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Renacer en el Fango

Traicionado y asesinado, Lucian Draxor renace en un mundo lleno de magia y oscuridad. En su vida anterior, Lucian fue engañado por su novia y asesinado por su amante, un superior en su trabajo que lo había arruinado tanto en el amor como en lo laboral. En sus últimos momentos, Lucian murió con el odio en el corazón y la amargura de haberlo perdido todo. Ahora, ha sido rebautizado como el hijo no deseado de un conde en un reino donde la nobleza gobierna con crueldad y poder. Dotado de habilidades mágicas desde su nacimiento, con la capacidad de manipular el fuego, el rayo y la magia oscura, Lucian despierta en un cuerpo infantil pero con todos los recuerdos de su vida pasada. Decide crecer en silencio, evitando las intrigas familiares y el peso de la nobleza, mientras planifica su venganza contra aquellos que le fallaron en su anterior vida. En un mundo donde los imperios se tambalean bajo el peso de la corrupción, y las fuerzas demoníacas amenazan con devorar todo, Lucian no tiene más propósito que vivir bajo sus propias reglas. Nadie dictará su destino esta vez. Hacer lo que quiera, cuando quiera, sin rendir cuentas a nadie, será su nuevo lema. "Renacer en el Fango" es la historia de un hombre que, desde las sombras, busca poder hacer lo que quiera en un mundo donde la magia y el poder son la única moneda que cuenta.

SrMagnus · Fantasi
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30 Chs

Capítulo 21: La Ciudad Destruida

La ciudad ya no era más que un vestigio de lo que había sido. Las hordas demoníacas habían tomado cada rincón, y el caos se había convertido en el único gobernante de las calles. Las llamas devoraban los edificios mientras el sonido de los escombros cayendo llenaba el aire. Los pocos soldados que quedaban fueron aniquilados brutalmente, sus cuerpos despedazados por las criaturas infernales que ahora dominaban por completo.

Dentro de sus casas, las personas que aún quedaban se escondían aterrorizadas. Las familias se aferraban unas a otras, esperando que los demonios pasaran de largo, aunque sabían que era solo cuestión de tiempo antes de ser encontrados. Los demonios cazaban sin piedad, arrastrando a los humanos hacia su destino, donde les esperaba la esclavitud o una muerte rápida y violenta.

Desde su posición segura en el club, Lucian observaba la devastación con una calma aterradora. No había nada en la destrucción que lo perturbara. Al contrario, el caos que se extendía por la ciudad era simplemente una distracción pasajera en su mente. Los demonios habían conquistado todo, pero su club, protegido por la poderosa barrera mágica, permanecía intacto. A sus ojos, el negocio simplemente seguiría, sin importar qué bando controlara las calles.

—Están terminando con todo —comentó Lucian, con una ligera sonrisa en los labios mientras observaba cómo los últimos restos de la resistencia eran destrozados.

Los pocos soldados que aún intentaban defender las ruinas de la ciudad eran cazados como animales, sus cuerpos despedazados por las poderosas criaturas demoníacas. La visión de sus cuerpos siendo arrancados en pedazos habría aterrorizado a cualquier otro, pero para Lucian, no era más que un espectáculo interesante, algo que contemplaba con la misma tranquilidad con la que observaría una partida de ajedrez.

—No hay mucho que quede de valor aquí fuera —murmuró Lucian, girándose hacia Lyria, Asha, y Kira, que se encontraban a su lado, siempre presentes para él—. Pero supongo que dentro de estas paredes, el negocio puede seguir sin problemas.

Las tres esclavas lo miraron en silencio, sabiendo cuál era su papel. Para ellas, la ciudad podía arder en llamas, pero mientras Lucian las mantuviera bajo su poder, seguirían siendo su posesión más preciada. Nadie más, ni siquiera los demonios, tenía el derecho de tocarlas.

Garen se acercó a Lucian desde el salón principal, con una expresión tensa pero contenida.

