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Capítulo 7. Temperamento – Parte 3

編集者: Nyoi-Bo Studio

Los pasos del niño, que eran más bien zancadas furiosas, resonaban en los pasillos vacíos a los cuales no llegaba completamente el sonido de la lluvia. Su cabello rubio se había mojado con algunas gotas cuando había bajado del carruaje.

Entró en la habitación y cerró la puerta estrepitosamente. Empujó el escritorio y comenzó a golpear la pared con sus puños hirviendo de furia, y sintiéndose humillado por haber sido abofeteado frente a todos.

La pared estaba cubierta de antiguas abolladuras que delataban sus enojos, a las que el niño había tapado con el escritorio.

Cuando se dirigió al ropero para cambiarse de ropa, la luz de la chimenea iluminó los moretones en su rostro y las manchas de sangre a un lado de su boca.

A la mañana siguiente, los adultos cumplieron la promesa y decidieron llevar a los niños a la feria. Sin embargo, Leonard no los acompañaría.

—¿Por qué Leo no viene con nosotros? –Preguntó Charlotte con las manos en su cintura, cuando su hermano Julliard le contó que Leo no iría.

—El tío Giles está muy molesto con Leo por la pelea de ayer . Quiere que reflexione sobre su comportamiento. –respondió su tía, pero Charlotte negó con la cabeza.

—Pero, tía Renae, este es mi obsequio, ¿no debería involucrar a todas las personas que yo quiera?

—Lo sé, querida. Desafortunadamente, no tengo voz en esta situación y todo depende de tu tío.

Alístate o te perderás muchas cosas de la feria. –Le recordó la Señora Carmichael a su sobrina, que estaba emocionada por ir a la feria que los humanos celebraban en el pueblo vecino.

—¿Es solo por hoy que no puede venir? –Charlotte lo confirmó al obtener un asentimiento como respuesta. –Entonces quiere decir que, si no vamos hoy a la feria y vamos mañana, Leo podrá venir, ¿no?

—Supongo que sí, le pediré a Paul que consulte, si es que la feria está abierta mañana, –respondió la Señora Carmichael, y Charlotte la abrazó.

—Eres la mejor. –dijo la niña, y se apresuró a salir de la habitación. Escuchó a su madre gritar que no corriera por los pasillos.

De camino a encontrarse con sus hermanos, vio a la niña, Bambi. Su madre le había dicho varias veces que dejara de llamarla así y que la llamara por su nombre, y le había explicado que no era un obsequio con el que pudiera quedarse.

—Hola. –Charlotte se detuvo para hablar con la niña. Le sonrió y vio que la niña le devolvía la sonrisa. Sin saber qué hacer debido a que no obtuvo respuesta, continuó

–No iremos a la feria hoy, pero iremos mañana si todavía está. Señor Paul.

–Charlotte saludó al criado cuando lo vio caminar hacia ellas con un canasto de ropa para lavar.

—Señorita Charlotte, veo que ha encontrado a Vivian. –dijo el hombre mirando a las dos niñas.

—¡Sí! ¿Está bien si me la llevo para jugar? Mi madre dijo que necesito su permiso. –preguntó la vampiresa.

—Ahahaha, —el hombre se rascó la nuca al oír aquello, –no creo que necesites mi permiso, pero por favor sé cuidadosa y tráela de nuevo a la cocina más tarde. –Cuando Vivian lo miró, le dijo –Parece que aquí, has hecho tu primer amigo. –vio cómo la vampiresa se llevaba a la humana, esperando que estuviera bien, ya que Vivian era nueva en el lugar, y porque, además, aquellos niños eran la reencarnación del mal. Decidió que regresaría en una hora, y hasta tanto fue a lavar la ropa.

Vivian siguió a la niña, que subía las escaleras, y comenzaba a sentirse un poco más cómoda luego de su primer encuentro.

—Así que, ¿a qué quieres jugar? Hay muñecas que tengo en esta casa, y un juego de cocina... –Charlotte divagaba mientras le hablaba a Vivian. –¿Tú tienes muñecas?

—Están en casa. –respondió Vivian.

—No te preocupes. Aquí tengo muchas, así que podremos jugar a la casita juntas. –dijo Charlotte mientras abría la puerta de la habitación donde su hermano y su primo se encontraban. Leonard estaba sentado en la cama y Julliard se había sentado en el tocador, que era lo suficientemente amplio como para que el niño entrara.

—Hablé con la tía Renae y decidimos que iremos todos juntos a la feria mañana.

Mientras tanto, Vivian no podía quitar la mirada del niño rubio, que estaba cubierto de moretones. Cuando él se paró, caminó y se puso frente a ella.

—¿Qué? ¿Nunca antes has visto moretones? –preguntó Leonard a la niña.

—¿Duele? –preguntó la niña suavemente.

—Un poco.

Vivian, recordando lo que su madre generalmente hacía cuando ella se lastimaba, levantó su mano para soplar aire caliente sobre su manga y luego la colocó en la mejilla del niño, tomándolo por sorpresa una vez más.

Leonard corrió su mano de un golpe, con un poco de color inundando sus mejillas por la vergüenza.

—¿Qué haces?

—Mi madre dice que así desaparecen los moretones. –respondió Vivian, sosteniendo su mano cerca de su pecho.

—Está bien, sanarán en dos días. –dijo el niño alejándose de ella y sentándose en la silla cerca de la cual estaban los libros. —Qué niña rara. –murmuró, tomando un libro y perdiéndose en él.

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