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Rebeliones

Los pajarillos se bañaban cómodamente sobre la pequeña fuente de piedra que ya tenía un poco de musgo creciendo en un costado. Era un bonito detalle que el jardinero decidiera dejar ese pedacito de verdor sobre una construcción humana.

Aunque pudiéramos construir y destruir todo lo que se nos viniera en gana, la naturaleza encontraría una manera de abrirse paso sobre lo que hiciéramos... Porque eso es lo que era: la naturaleza de las cosas.

Eso me dejaba preguntando si los quentaur serían eso en nuestra sociedad. Un pequeño pedazo de musgo encima de nuestra civilización. Aunque eran mitad humanos, su lado animal no dejaba de ser salvaje. Yo pensaba que eran más tontos de lo que me habían demostrado esos esclavos, así que no estaba ya segura en dónde se borraba la linea de la civilización entre ellos y nosotros...

—¡Diane! —La voz de Erica, alzándose aguda por encima de las otras voces me sacó de mis ensoñaciones, haciéndome girar los ojos sin girar mucho el cuerpo. —¿En qué tienes perdida la cabeza ahora? Te estamos hablando.

Con una profunda inhalación, reactivé mi modo social y sonreí, intentando volver a ser la yo superficial que a esas niñas les encantaba.

—Lo siento, estaba con la cabeza en las nubes. ¿Qué me decían?

—Jo, hasta pareces enamorada. —Añadió de repente Denira, viéndome con una sonrisa de complicidad mientras bebía de su taza de té. Pero ella no solía decir cosas a la ligera. —¿Quién será el afortunado? Ya deberías tener los ojos en alguien a estas alturas, para que nos dejes al resto a nosotras, las pobres damitas sin atención.

Las demás se rieron entre dientes, pero parecieron interesarse por el tema más de lo que deberían. Mientras Denira solo se burlaba de que tenía muchos pretendientes y que me tenía envidia por ello, las otras al menos eran más inocentes y solo se interesaban por la historia. Le sonreí con ojos maliciosos, apoyando mi cabeza sobre el codo en la mesa.

—¿Cómo podría? A final de cuentas mi padre y hermanos tendrán la última palabra sobre quien será mi futuro marido.

—Pero se vale soñar, ¿qué no? ¿No quisieras que te consiguieran a alguien de quién al menos tuvieras un interés romántico? —Preguntó Celeste, la niña más inocente del grupo. A ella le sonreí con más sinceridad, negando con la cabeza.

—No tiene sentido. Mi familia solo verá los intereses económicos y sociales como cualquier otra. ¿Para qué romper mi corazón con ensoñaciones inútiles?

Las demás hicieron pucheros por mi realismo tan poco romántico, pero es realmente lo que pensaba y como lo veía. Prefería cerrar mi corazón para cuando ya estuviera casada y conociera a mi marido, tal como lo había hecho mi madre. Así no me ilusionaria de forma tonta con quienquiera.

—Bueno, tú pensarás así, pero yo sigo siendo fan y apoyo para tu relación con Lord Sergei. —Declaró está vez Kristine, la cupido oficial de los eventos sociales a los que asistía. Todas las demás empezaron a chillar en acuerdo con ello, excepto Denira como siempre. Ella adoraba a Sergei desde que tenían 8 años. ¿Quien habría esperado que él resultará ser uno de los hombres más populares en nuestra generación? Y lo peor de todo, creo que le gustaba también.

—No lleguemos a conclusiones precipitadas. —Les dije sin ninguna señal de broma o interés en mi voz, pero sabía que era un poco inútil con esas niñas voladas.

—Oh, vamos, no puedes negar que son el uno para el otro. ¡Son los dos solteros más codiciados en esta época! Además, quedan preciosos uno con el otro...

—Kristine, estás incomodando a Diane. —Atacó rápidamente Denira, cargandome toda la culpa cuando era ella la incómoda ahí. Pero eso me ayudaba, así que no dije nada para contradecirla.

Con eso, la conversación murió con un tono incómodo, pero no tardó en evolucionar a temas más interesantes gracias a Dulce.

—¿Han oído de los recientes levantamientos en las fábricas? Escuché que varios rebeldes están provocando muchos problemas para Brye. —Ella, a diferencia de las otras, no tenía mucho interés en lo social, sino en los temas de interés de política del país. Era un poco rara para ese círculo de amistades, pero a mí me caía muy bien por sus particularidades.

—Ugh, no aprenden nunca, ¿Verdad? Tienen que saber primero su lugar y que el mundo sigue adelante quieran o no. —Contestó con fastidio Erica, probablemente la más afectada por todo ese problema con los rebeldes. Su familia era dueña de varias de esas fábricas. —Sus disputas son ridículas. Tenemos que aprovechar todo lo que la naturaleza nos de. Más aún que ha habido tanto progreso con los nuevos motores...

—Tal vez, pero creo que el problema principal empezó cuando invadieron territorio quentaur...

—Tsk, esos salvajes solo se enojan por haber tirado un árbol con sus marcas territoriales. Y ni siquiera fue mucho pedazo, fue por el gran hallazgo mineral...