—Los demonios han tomado el control completo de la ciudad. No queda ninguna resistencia organizada. Los humanos que aún quedan están escondidos en sus casas, pero es solo cuestión de tiempo antes de que los encuentren. ¿Qué quieres que hagamos? —preguntó Garen, sabiendo que, a pesar del caos, Lucian siempre tenía un plan.

Lucian dio un sorbo a su copa de vino, su mirada fría y calculadora recorriendo los rostros de los pocos empleados que aún quedaban en el club. La destrucción de la ciudad no era más que una oportunidad para él. Mientras los demás se preocupaban por sobrevivir, él veía cómo podría aprovecharse de la situación.

—No haremos nada —respondió finalmente, su tono de voz sereno y despreocupado—. Los demonios se encargarán del trabajo sucio. Y cuando terminen, seguiremos con nuestros negocios como siempre. Ya sea con humanos o con demonios, el club seguirá abierto. Mientras tengan algo que ofrecer, siempre habrá espacio para nuevos clientes.

Garen asintió, sabiendo que no tenía sentido discutir con Lucian. Él siempre tenía una visión más grande, y su poder era tal que, aunque los demonios acabaran con todo lo que existía afuera, el club seguiría siendo un bastión de placer y control.

Lucian volvió a centrarse en las tres esclavas que lo acompañaban. Lyria, con su belleza etérea, lo miraba sin mostrar emoción. Asha y Kira, las dos semi-humanas con colas de zorro, también permanecían en silencio, sabiendo que su destino estaba ligado al de su amo.

—Parece que sobrevivimos a otro apocalipsis —murmuró Lucian, divertido—. No que alguna vez estuviera preocupado.

Afuera, los demonios seguían destruyendo todo a su paso, rompiendo puertas, arrastrando a los humanos de sus refugios y acabando con cualquier vida que se resistiera. Pero para Lucian, todo eso era irrelevante. Mientras el club permaneciera, su poder se mantendría intacto, y ningún ejército infernal podría desafiar lo que él había construido.

Lucian permanecía tranquilo, observando cómo la ciudad ya estaba completamente bajo el control de las hordas demoníacas. El sonido del caos había disminuido, reemplazado por un silencio tenso, roto solo por los ocasionales gritos lejanos de aquellos que aún eran descubiertos en sus escondites. Las calles, antes llenas de vida y comercio, ahora estaban desiertas, con cuerpos esparcidos y edificios en ruinas. El club de Lucian, sin embargo, seguía siendo un oasis de control absoluto en medio de la destrucción.

Dentro, los pocos que trabajaban para Lucian se mantenían en su rutina. Sabían que mientras él tuviera el control, nada podría tocarlos. Lyria, Asha, y Kira permanecían en su habitual postura sumisa, sabiendo que, aunque el mundo exterior se derrumbara, ellas eran propiedad exclusiva de Lucian. Ningún demonio ni ser humano tendría acceso a ellas, excepto él. Lucian disfrutaba de ese control, sabiendo que en su imperio, todo lo que tocaba le pertenecía por derecho.

Mientras tanto, Garen seguía en su puesto, manteniendo a los guardias atentos a cualquier movimiento en las afueras del club. Aunque sabían que la barrera mágica de Lucian era impenetrable, la precaución nunca estaba de más.

—¿Alguna novedad? —preguntó Lucian, sin apartar la vista de su copa de vino.

Garen se adelantó un paso, su rostro severo.

—Los demonios han comenzado a instalarse en lo que queda de la ciudad. Algunos se están organizando en lo que parece ser un campamento base. Han capturado a más humanos de lo que pensábamos. Ahora los están reuniendo en las plazas principales, probablemente para su esclavitud o sacrificio.

