Extrañado por la situación, Abel tocó a la puerta entreabierta un par de veces buscando llamar la atención de la vieja que vivía en esta casa.
*Tock*...*Tock*... No obstante, nadie respondió el llamado del hombre
Abel esperó unos minutos en la puerta temiendo a que esté llamando a la puerta en un momento inoportuno, no obstante, los minutos se fueron haciendo cada vez más largos hasta que el hombre terminó la paciencia y volvió a tocar a la puerta.
*Tock*...*Tock*...*Tock*... Pese a la insistencia del hombre solo el silencio le respondió a su llamado.
Notando que nadie parecía querer responder su llamado, Abel guardo silencio y se concentró escuchar lo que ocurría dentro de la casa de la vieja guía, pese a su esfuerzo el viudo no logro escuchar ningún ruido más que el ruido del viento deslizándose por las aberturas de la casa en piedras irregulares.
—¡Hola, mucho gusto, hay alguien dentro!—Gritó Abel en voz alta, tras lo cual esperó unos minutos en busca de alguna respuesta, pero únicamente el viento parecía estar dispuesto a responderle.
—*Tock*...*Tock*... Hay alguien viviendo en esta casa?—preguntó Abel en voz alta tocando la puerta nuevamente, inseguro de si debía entrar a comprobarlo por él mismo o no; sin embargo, solo el silencio respondió. No obstante, ese silencio también fue la invitación que necesitaba para sentirse bienvenido entrando a la casa sin autorización.
—¿Hay alguien?, ¡voy a entrar!, Ando buscando a la vieja guía!—Gritó Abel buscando una excusa para entrar al lugar y revisar si la corazonada que tenía en estos momentos estaba en lo correcto. Acto seguido, el viudo apoyó su mano en el picaporte de la puerta de madera y con cuidado de hacer suficiente ruido como para dejar en claro que estaba entrando procedió a abrir la puerta por completo.
Al abrir la puerta, Abel verificó que efectivamente no había nadie en la casa, o al menos no había nadie que pudiera verse desde la puerta. Sintiéndose algo intranquilo por la falta de vida, el viudo procedió a entrar en la casa sin cerrar la puerta detrás de él.
Lo primero que noto Abel fue que la casa de la vieja guía seguía igual que siempre desde el exterior, no obstante el interior de la casa ciertamente había cambiado sustancialmente, puesto que todos los muebles modernos que el hombre había encontrado en su última visita habían sido reemplazados por otros muebles antiguos más adecuados con la ambientación histórica el pueblo.
Notando el cambio, Abel caminó haciendo memoria hasta el living de la casa y observó los viejos sillones de madera que se encontraban en el living, los cuales más que sillones ciertamente eran unas bancas de madera.
—Hay alguien?—Preguntó Abel nuevamente, pese a ello su corazonada poco a poco se iba transformando en una realidad indiscutible dado la gran cantidad de evidencias que tenía al frente.
Abel se acercó a la banca de madera y roso sus manos en los tablones de madera, deslizando sus dedos por el tablón perfectamente pulido sin encontrar una sola ralladura: sin duda alguna si bien los muebles en el hogar eran históricamente correctos a simple vista, lo verdadero es que si uno prestaba atención en los detalles notaría que estos tablones de madera estaban en tan buen estado y tan perfectamente pulidos que era imposible pensar que alguien haya logrado este trabajo sin haber recurrido a herramientas modernas.
Por lo tanto, Abel terminó deduciendo lo que probablemente había pasado en esta casa en estos diez largos años que habían pasado desde su última visita.
—Supongo que la vieja murió, o tal vez únicamente envejeció tanto que ya no podía vivir en un pueblo abandonado por dios, por lo que decidió irse de esta casa a vivir para ir a algún pueblo rural de la zona— Comentó Abel en voz alta, más que nada para contrarrestar en cierta medida el silencio absoluto que yacía en la casa de la guía— Como ya no había un guía que habitara la casa, entonces el estado se encargó de remodelar el hogar para recrear la ambientación original del pueblo fantasma.
Conformándose con esta corazonada, Abel miró por las ventanas de la casa de la antigua guía y vio el pueblo en la cercanía, como era de esperar en estos pocos minutos nada parecería haber cambiado y el pueblo yacía en un silencio de tumba, tan solitario como una pecera sin peces. Más importante aún, el viudo vio desde la ventana que ya el sol estaba por ponerse, por lo que siguiendo su idea original decidió quedarse a dormir en esta casa por esta noche, esperando mañana a la mañana poder proseguir con su rehabilitación espiritual.