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8: Final

Regresé al hospital y me quedé al lado de Rachel hasta que despertó. Sentía mis manos sucias y no encontraba cómo acercarme a ella luego de lo que ocurrió. Me siento como un monstruo. Todo este tiempo queriendo protegerla y soy yo su peor peligro.

Al despertar, sus ojos se pusieron llorosos, era un mar de llanto. Me sentía destruído al verla de esa forma. Su cuerpo estaba temblando demasiado y llevó sus manos al rostro. Quería acercarme y hacerle saber que estaba aquí, pero quise darle su espacio. No quiero lastimarla más de lo que ya esta. Preferí guardar silencio, aunque mis ojos también se llenaron de lágrimas.

Se quedó por varios minutos así, hasta que quitó sus manos y logró verme.

—Oscar... — su llanto fue más fuerte al verme parado a su lado.

No encontraba cómo acercarme a ella. Sentía muchas ganas de abrazarla, pero mis manos estaban sucias por lo que había hecho.

—Lo siento... — dijo con su voz entrecortada.

Entre más lloraba, el nudo en mi garganta se iba agudizando.

—Rachel, no te esfuerces demasiado. Debes descansar.

—No quise creerte.

—No te preocupes. Ya todo pasó, mi princesa — bajé mi cabeza al no poder verla a la cara.

—No te vayas.

—No me voy a ir. Me quedaré hasta que despiertes nuevamente. Empezaremos una nueva vida lejos de aquí, Rachel.

—¿Me lo juras?

—Sí, linda. Descansa.

Toda la noche estuvo llorando, aún mientras dormía. Musitó mi nombre en varias ocasiones y trataba de hablarle para que escuchara que aún estaba ahí. Mi corazón estaba roto en mil pedazos.

Pasaron unos días cuando le pudieron dar de alta a Rachel. La policía había venido en varias ocasiones para pedirme información, pero no han logrado encontrar rastro de mi madre. Interrogaron a mi hermana y hablar del tema le afecta demasiado. No hay un día en el que no llore todas las noches.

Hoy decidí llevármela lejos. Accedió a irse conmigo y eso hice. Compré unos boletos para el tren, planeaba irme a otro estado con ella y empezar una nueva vida por ahora. Dejé mi auto abandonado, no quería seguir cargando ese auto que me traía tantos malos recuerdos.

Traté de mantener algo de distancia, no quería presionarla o incomodarla. Debe ser difícil estar al lado de alguien como yo ahora.

Pudimos huir con éxito. Al llegar a nuestro destino, lo primero que hice fue ir a un Hotel económico. La dejé acostada para irme a buscar un trabajo.

—No me dejes...— me pidió agarrando mi brazo.

—Princesa, tengo que hacerlo. Tengo que buscar un trabajo urgente para poder hacerme cargo de nosotros y no te haga falta nada.

—No quiero que te vayas y me dejes sola.

—Esta bien. Entonces ven conmigo, linda— sonrió, algo que hace mucho no hacía.

Pasaron dos años y nuestra vida no fue normal desde entonces, al menos no para mí. Logré estabilizarme y alquilar un buen apartamento para los dos. Llevé a Rachel a terapias para que pudiera superar todo lo que le pasó. Sé que es algo que no se supera del todo, pero ha habido alguna mejoría. No la he tocado desde entonces y tampoco quiero hacerlo. Compré un auto usado, no es lo mejor, pero me lleva y me trae. Mi última meta es dejar en buenas manos a Rachel, quiero que empiece asistir a la escuela y pueda tener una vida normal como toda persona. Quería darle lo mejor de lo mejor.

Ella es el motivo por el cual no me entregué a la policía, pero creo que ha llegado el momento de enfrentar la consecuencias. Ahora que ella está mejor, podrá salir adelante y ser feliz como se merece; ya que esa felicidad no la va a encontrar al lado de un asesino como yo. No hay un día en el que no piense en ese horrible crimen que cometí. No puedo tocarla, porque no quiero dañarla más de lo que ya lo he hecho. A pesar de que ella busca la forma de acercarse a mi, soy yo quien no puede acercarse a ella.

En una semana es su cumpleaños y ese día planeo llevarla a salir alguna parte. Pasar ese día tan especial juntos, como solíamos hacerlo desde niños. Esperaba que de aquí a ese día, logre inscribirla en alguna escuela o ya sea tutorías desde el hogar.

Le había prometido no dejarla sola, pero es el momento de dejarla ser libre. Es momento de que ella pueda salir adelante en la vida. No hay nada que me duela más que faltar a esa promesa que le hice, pero si realmente la amo, tengo que alejarme de ella. No puedo seguir huyendo más de ese oscuro secreto que llevo cargando por estos dos años.

