Link era el mejor Archimago en el todo el servidor. Había derrotado al jefe mayor, el Señor de las Profundidades, Nozama. Sin embargo, en vez de volver a la ciudad, fue transportado a una locación secreta con CG pincelado. Se sintió como si lo estuvieran absorbiendo, y con eso también se escuchó una voz demandante que se llamaba a sí mismo “el dios de La Luz”. —Link, ¿estás dispuesto a ser El Salvador que sacará del abismo al Mundo de Firuman? ¡Qué gran misión! Si fuera el mundo real, Link lo habría rechazado de inmediato. Sin embargo, cedió a ser el héroe del juego. —¡Claro! —respondió confiado. —Buena suerte entonces. Y así empezó la jornada de Link, con magia, amistad, traición, amor e injusticias en el cambiante Mundo de Firuman.
Era una noche fría.
Hacia el norte, en la esquina noroeste de una pequeña ciudad llamada Gladstone, se encontraba la Academia de Magia Inferior de Flemmings. En la esquina más oscura del tercer piso, en su dormitorio de aprendices estaba la sala 309.
Las mantas fueron arrojadas en un apuro. Un joven de pelo negro, delgado y de aspecto frágil se incorporó con una sacudida. La luz de la luna brillaba a través de los cristales de la ventana, arrojando un brillo blanco pálido en su cara.
¿Estoy realmente en el mundo de Firuman ahora? ¿Un mundo de oscuridad, dioses moribundos, esa noche sangrienta, las luces mágicas parpadeantes, salvando al mundo? ¿Era todo eso real?
La mente del joven estaba en caos. Caos total.
Su nombre era Link. Él era de la Tierra. O al menos, lo había sido, hasta hace apenas una hora.
Hace poco, todavía estaba en su propia casa en la Tierra, jugando al juego Leyenda.