—Quiero que vayamos a mi apartamento.
—No, Akira— se levantó y retomó su postura.
—¿No me extrañas? ¿No deseas esto tanto como yo?— puso ambas manos en el respaldo de la silla—. Quiero que estemos juntos otra vez. Necesito escucharte, tocarte, sentirte; aunque sea por última vez, sé mía.
—Akira…
—Hace mucho no te tengo y no sabes lo que me haces falta, lisa.
—No es el momento.
—Esta bien, pero prométeme que habrá una próxima vez.
—No puedo prometerte eso.
Su teléfono sonó y lo buscó en su bolsillo.
—Espérame un momento. Tengo que responder.
Akira
Llamada telefónica
—¿Qué me tienes?
—Tenemos a la maestra, señor.
—¿No coopero?
—No, señor.
—Ya salgo para allá — colgué la llamada.
Lisa
Akira puso el teléfono encima del escritorio y me agarró la mano para levantarme de la silla.
—¿Qué haces?
—Besar a mi mujer, ¿Hay algún problema con eso? — me besó y me acercó a su cuerpo, entrelazando su mano en mi pelo—. El hecho de que no estemos juntos, no significa que dejaré de robar tus labios cada vez que quiera. Tu eres mía, ¿Te queda claro?
—No.
—Oh, veamos cuánto aguantas con esa respuesta — rozó su dedo en mis labios y me soltó—. Tengo unas cosas que hacer, pero tan pronto las resuelva te buscaré.
—Lo que digas— respondí, tratando de sonar indiferente, a lo que Akira sonrió.
—Luego me encargo de tí— salió de la oficina y pude calmarme.
Mi corazón estaba muy acelerado al tenerlo tan cerca, sigue siendo tan persistente como siempre. Suspiré aliviada y llevé mi mano al pecho. Al sentarme de vuelta en la silla, me di cuenta que dejó su teléfono en el escritorio. Salí de la oficina a buscarlo.
Akira
—
Al fin sales— dijo Kanji, apuntándome con el arma.
—No sabía que me estabas esperando con tanta emoción.
—Eres un maldito estorbo. Debiste quedarte donde estabas, entre más lejos, mejor.
—¿Para qué te siguieras cogiendo a mi mujer?
—Ella dejó de ser tu mujer hace mucho, desde que la dejaste sola con tus hijos. Eres un estorbo que hay que sacar del medio.
—¿Me estás queriendo decir que vas a romper el estúpido trato que hicimos? ¿Sabes lo que estás haciendo?— arqueé una ceja.
Lisa
—¿Ha visto al Sr. Akira?— le pregunté a la recepcionista.
—Sí, Srta. Leiko. Salió hace un momento.
—Gracias—espero no se haya ido. Que maldito descuidado.
Akira
—Ya no te necesito, Akira. Digamos que has bajado de categoría. Sacarte del medio me serviría de mucho en este momento, hasta le haría un favor a lisa— cargó el arma y volvió a apuntarme.
—¿No estás siendo muy confiado? ¿Qué te hace pensar que alguien como tú va acabar conmigo?
Lisa
Al llegar al estacionamiento de la empresa, vi a Kanji apuntándole a Akira. Mi primera reacción fue correr hacia ellos, me puse en medio de ambos tratando de evitar una estupidez.
—¿Qué estás haciendo, Kanji?— pregunte agitada.
—No interfieras, por favor — respondió.
—¡Dejen esto ya!— les pedí a los dos.
—¿Te vas a escudar detrás de una mujer, Akira?— preguntó Kanji.
—Sal de aquí, lisa. Tengo asuntos que tratar con este pendejo —Akira me dio un pequeño empujón, y escuché un disparo. Se me erizó la piel al saber que el único que tenía un arma en la mano era Kanji. Miré de vuelta hacia ellos, y ahí estaba James, en el medio de ambos, agarrando su hombro.
—¡James!— grité acercándome a él.
—Me pidió que cuidara de la señorita, pero de quién tengo que cuidarla es de usted — le dijo James a Kanji.
Kanji había tratado de dispararle a Akira, pero James se metió en medio, evitando que eso sucediera.
—Será mejor que se vaya, señor, no quiero matarlo.
—A mi ningún empleado me amenaza— Kanji le apuntó a James.
—No te atrevas a dispararle o no respondo, Kanji — me paré frente a James.
—Lisa… — Kanji bajó el arma.
—Yo creí que eras diferente, que decepción.
—Nos volveremos a encontrar, Kanji. Te dejaré vivo por ahora, pero despídete de tu estúpido negocio del centro — le dijo Akira.
—Lárgate, por favor— le pedí a Kanji, a lo que guardó el arma y me miró antes de darse la vuelta—. Tenemos que llevarte al hospital, James— le dije ayudándolo.
—No se preocupe, mi señora. Todo estará bien, solo es un simple raspón.
—Salgamos de aquí — Akira ayudó a James y lo llevó a su auto.
Fuimos directo al hospital.
—¿Esta bien, señorita?— me preguntó James.
—Sí, estoy bien— miré por el retrovisor y crucé mirada con Akira—. Gracias por lo que hizo.
—Protegerla es mi deber.
Ahora que sucedió esto, no sé si Kanji será un problema. Mi primer pensamiento fueron «Mis hijos»