—No, continúa. No te detengas por mi— sacudí mi cabeza, rechazando su propuesta. No quería interferir ni decir nada, pero mi rabia era más. Será mejor que guarde silencio. Akira me miró fijamente y con un guiño siguió sus preguntas.
—Respondiste la pregunta, pero no con lo que quiero— le pegó en la espalda, mientras contaba lentamente hasta el 20. Su padre escupía sangre en el suelo, Akira le golpeaba con mucha fuerza. La sangre que tenía el látigo salpicaban a la pared, su espalda estaba desgarrada, se podía ver su piel abierta y sangre saliendo de sus heridas. Su padre gritaba con todas sus fuerzas. Si Akira continúa haciéndolo tan fuerte lo matará antes de tiempo, pero no iba a ser yo quien le diga nada—. Bien, segunda vez que pregunto. ¿Dónde está la chica? Piensa bien en la respuesta.
—Será la misma, de mi boca no sacarás nada, cabrón— Akira sonrió, y lo encaró.
—¿Estás seguro? Tenemos tiempo de más todavía. Continuemos—se alejó buscando el tercer látigo, lo sujetó firmemente y lo golpeó. Esta vez no fue en la espalda, comenzó a bajar a sus glúteos y a sus piernas. Empezó a contar lentamente y al llegar al 19, lo repitió tres veces y luego el 20—. Oh, se me olvidó en qué número estaba— su padre estaba gritando aún más, su voz se escuchaba bastante ronca. Con todo lo que ha gritado, mucho había tardado. Lo golpeó tan fuerte que la sangre bajaban por sus piernas hasta el suelo—. ¿Dónde está la chica?— insistió.
—No importa lo que hagas, no diré nada, pendejo— murmuró, forzando una risa. ¿Cómo puede soportar tanto?
—Entendido— se acercó a las cadenas de sus pies y las soltó para enderezarlo, para luego volver a amarrarlo— Akira sujetó bien el látigo y lo golpeó 20 veces en los brazos, torso y barriga. A pesar de lo fuerte que Akira lo hacía, el viejo aún trataba de resistir. Todo el lugar y su cuerpo estaba bañado en sangre, en cada golpe se veía su piel desgarrarse. Ni siquiera puedo sentir lástima. Soltó el látigo y caminó a la mesa, había un galón blanco, sin etiqueta. Caminó a su padre y abrió el galón acercándolo a su nariz.
—Es un olor muy refrescante, ¿Cierto?—lo derramó por encima de su padre, desde la cabeza, bajaba el líquido hasta sus pies, provocando gritos de dolor y desesperación. Se podía ver espuma saliendo de sus heridas. ¿Qué tipo de líquido es ese?—. No podemos permitir que tus heridas se infecten padre— sonrió. Mr. Jefferson salió de la habitación y llegó con una pequeña caja, y se la entregó a Akira. Sacó un machete no muy largo, pero si bastante afilado junto a varios paños de color negro. Creo saber lo que hará. Se arrodilló frente a su padre y acercó el machete a su pierna donde yo le había disparado—. Esto se ve muy bien, corderito— me miró, mientras ponía el filo del machete en la herida de bala que le dejé, lo enterró suavemente mientras reía—. Ahora se ve mucho mejor—lo enterró más profundo mientras pronunciaba esas palabras. El viejo comenzó a toser y a gritar, se escuchaba su respiración agitada. Estaba saliendo mucha sangre y Akira se detuvo para hacerle un torniquete.
—¡Hijo de puta!—fue el insulto que repitió su padre innumerables de veces, mientras forcejeaba y se quejaba.
—Escuché que tengo hermanos y hermanas, ¿Con esto fue que los engendraste?— llevó el machete a su miembro—. Muero por conocerlos— ¿Qué? ¿Acaso Akira tiene hermanos y hermanas? Nunca me lo había dicho—. Pobrecito, lastima que dejarás de ser hombre—Akira alzó su miembro con el machete, puso un torniquete por los testículos de su padre y lo amarró fuerte. No quería ver eso y desvié la mirada a otro lado. En instantes de hacerlo, escuché los gritos de su padre, pude saber que precisamente estaba cortándolo. Su voz no era mucha, pero el sonido que emitían las cadenas podía saber que estaba forcejeando y retorciéndose del dolor—. ¿Te lo comerás o tengo que obligarte?—escuchar esas palabras de Akira me erizaron la piel, sentí náuseas al imaginarme la escena, ya que recordé lo que le hizo a Kanji. Estaba luchando por no vomitar. Si salgo ahora pensará que siento lastima, pero no es así, lo que siento es asco—. No me quieras morder la mano pendejo. Jefferson, abre su boca por mi—Por Dios, mis náuseas eran más. Tapé mi boca e intenté pensar en otra cosa.
—Dame el machete, yo la abriré con el, ya que por lo que veo no quiere cooperar. Por más que lo impida, tendrá que hacerlo— dijo Mr. Jefferson.
—Si, a menos que él quiera que lo deje en su boca y le ponga cinta. Sé un niño bueno y abre la boca. Estás acostumbrado a comerte el pene de los niños que violas y vendes, ¿por qué no te puedes comer el tuyo?— no pude aguantar, salí de la habitación corriendo a vomitar.
Akira
—Oh, ya vuelvo padre y espero que cuando regrese ya estés flojito y cooperando— salí de la habitación.