La mirada de del Ji Ning con túnica negra se centró en un río que fluía a través del vacío. Era el Río del Destino.
El destino era omnipresente, todos los seres vivos tenían uno. Incluso los cultivadores poderosos como Ning o los Emperadores Eternos tenían un destino propio. ¡Mientras estuvieras vivo tendrías uno! Estos innumerables destinos se unían para formar un Mar del Destino. De ese mar surgía un pequeño riachuelo donde se encontraba el destino de los seres vivos de los Tres Reinos.
Este río era casi indetectable para las criaturas vivientes comunes, pero Ning podía ver innumerables almarreales fluyendo a través de él. Whoosh. Ning barrió el río con la mirada.
—¡Padre, madre! —dijo Ning y reveló una profunda emoción en su rostro.
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