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Capítulo 7

Los primeros minutos de paseo por los jardines son silenciosos.

Es Lucas el que rompe el silencio entre unas pequeñas risas.

- ¿Que es lo que le has dicho a María para que se altere así? No la había visto tan asustada nunca.- Dice Lucas entre risitas.

Álvaro le mira.

- Bastante simple, llevaba un anillo bastante antiguo, al igual que el colgante y los pendientes. Demasiado como para que fuesen suyos. Demasiado caros también. Era nueva relativamente en el puesto. Cualquier recepcionista que se precie tiene marcas del teléfono y del boli en las manos. Ella tenía poco de eso, lo que indicaba que era una novata. Probablemente se había dedicado a ser cuidadora de la residencia hasta hacia poco. Esos abalorios lo confirma, robaba a los fallecidos antes de que llegase la familia y sus jefes. Podría haber sido una herencia, y me hubiese equivocado de lleno. Hubo suerte, nada más.

Lucas mira sonriendo a Álvaro durante la explicación. Al finalizarla, dice:

- Por fin encuentro a alguien que tiene dos dedos de frente. Realmente asombroso. Yo me di cuenta hace un par de meses. Llevaría robando un par de años. Fui el primero en darme cuenta. Amenacé con contarlo, pero me sirve más como recadera personal para ciertos encargos..."especiales".- Dice Lucas entre risas.

Álvaro le mira, con profundidad, escrutando cada rincón de esa mente, brillante y a la vez enferma.

Los siguientes minutos transcurren otra vez en completo silencio.

- Y bien, ¿De qué querías hablar conmigo? Porque dudo que vinieses simplemente a intimidar a la recepcionista y a sacar a pasear a un viejo.

Álvaro mira de nuevo a Lucas.

- Dudo que alguien como usted, señor Arrigorriaga, no sepa a qué he venido.

- Ciertamente señor Mellado, el asunto de ese viejo diablo de Dédalo...

- Se que usted sabe cosas, y me las va a decir.

- ¿Y si me niego?

- María dudo que le traiga más recados "especiales" si está en la calle, o en la cárcel.

- Puedo buscar otros trapos sucios, hay muchos más, estoy seguro.

- Vendré más veces, lo destaparé todo.

- Dudo que puedas.

- Bueno, no me ponga a prueba. Pero algo más inmediato, ¿Cuánto aguantará sin alcohol en sangre?

- ¿A qué te refieres?- Dice Lucas asustado.

- Señor Arrigorriaga, podrá engañar a todos, pero no a mí. Cuando le ayudé a bajar la rampa aproveché para quitarle...esto.- Dice Álvaro al mismo tiempo que saca de su bolsillo una petaca de plata.

-¡Devuélveme eso ahora mismo!- Dice Lucas, claramente alterado.

- Veamos... Temblor en las manos, ojos nerviosos, ha tocado durante el paseo varias veces el bolsillo de la chaqueta donde debería estar la petaca. Ha vuelto la cabeza varias veces la cabeza a la residencia. Definitivamente, está sufriendo los efectos del mono de alcohol.

Lucas mira nervioso al muchacho.

- Ahora, si quiere que no revele su secretito o que le devuelva la petaca, va a contarme todo lo que sepa de Martín Dédalo y lo que ocurrió con él. Absolutamente todo. Solo después de eso, le devolveré el alcohol.

Lucas, antes bastante nervioso, suspira, deja caer los hombros crispados y se resigna.

- De acuerdo chaval, pero sentémonos, la historia es larga.

Ambos se acercan a un banco y se sientan. Álvaro no le quita el ojo de encima a Lucas.

Dónde antes había un hombre poderoso, fuerte, inteligente; ahora solo queda un anciano abatido.

- Pues bien Álvaro, todo esto comenzó hace unos cuarenta y muchos años...

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