Lucian sonrió ligeramente. Los demonios, con todo su poder, seguían siendo predecibles. Siempre buscando dominación y caos, pero Lucian no se sentía amenazado. Sabía que su club, su poder, y su control estaban por encima de cualquier amenaza que los demonios pudieran presentar. Además, había algo que todavía lo intrigaba: no había tenido la oportunidad de conocer de cerca a ninguna de las criaturas demoníacas que ahora dominaban la ciudad. Su curiosidad crecía, y no podía evitar imaginar lo que sería tener a una de esas criaturas bajo su control.

—Bien, que disfruten su conquista —respondió Lucian, divertido—. Pero asegúrate de que no crucen nuestras puertas. Este lugar sigue siendo nuestro, y no permitiré que lo ensucien con su caos.

Garen asintió y regresó a su puesto, dejando a Lucian en la paz de su despacho. Sabía que su maestro no tenía nada que temer. A pesar de la devastación que había arrasado la ciudad, su poder seguía intacto. Mientras tuviera el control de sus esclavas y su club, no habría nada que pudieran hacer para desafiarlo.

Mientras el silencio volvía a caer, Lucian giró su atención hacia Lyria, la elfa de piel pálida y cabello plateado, quien se mantenía a una prudente distancia. Con una sonrisa perezosa, le hizo un gesto para que se acercara.

—Ven aquí, Lyria —ordenó Lucian, su voz baja, pero cargada de autoridad, un deseo dominante que no dejaba lugar a la duda—. Ya que la ciudad está en ruinas, tal vez podamos aprovechar el silencio.

Lyria se movió al instante, su cuerpo delicado y etéreo se deslizaba con la gracia que siempre había captado la atención de Lucian. Cada uno de sus movimientos, desde el modo en que inclinaba la cabeza hasta la forma en que sus rodillas tocaban el suelo frente a él, era una muestra de obediencia absoluta. Para él, Lyria no era solo una esclava; era una joya, su posesión más valiosa, y el simple hecho de saber que solo él tenía acceso a su cuerpo, a su sumisión, lo llenaba de una satisfacción intensa. El caos y la destrucción afuera no eran más que un ruido distante; en su mundo, todo seguía bajo su dominio, todo estaba en su lugar.

Lyria se arrodilló ante él, sus ojos bajos, las manos delicadamente apoyadas sobre sus muslos, esperando la siguiente orden. El silencio entre ellos era pesado, cargado de promesas no dichas, y Lucian disfrutaba prolongando ese momento, saboreando el control que tenía sobre ella.

A unos metros de distancia, Asha y Kira permanecían quietas, sus cuerpos tensos, sabiendo que también serían llamadas pronto. Para ellas, no había escapatoria, solo el destino de ser usadas según los deseos de su amo. Lucian les dirigió una mirada, sus ojos llenos de una mezcla de lujuria y crueldad, sabiendo que ellas existían únicamente para satisfacer sus placeres. Y lo más importante para él era ese poder absoluto, la certeza de que cada una de sus esclavas estaba a su merced, lista para someterse a sus más oscuros caprichos.

El caos en la ciudad ardía a lo lejos, las sombras de los demonios que la invadían se proyectaban sobre las ruinas, pero en el pequeño rincón donde Lucian gobernaba, solo él dictaba las reglas. Ningún clamor o destrucción externa podía alterar su mundo privado, donde él era el amo incuestionable y sus esclavas el reflejo de su poder.

Sus dedos rozaron la barbilla de Lyria, levantando su rostro hacia él. Su mirada, vacía de resistencia, lo complacía, y con una sonrisa fría, inclinó su cuerpo hacia ella, disfrutando del placer que solo el control total podía darle. Sabía que Asha y Kira esperaban, pacientes, sabiendo que el momento llegaría para ellas también. Porque, para Lucian, el control no era solo sobre sus cuerpos, sino sobre sus mentes, sus almas; y mientras los demonios devoraban el mundo exterior, él exploraría los placeres más oscuros dentro de su propio imperio, uno que había construido con sumisión y deseo.

