpo. Aprendieron a balancear la espada, a ocupar un arco y a rastrear. Su primera victima fue una triste experiencia. Kain había dejado de preparar comida al tercer día. Así que fueron comiendo frutas y otros tipos de vegetales, nueces y hongos. Aprendieron de la forma difícil que la ortigas pican. Que el aloe junto con otras plantas es su mejor amigo. Que los hongos pueden ser pequeños pero muy peligrosos. Que la ignorancia los puede matar y el conocimiento es mas precioso y útil que una katana. Ahora, el quinto día de entrenamiento estaban llenos de ronchas. Andaban como locos buscando aloe para colocárselo en el cuerpo. Kain solo reía, estaba ahí para aconsejarlos, pero no para decirles que tenían que hacer. Por otro lado, ya no les quedaba comida. Así que sus tripas habían chillado durante toda la mañana.

-Si no encuentran nada para comer, se van a morir del hambre- comento Kain

-Ya lo sé, viejo demonio. Tu nos metiste aquí pero no nos ayudas- dijo Kain Jr enojado con su padre y enojado con él mismo por dejarse embaucar. Aprender a utilizar una katana ¡JA!. Ya estaba aburrido de toda esta excursión. Si estuviera en su casa, su madre le prepararía rica comida. Ahora estaba con su padre en medio del bosque, lejos de su cálida cama y su rica comida. Para más remate no le quedaba comida ¿Qué otra cosa puede salir mal?.

-Por supuesto que no te voy a ayudar. Tienes que pedirle ayuda a tus hermanos. De eso se trata todo esto. De que se respeten y se necesiten-

-¡Ya no te quiero!- le respondió Ars enfurruñado. Esa boca que ponía cuando se enojaba era casi igual a la de Lilia, pudo jurarlo Kain. Era como si estirara sus labios hasta formar un capullo de flor. Kain solo rio y le acaricio el pelo. Después los dejo seguir buscando aloe.

-o-

Para el sexto día, estaban muertos de hambre. Toda la tarde de ayer la estuvieron descansando. Ya no tenían fuerzas y hoy en la mañana, Kain los dejo ser. Los dejaría solos por un día más. Si no lograban sobrevivir en ese tiempo, se los llevaría para la casa y volverían otro día.

De repente Kain Jr abrió los ojos y se dio cuenta de que estaba acostado en su saco. Un haz de luz pasaba a través de las ramas y le daba justo en los ojos. Miró hacia los lados y vio sus hermanos. Tenían una tez pálida y débil. Como tomando una determinación, asintió y tomo el pequeño arco que les dio su padre. Se ciño su espada y comenzó a caminar.

-¿Adonde vas?- le pregunto Ars sentado sobre su saco.

-Voy a cazar algo- respondió Jr -ya no podemos depender de las frutas. Además, los hongos son peligrosos. Ya escuchaste a papá. La primera vez nos ayudara, pero si nos enfermamos otra vez, estamos solos-

-Espérame- dijo Elías -yo también voy-

-Estas débil- le respondió Jr

-Tu no estas mejor. Deja de ser tonto y vamos todos juntos. Es mejor que perder una oportunidad- le dijo Elías

-No me hables así- le dijo Jr y camino hasta donde estaba Elías y le dio un coscorrón

-Déjate de pegarnos- le respondió Ars. Su hermano era siempre así. Se creía el jefe de los tres

-Soy el mayor, no me faltes el respeto-

-Eres el mayor pero eso no te da ningún derecho-

-Yo no los trato de tontos y me preocupo por ustedes. Por que no pueden ser mas respetuosos. Por eso no los aguanto-

-Yo tampoco te aguanto-

-¿Quieres pelear?-

-Esta bien, te pondré en tu lugar-

-Ya basta- grito Elías -eso mismo nos metió en este problema-

-Él empezó-

-No, tu empezaste-

-Ahí vamos de nuevo- comento Elías

Los tres se callaron por un momento. La vergüenza de saber que era su culpa pesaba. No era que entendieran la razón, pero pelear estaba mal. Al menos eso si lo entendían. Ahora, porque deberían depender uno del otro y quererse, era otro cuento. Daban por hecho que como hermanos tenían que quererse. Bueno, no era como que se odiaran, pero de pelear, pelearían. A Kain le molestaba que Elías lo llamara tonto y que Ars lo respaldara. Sin contar por su manía de sacar sus cosas. A Ars le cargaba que Kain siempre se quisiera colocar al mando de todo. Él era inteligente y no lo necesitaba. Además de que Elías siempre lo ayudaba con lo que no entendía. Así que había que apoyarlo. Por otro lado, Elías quería a sus hermanos, pero sentía que eran demasiado estúpidos para su propia seguridad.

Las ramas de los arboles se mecían mientras el viento soplaba. A lo lejos se escuchaban los pajaritos. El sonido de las hierbas y de pequeños animales que se ocultaban entre los matorrales. Con tanta quietud, el sonido de los estómagos fue mas sonoro y dejo en claro, que lo los tres grandes no estaban bien. Los tres se apoyaron en sus estómagos. Tenían mucha hambre, así que asintieron.

-Bien- dijo Kain hijo -hagámoslo juntos-

-Hagámoslo- respondió Ars

-Hagámoslo- respondió Elías

Así que los tres se equiparon y comenzaron a caminar por el bosque buscando cualquier indicio de comida. A lo mejor un pequeño venado, un zorzal, huevos. De solo pensar en la comida, los tres salivaron. Sus estómagos no fueron buenos confidentes. Cada cierto tiempo los delataban. Menos mal que no habían presas cerca. Caminaron hasta que los pies le dolieron y fueron más lejos de lo que nunca antes habían ido. Kain los seguía en un estado de invisibilidad desde los árboles. Estos muchachos poco a poco se acercaban a la sorpresa que les había preparado. Esperaba que fueran más listos y estuvieran en una mejor condición. No obstante, el campo de batalla aparece cuando uno menos lo espera. A veces te encuentras en el peor momento. A lo mejor hambriento como en este caso. A lo mejor enfermo, envenenado, triste o solo y sin ayuda. Desde el árbol, se veían las tres cabecitas rubias avanzando por el bosque. Estaban a treinta metros de un gran desafío.

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