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—Nada, querido. Debes recordar que él es el agente encargado de la investigación de los Huswan— me levanté y caminé hacia Akira.

—Eso fue todo por hoy, Srta. Tsukino. Gracias por su cooperación. Permiso— el agente se levantó y salió de la oficina.

Akira se veía algo incrédulo, y eso me estaba preocupando.

—¿Podemos ir a almorzar? — le pregunté, tratando de convencerlo y que se olvidara del asunto.

—Sí, corderito. Arreglaré unos asuntos con Kanji y ya regreso.

—Esta bien, te espero— me quedé en mi oficina y Akira salió.

Estoy segura que no se creyó ni una sola palabra. Engañar a Akira es casi imposible.

Salimos a almorzar a un restaurante privado luego de lo sucedido, y se veía más tranquilo. Quería pensar que ya se había olvidado, pero al terminar de comer, me hizo una pregunta que me alertó de que algo andaba mal.

—¿Confías en mí? — tragué saliva, y lo miré con una sonrisa.

—Por supuesto.

—¿Jamás me ocultarías nada, corderito?—esta más que claro que tiene sus sospechas. Esa mirada relajada, y esa media sonrisa muestra que puede saberlo todo. Con el pasar de los años ya podía conocer esos pequeños gestos que hace. No pude evitar sentir algo de temor. No sé cómo tome esta situación. Llevo casada con él muchos años, pero siempre que hago las cosas por mi cuenta, él se pone como un demonio. Negarle en la cara me traería problemas, pero si lo acepto y no sabe nada, estaría delatándome a mi misma. Es tan difícil en ocasiones saber lo que piensa o lo que hará. Traté de lucir relajada y respondí.

—¿Qué es lo que te preocupa, querido?— sonreí inocentemente, y él hizo lo mismo.

—Me conoces bien, lisa.

—Sí, lo suficiente para saber que algo te pasa.

—Me conoces bien, pero no lo suficiente; si supieras realmente como soy, no estarías ignorando mi pregunta y hubieras respondido. Sabes que odio que evadan mis preguntas, pero ¿Sabes que odio más? Que quieran verme la cara de pendejo — tiró la copa de cristal a un lado, haciendo que se rompiera en el suelo.

—¿Vas a decirme lo que te sucede?— le pregunté al ver su actitud.

—Ya que no tienes los ovarios bien puestos, supongo que tendré que acomodártelos bien. ¿Por qué mierda estás actuando a mis espaldas otra vez? ¿No fue suficiente todo lo que has pasado?

—¿Estás molesto por eso? Es muy sencilla la respuesta, actúo a tus espaldas, porque eres un imbécil que no se deja ayudar y que terminará arrastrándome a su porquería.

—Tuve algo de culpa, pero tú la tuviste más. Todo lo que te ha pasado ha sido porque no has confiado en mí, porque no me dices las cosas y prefieres actuar por tu cuenta, y porque eres una maldita necia e imprudente. ¿Crees que esto es un puto juego?

—No creo que sea un juego, y es por eso que tengo que evitar que mis hijos pasen por la mismas desgracias que pasé yo. Cada vez aparecen más y más enemigos, ¿Cuándo se supone que vamos a poder vivir en paz? ¿Vas a esperar que nos madruguen y nos maten a todos? Huir y seguir huyendo, es lo único que hemos estado haciendo, ¡Y estoy cansada de esto! Escogí una vida a tu lado porque te amo y tenemos dos hermosos hijos, pero no puedo seguir arriesgándolos de esta forma. Si algo les llega a pasar por tus enemigos, no podría perdonártelo.

—Claro, ¿y prefieres exponerte otra vez, antes que decirme de tus planes? ¿Qué crees que pasaría si ellos te encuentran? No van a rezar contigo y te dejarán libre, harán exactamente lo mismo que les hago a mis enemigos. ¿Piensas dejar a nuestros hijos solos, o a mi, solo por otra imprudencia más? ¿No has aprendido la lección con todas las cosas que han sucedido, lisa?

—Si la he aprendido, pero yo quiero la paz para nuestra familia, y mientras sigamos así, no vamos a poder ser felices. Estás arrastrando a tus hijos también en esta maldita venganza. Ya lo que me pase no me importa, pero quiero defenderlos a ellos.

—¿A ti qué mierdas te pasa? Has cambiado demasiado, lisa.

—Como esposa he querido apoyarte, y estar en las buenas y malas contigo, pero tú me descartas. No me dejas ayudarte, no me dices las cosas, y pretendes que me haga la vista gorda para no ver las cosas que suceden. Yo quiero que nuestra familia sea feliz, que no tengamos que estar huyendo y ocultándonos. Solo quiero ayudarte a encontrar a tus hermanos, y que puedas acabar con ellos de una vez. ¿Es tan difícil entenderme?

