Este sótano era un poco más pequeño y, por lo que se podía ver, solo tenía una salida.
El enviado de la plaga se encontraba parado en lo alto de una plataforma, de espaldas a los caballeros de la Luz de Plata.
—¿Sabían que lo perseguiría? Gordiano no era idiota.
El también sentía que algo no estaba bien.
Pero no se replegó.
Esto era consecuencia de la intensa confianza que le tenía a su propia fuerza. También era porque creía con firmeza que el Dios de la Plata estaba de su parte.
La gracia divina no era una habilidad que todos los Caballeros de la Luz de Plata tuvieran.
Por no mencionar la larga espada que tenía en sus manos, que tenía una pizca de divinidad y había sido bendecida por un sacerdote del Dios de la Plata de alto nivel.
Esta pizca de divinidad hizo que su larga espada, que originalmente era buena, se transformara en un arma capaz de soportar encantamientos más fuertes.
Sus atributos eran de una gran ferocidad.
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