Le había comprado un hermoso collar y se lo pienso regalar el día de su cumpleaños. Había preparado una cita a todo dar para ella, pues ella merece lo mejor.

Logré mi meta y comenzará a asistir una tutora a la casa. Ella accedió a seguir estudiando, algo que me hizo verdaderamente feliz.

El día que tanto esperaba llegó. Salimos juntos a cenar, la llevé a varias atracciones y en la noche quería llevarla a observar los fuegos artificiales. Ella se veía más feliz y radiante que nunca. Quería conservar esa imagen en mi memoria. Así es como siempre la quise ver. Atesorare estos momento en lo más profundo de mi corazón.

—Gracias, Oscar. Me he divertido mucho— se veía tan relajada y feliz, que no quería dañar el momento.

—Yo también lo he hecho, princesa.

Luchaba para controlar mis nervios. Quería sujetar su mano, pero las mías estaban temblando. No quería tocarla, pero necesito cumplir su último sueño.

Me llené de valentía y sujeté su mano en público. Sus mejillas se sonrojaron al hacerlo. Rachel correspondió mi mano, si supiera la verdad detrás de ellas, no sería capaz de hacerlo nunca más.

—Rachel, quiero que al igual que yo atesores este momento. Quiero decirte que soy el hombre más afortunado que existe por tenerte a mi lado. Quiero seguirte viendo siempre de esta forma, quiero que seas la mujer más feliz del mundo y que puedas cumplir con todo lo que te propongas en la vida. Me hace inmensamente feliz poder compartir este día tan especial contigo. Quiero decirte que no importa lo que nos depare el destino, siempre voy a amarte. Eres y serás siempre mi adora Rachel. Feliz cumpleaños, preciosa— una lagrima bajó por su mejilla, y sonrió.

—Para mí tu siempre serás mi amado Oscar. Estaremos juntos para siempre.

—Sí, princesa. Para siempre... — perdóname, Rachel. Otra vez te mentí.

Me acerqué para robar por última vez sus dulces labios. Deseaba llevarme todos sus hermosos recuerdos conmigo.

Al llegar al apartamento nos dejamos llevar por esas ganas que hace mucho se estuvieron acumulando. No quería dañarla, ni mucho menos presionarla, pero necesitaba por última vez hacerla mía.

Le hice el amor como nunca antes se lo había hecho. No la había tocado hace dos años, y hoy por fin pude sentir el calor y la dulzura de su piel. Quise guardar cada detalle de su cuerpo, sus expresiones o gemidos dentro de mi. Necesitaba sentirla así de cerca, quería estar dentro de ella por última vez. Muy en el fondo me sentía culpable de que aún después de todo, caí rendido al deseo que siento por ella.

Me levanté en la madrugada y le di un último beso en la frente. Tener que irme sin despedirme es una tortura. No quería estar sin ella, pero estoy consciente de que no lo merezco luego de lo que hice.

—Perdóname, Rachel— murmuré acariciando sus suaves mejillas.

Escribí una nota antes de irme:

Espero algún día puedas perdonarme. Mi trabajo aquí ya se terminó... Te amo, Rachel.

Viajé de vuelta al lugar de los hechos y fui a la policía para confesar todo lo que había hecho. Los envié al lugar donde enterré las pruebas y me declaré culpable. Me dieron 35 años de condena, me bajaron los años por haberme declarado culpable. Estaba supuesto a ser 55 por todos los cargos que se me acusaron, pero el abogado me informó todo lo que debía hacer para que fueran bajando los años. Me aconsejó a tener una buena conducta y que eso podría ayudarme en algo.

Han transcurrido 4 amargos años dentro de la cárcel. La angustia de que Rachel estuviera bien y de que pudiera estar haciendo su vida como corresponde, me tenía algo desesperado. Sabía que no la volvería a ver, y no solo por los años que me imputaron, sino porque estoy seguro que donde quiera que está, debe estar pensando que la abandoné. No podía darle la cara luego de todo. Soy un maldito cobarde.

Cuando llegué sufrí varios atentados, golpes, no era algo distinto a lo que recibía en mi casa. Ya era algo que no me importaba. Conocí a un hombre que es mi compañero de celda. Al principio tuvimos nuestras diferencias, pero luego nos hicimos amigos.

—Levántate, tienes visita—me dijo el guardia dándole golpes con la macana a la reja de la celda.

—¿Mi abogado?— le pregunté levantándome.

—Sí, muévete.

—Vaya, compadre—me dijo mi compañero de celda.

Me fui con el guardia al pequeño cuarto lleno de ventanillas para que pudiera comunicarme con mi abogado. Ahí fue donde vi a mi dulce Rachel. Quedé sorprendido al verla al otro lado de la ventanilla. Sus ojos se veían llorosos y su rostro no había cambiado mucho.

