Aunque hizo todo lo posible para visualizar estas siete bellezas como esqueletos o como sapos transformados y otras abominaciones, en lo profundo de su corazón, Ji Ning sabía que no eran sapos. Formaban parte de la tribulación del polvo rojo que habían traído las flamas kámicas del pecado. Habían sido creadas desde su propio corazón y en realidad no eran asquerosas. Esto hizo que Ning inconscientemente se sintiera más atraído hacia la lujuria.
—Resiste, resiste, resiste —repetía Ning intentando reprimir sus deseos.
Pero a medida que pasaba el tiempo, la cantidad de lujuria que sentía aumentaba sin parar.
—Resiste
Ning de repente entró en razón. Pensó en una leyenda sobre la que había leído en la Tierra, una leyenda sobre Yu el Grande que controlaba las inundaciones.
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