—¿Sabes lo que es difícil? Que no confíes en decirme las cosas, y que tu vida te importe una mierda. Actuando por tu cuenta solo harás que te maten. ¿Así dices que te importa tu familia? Estás siendo egoísta y estúpida. Crees que eso ayudará a nuestra familia, pero es todo lo contrario. Si a ti te pasa algo, no podríamos vivir sin ti. Yo no quiero mezclarte más en esta basura.

—Quieras o no, ya es tarde; ya es una decisión que tomé. No dejaré que hagas las cosas solo para que vuelva a suceder lo mismo de siempre. Actuando solo, siempre termino yo pagando tus cuentas.

—Esta no es la lisa que conocí. Yo puedo entender por todo lo que has pasado por mi culpa, pero que te importe una mierda tu vida, ya es demasiado. No debí haberte sacado de ahí.

—¿Quieres decir que me llevarás a ese lugar otra vez? ¿Te duele que te digan la verdad, Akira? Eso es lo que está pasando aquí. Si me permitieras ayudarte, podríamos terminar con esto de una vez, Akira.

—¡Yo no necesito tu ayuda! — gritó molesto golpeando la mesa.

—Está bien, sigue arrastrándonos contigo hasta que terminen con nosotros. Ya veo que eso, quizás te haga sentir satisfecho.

—Cállate, y no vuelvas a decir una tontería como esa.

—¿Por qué? La verdad duele, ¿Cierto?

—Dejemos el tema hasta aquí — se levantó de la mesa de mala gana.

—Eres un cobarde. Si tanto quieres encerrarme de nuevo en ese lugar, pues házlo. Al final de cuentas, así siempre solucionas los problemas, descartándome. Con esto solo demuestras que te importa una mierda nuestra relación.

—Si me buscas, me vas a encontrar. Si vuelves a tratar de meterte en este asunto y actuar por tu maldita cuenta, vas a conocer de lo que soy capaz. Podrás ser mi mujer, pero para darle el gusto a mis enemigos, prefiero acabar contigo con mis propias manos— su mirada era escalofriante.

—Ahí va el mismo Akira de siempre. Prefiero que acabes conmigo, que permitir que por tu maldita culpa hieran a nuestros hijos — me levanté de la mesa y lo encaré—. Ahórrate tus amenazas, y si vas hacer algo, házlo ahora. ¿Sabes por qué? Porque me tienes harta de que solo me amenaces por ser un maldito cobarde e inútil, que no ha podido acabar con este maldito problema de una vez. Hablas de necedad, pero ¿Quién crees que es el más necio ahora mismo? No importa lo que hagas conmigo, me da igual si me matas o me vuelves a encerrar. Solo te diré una cosa, y es que no voy hacerme la de la vista larga mientras mi familia se va destruyendo cada segundo más. No voy a permitir que por tu orgullo y necedad, mis hijos paguen el precio.

—Luego no digas que no te lo advertí. Espero desistas de esa idea, es lo único que te advierto.

—Ya tomé mi decisión, Akira. Quieras o no, voy ayudarte. Acabaremos con esos estorbos y vamos a ser la familia feliz que siempre quisimos.

—¡Te dije que no harás una nada!

—Tú no decides eso solo— Akira se veía realmente molesto. Tener que retarlo y encararlo de esta manera, no era lo que quería, pero él no me da opción. Creí que al hacerlo conseguiría que aceptara, pero no. Su orgullo y su necedad no lo permite.

Llevó su mano a mi cuello y ejerció algo de fuerza, hace mucho no se había atrevido a tratarme de esta manera.

—Te daré la última oportunidad para que desistas de esta estúpida idea, lisa— traté de aguantar el dolor que sentía en mi cuello.

—Eres realmente orgulloso. Aún después de tantos años, el orgullo es más fuerte que lo que dices sentir por mi— no puse resistencia; a pesar de doler y sentir que era muy poca la respiración que tenía, solo quise que él decidiera si realmente sería capaz de matarme por su orgullo—. Mi decisión no va a cambiar, Akira— su expresión lucía triste; a pesar de lo que estaba haciendo. Estuvo mirándome fijamente hasta que bajó su cabeza y cerró sus ojos, la presión de su mano fue más fuerte.

—Lo siento, pero no puedo permitirlo—  apretó más fuerte mi cuello, sentía que no podía respirar y llevé mi mano a la suya tratando de evitar que cometiera una estupidez; creí que realmente le importaba nuestra familia o yo, pero veo que no.

—Sr. Akira, deténgase— el chófer interfirió poniendo su mano en el brazo de Akira, y ahí fue que reaccionó. Dejó ir mi cuello haciéndome caer al suelo, y caminó ligero para abandonar el lugar. Me quedé tosiendo en el suelo mientras buscaba el aire.

¿Así que si hubiera sido capaz de hacerme esto? ¿Ese era el amor que me juró? ¡Patético!

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