—Rachel...

—Oscar... —se levantó de la silla y puso ambas manos en la ventanilla.

No pude evitar hacer lo mismo. Quería que siguiera adelante, pero me hacía feliz verla parada al otro lado de la ventanilla. Cada día se ha puesto más hermosa. Su cuerpo es el de toda una mujer, pero su dulce voz mostraba que aún quedaba algo de esa dulce niña.

—¿Qué haces aquí, Rachel? — no quería que me viera en esta situación deplorable en la que me encuentro.

—¿Por qué no me dijiste nada, Oscar? Tú no mereces estar encerrado aquí. Tú no eres malo— lágrimas bajaban por sus mejillas.

—Rachel, sí merezco estar aquí. Cometí un crimen, princesa. Merezco lo que está pasando.

—No puedes estar más aquí. Tenemos que sacarte y que regreses con nosotros.

—¿Nosotros?

—Sí, Oscar. Tenemos un bebe.

—Rachel... — abrí mis ojos de par en par ante la noticia. No podía creer lo que escuché.

—Un dulce bebe. Apenas tiene 4 años. Tienes que salir de aquí para estar con nosotros.

—Perdóname, Rachel— llevé mis manos esposadas a la cara. Una tristeza me invadió. Estaba feliz de la noticia, pero saber que tuve que haberla hecho pasar todo esto sola por esa noche, me hace sentir lo peor del mundo—. Quisiera poder estar al lado de ambos. Perdóname por dejarlos solos.

—Apelaremos el caso con la ayuda de Rachel. Logré contactarla y accedió a testificar a tu favor y contar todo lo que ella vivió con su madre. No hay muchas probabilidades de que te bajen más años, pero no perdemos nada intentándolo—añadió el abogado.

—Ahora más que nunca siento deseos de salir de aquí— comenté.

—Yo te esperaré. No quiero tener una vida lejos de ti, Oscar. Nuestro bebe te necesita, debes ser fuerte. Yo te apoyaré desde aquí. Vendré a visitarte siempre que pueda. No puedo traer a nuestro bebe, pero aquí te mostraré una foto— el abogado le pasó una foto a Rachel y ella la acercó a la ventanilla y pude ver a mi bebé.

Era el bebé más hermoso que mis ojos hayan contemplado alguna vez.

—Se parece mucho a ti cuando eras pequeño, Oscar. ¿Recuerdas cuando veíamos nuestro álbum juntos y reíamos por todas las muecas que hacías? Él hace las mismas. Muero por que salgas de aquí y vengas a nuestro lado— dijo entre lágrimas.

—¿No me odias por haberte ocultado toda la verdad?

—No podría odiarte, Oscar. Te amo más que a mi vida, y sé que actuaste por tu cuenta por vengar lo que me sucedió. Tú no eres malo, la mala siempre fue ella y yo no quise darme cuenta por más que me advertiste. Perdóname por no confiar en ti, Oscar. Si lo hubiera hecho, nada de esto hubiera pasando.

—Se acabó la hora de visita— avisó el guardia.

—Te amo mucho, Rachel. Dile a mi hijo que lo amo y que me perdone por haberlos dejado solo— puse mi mano y acerqué mi frente a la ventanilla, ella hizo lo mismo.

Esta ventanilla esta entre medio de ambos. Cuanto quisiera que este obstáculo no esté y poder besarla.

—Te amo, Oscar— nos despedimos y me trajeron a la celda.

—¿Cómo te fue, compadre? — preguntó mi compañero de celda.

—Bien, pude ver a mi mujer.

—Lastima que yo no recibo ninguna de la mía. Te envidio, amigo.

Pasaron unos meses cuando pudieron apelar el caso. Es un proceso largo y tedioso, pero solo esperaba que valiera la pena. Rachel me visita de 3 a 4 veces por semana, y es algo que me hace inmensamente feliz.

El resultado fue algo favorable, según el abogado serían 20 años en total. Dolió demasiado escuchar eso. Son 20 años lejos de Rachel y mi hijo, 20 años que tendrá que esperar por mi. Me comenzó a invadir la inseguridad. Yo no quiero que ella malgaste todos sus años en esperar por mi.

—Rachel, creo que será mejor que hagas tu vida y...— me interrumpió antes de terminar de decirlo.

—Te dije que no. No me importa lo que digas, voy a esperar por ti y nuestro hijo también lo hará. Yo te amo demasiado y no quiero una vida sin ti. Ahora que pude encontrarte de nuevo, no voy a rendirme o abandonarte. Juramos que estaríamos siempre juntos, ¿Recuerdas?

—Pero yo no quiero que desperdicies tus mejores años en esperar por mi.