—Pero lo hicieron sin avisar y sin permiso. —Agregué poniéndome del lado de Dulce, quien tal vez en esta era ella sería el abogado del diablo. A la sociedad no le gustaban mucho los quentaur por su vida primitiva, pero a mí me fascinasnaba su respeto por la naturaleza. —No pueden esperar que se quedaran de brazos cruzados.

—Son perdedores de la Guerra de la Franja. ¿Qué respeto les debemos? Deberían agradecer que solo tomamos el depósito mineral. —Erica comenzaba a irritarse cada vez más con la conversación, algo que se notó cuando abrió su abanico para soplar su exasperación.

—Pero eso no ha sido lo único que tomaron de ellos, ¿Verdad? —Dulce nos sorprendió a todas con esa pregunta, hecha en voz baja.

—¿A qué te refieres? —Le pregunté mucho más interesada que las demás. Ella me sonrió, abriendo su abanico también y volteando a ver sutilmente a los guardias a cada entrada del invernadero donde estábamos, como si no quisiera que nos escucharán.

—¿Recuerdas ese viejo rumor durante la guerra? ¿De que podían darle vuelta a las peleas si el hijo del regente lograba evolucionar? —Elevé una ceja, sin esperar para nada esa noticia. Asentí recordando esas historias, pero no entendía muy bien a dónde iba con eso. —Bueno, resultó ser que nunca evolucionó, pero no significa que no pueda...

—¿No evolucionó? —Denira pareció sorprendida por ello. No la culpaba, la historia oficial fue que lo habían derrotado evolucionado. —Pero en las noticias...

—Solo fue tapadera para aplastar la moral enemiga. —Susurró con fuerza Dulce, algo que tuvo bastante sentido para mí. Después de esa noticia en la guerra, las peleas disminuyeron en masa. Aunado a la desaparición del dichoso hijo del regente. —Pero dicen que tuvo su razón. Que en realidad robaron lo que fuera que usan para evolucionar...

—¿Qué estás diciendo? —Denira ahora parecía un poco escandalizada, uniendo los puntos que no mencionaba en voz alta Dulce. —¿Que se están alzando rebeliones por qué encontraron lo robado?

—Pero nadie sabe dónde está el hijo. ¿Para qué lo harían?

—¿Elevar a alguien más? —Indagó Erica.

—¿No se supone que cada taur lo hace de manera diferente? —Preguntó de manera seguida Denira.

—¿Y cómo harían eso? Eran demasiados evolucionados en la guerra para hacerlo cada quien a su manera.

—No podemos estar seguras, no sabemos nada en concreto de ellos... —Murmuró Celeste con cierta preocupación.

—Deberíamos aprender más. —Dije repentinamente llamando la atención de todas. —¿Qué? Puede ser divertido y útil. ¿No les emociona la idea de que sea una mujer quien lo descubra y dejar en el polvo a los hombres?

Todas soltaron risitas por mi sugerencia, pero en vez de incitar la curiosidad y las ganas de sobrepasarlos, la conversación adquirió un tinte de broma.

—Claro, ¿Y eso en qué nos serviría? —Empezó a bromear Erica, momento en el que mi sonrisa se desvaneció lentamente. —Ya estamos batallando con encontrar un potencial marido bueno y rico. ¿Ahora que nos llamen sabelotodo? Pft, quiero casarme, muchas gracias.

—Podríaa averiguarlo tu, Diane. Así quizás te quites tanta atención que te molesta. —Sugirió Celeste, pero de ella sabía que al menos lo decía de buen corazón. Sabía que a mí no me gustaba ser ese tipo de centro de atención.

—Suena interesante, pero sabes que no nos tomarían en serio. —Terminó Dulce, lo que de verdad me bajó los ánimos. Si ella, la más estudiada y diferente de todas, rechazaba la idea, supuse que no tendría ningún otro apoyo en ese pequeño proyecto.

—Aunque tú deberías poder saber más con mayor facilidad, ¿No? —La que me sorprendió "apoyándome" en eso fue Denira, que me sonrió con una ceja levantada. —Digo, a cada rato llegan nuevos esclavos taur a tu casa. Quizás si le das un hueso a alguno, te cuente uno que otro secreto.

La vi con cierto recelo. Se supone que era mi amiga, si, pero sus intenciones raramente eran buenas cuando se trataba de mí. Sus celos opacaban su ingenio e inteligencia para hacer las cosas para el bien.

—Puede ser, pero no creo que hablen solo con eso...

—Ah, tienes razón. ¿Qué tan inteligentes pueden ser? Solo saben cargar hacia adelante y gruñir.

Todas se soltaron a las risas, pasando de un tema moderadamente interesante a solo hacer bromas y críticas a los quentaur. Perdí el interés de inmediato en el desarrollo de la conversación y volví la mirada al jardín, sumida en mis pensamientos.

En efecto, no podría sacarle información a los esclavos solo con comida... Especialmente de ese hombre de ojos dorados. Suficientes latigazos se había llevado y ni siquiera le habían sacado sangre. Menos le sacarían palabras.

¿Tendría alguna posibilidad de sacarle información de cualquier otra manera...?