—Eso es algo que decido yo, Oscar. ¿Aún me amas?

—Sí.

—No se diga mas. Es el momento de ser yo quien haga algo por ti. Tu siempre has estado para mi cuando más te he necesitado. Como hermano y como hombre, así que no voy a abandonarte nunca.

Escuchar esas palabras realmente me llenaron el alma y pudieron calmar mis preocupaciones. Sentí las fuerzas de continuar y no rendirme. Así fue por todos esos años.

Transcurrieron 15 años, pero se sentía liviana la carga por poder verla a cada momento. El abogado me dio la mejor noticia que no había pensado escuchar. Como bonificación por buena conducta me dejaran en libertad. El haber estado libre de problemas durante esos años y realizar las tareas que se me asignaron rindió frutos. La felicidad que sentía dentro mi era sumamente inmensa. No veía la hora de salir de aquí.

—¿Cuándo podré salir? —le pregunté al abogado.

—En menos de una semana. Luego que termine el proceso serás puesto en libertad.

—Gracias, abogado. Gracias por haber estado conmigo hasta el final luego de tantos años.

—¿Sabes por qué lo hice? Porque confiaba en tu palabra. Porque de todos los criminales sanguinarios que defiendo, sabía que tú no eres uno de ellos. Siempre estuviste de acuerdo en colaborar y decir la verdad. Es por eso que insistí en que reabrieran el caso y se pudiera hacer algo al respecto.

—No sabe lo agradecido que estoy con usted, abogado— no pude contener las lagrimas de emoción, de tristeza, pero en especial de alivio. Eran muchas emociones juntas.

Pasaron unos días, cuando me dijeron que en la tarde estaré saliendo en libertad. La noticia me hizo muy feliz. Me despedí de mi compañero de celda, quien aún le quedan unos 14 años por cumplir.

—Es una lastima que me dejes solo. ¿Ahora con quién hablaré en las noches?

—Lo siento, pero tengo una familia que me está esperando.

—Mucha suerte allá afuera y no te olvides de mi, amigo.

—No lo haré nunca. Gracias por todo y espero que de alguna forma puedas salir de aquí antes de lo estimado.

—Gracias, amigo. Cuídate— nos dimos un apretón de manos.

Al rato me vinieron a buscar. Me llevaron a una especie de cuarto y me hicieron cambiar la camisilla que tenía. Me llevaron esposado hasta afuera. Poder ver el atardecer y sentir la brisa fresca luego de tantos años, era sumamente refrescante y relajante.

Me dirigieron unos guardias hasta un portón eléctrico gigante. Quitaron mis esposas antes de abrirlo y luego lo hicieron. Según lo abrieron vi a Rachel parada al lado de un auto y un hombre al lado de ella. Ella corrió hacia mi y me abrazó fuertemente. Escuché su llanto y sus brazos se aferraron a mi.

—Te amo, Rachel. Gracias por esperar por mi— no podía aguantar las lágrimas y la felicidad que me invadía.

—Te amo demasiado, Oscar. Por fin puedo abrazarte. Creí que este día nunca llegaría— Rachel retomó su postura y me presentó a nuestro hijo.

—Papá... — se veía afligido y me abrazó.

—Perdóname por no estar con los dos. No hubiera querido que me conocieras así.

—Confío en todo lo que mi madre me dijo. Deseaba conocerte y poder abrazarte, papá. No sabes lo feliz que me siento de poder conocer por fin a mi padre. De ahora en adelante seremos una familia y saldremos adelante los tres, ¿Verdad?

—Así será, hijo— acerqué a Rachel para abrazarnos los tres—. Les prometo que nunca más los dejaré solos. Voy a compensar todos estos años perdidos, lo juro. Los amo tanto a los dos.

—Y nosotros a ti, papá.

Acerqué a Rachel a mi y recosté mi cabeza de la suya.

—Rachel, gracias por darme esta bendición de ser papá. Por tener un hijo maravilloso y por apoyarme por todos estos años, princesa. Te amo más que a mi propia vida— acaricié por fin sus suaves mejillas luego de tantos años sin poder hacerlo. Siguen siendo igual de suaves.

Ella cerró los ojos al sentir mi caricia. No parece que haya pasado tanto tiempo. Por fin puedo tenerla cerca otra vez.

—Te amo tanto, Oscar— puse mi mano en su mentón y la besé como hace mucho moría por hacer.

Así empezó de nuevo nuestra historia y al lado de nuestro maravilloso hijo.

El vínculo de sangre ya no era un obstáculo. Éramos libres de ser felices a nuestra forma. Ya no teníamos que vivir ocultándonos. Podíamos salir juntos sin miedo al que dirán... cogernos de la mano o incluso besarnos frente a los demás.

Ya nada más importaba que amarnos sin limites.