Lucian sabía que este nuevo mundo, dominado por el caos y los demonios, le ofrecía una libertad infinita para disfrutar de su poder, y en cada susurro, en cada jadeo de las mujeres a sus pies, encontraría el eco de esa supremacía que lo hacía imparable.

El ambiente dentro del club permanecía en calma, protegido por la barrera mágica de Lucian, mientras el caos absoluto dominaba el exterior. Pero esa calma pronto se rompería. A través de las ventanas del club, los pocos empleados que quedaban y las esclavas de Lucian podían ver las primeras sombras moverse en las calles. Los demonios, ahora organizados y completamente asentados en la ciudad, comenzaban a acercarse al club. Su imponente presencia anunciaba un nuevo desafío.

Lucian, sentado en su despacho, ya había anticipado este momento. Los demonios no eran estúpidos. Después de tomar el control de toda la ciudad, no pasarían por alto el único edificio que permanecía intacto, protegido y aparentemente fuera de su alcance. Habían llegado para comprobarlo, para intentar romper el último vestigio de resistencia en una ciudad conquistada.

Garen irrumpió en el despacho, su expresión tensa, aunque controlada.

—Lucian, los demonios están aquí. Se han acercado a las puertas del club. Al menos una docena de ellos, y hay más en las sombras esperando. No parece que estén aquí solo para observar —informó con seriedad, sabiendo que enfrentarse a un grupo tan imponente no sería fácil, a pesar de la protección mágica que rodeaba el lugar.

Lucian dejó su copa en la mesa y se levantó con calma, caminando hacia la ventana para observar la escena con sus propios ojos. Como había anticipado, los demonios se alineaban frente al club, algunos de ellos tan altos como dos hombres juntos, con cuernos curvados y ojos incandescentes. Sus cuerpos, oscuros y poderosos, irradiaban una energía maligna, y aunque no habían tocado las puertas, su mera presencia era suficiente para que todos los empleados del club sintieran la tensión en el aire.

Los demonios no habían venido a destruir, al menos no todavía. Su líder, una figura aún más imponente que las demás, se adelantó. Sus ojos rojos y brillantes se fijaron directamente en las puertas del club, como si pudiera ver a través de la barrera que los protegía. La criatura sonrió, mostrando una hilera de colmillos afilados mientras avanzaba un paso más hacia la entrada.

Lucian observó todo esto con una mezcla de interés y satisfacción. No estaba preocupado; sabía que su poder podía protegerlo. Si los demonios intentaban cruzar la barrera, serían detenidos, y si llegaban a desafiarlo directamente, tenía la capacidad de hacerlos desaparecer con un solo ataque. Pero la curiosidad seguía presente. Quería ver qué intentaban, cómo pensaban tratar con él.

—Interesante —murmuró Lucian, girándose hacia Garen—. Déjalos acercarse más. No cruces la barrera, pero mantente atento. Quiero ver hasta dónde son capaces de llegar antes de darse cuenta de su error.

Garen asintió y se retiró para organizar a los guardias. A pesar de la calma que proyectaba Lucian, todos sabían que los demonios eran una fuerza que no debía subestimarse. Sus intenciones eran impredecibles, y su brutalidad no tenía límites.

A medida que los demonios se acercaban más, las trabajadoras del club y las esclavas personales de Lucian comenzaron a notar la presión en el aire. Asha y Kira, siempre cerca de Lucian, miraban hacia las puertas con una mezcla de miedo y expectación. Sabían que estaban protegidas por su amo, pero la presencia demoníaca era suficiente para hacer que cualquiera dudara. Lyria, la elfa, mantenía su compostura habitual, aunque incluso ella no podía evitar sentir la oscuridad que emanaba de las criaturas afuera.

Finalmente, el líder de los demonios levantó su mano, extendiéndola hacia la barrera mágica que protegía el club. Sus dedos largos y afilados parecían atravesar el aire, buscando debilidades en la defensa. Al instante, la barrera reaccionó, lanzando chispas de energía mágica en respuesta a la invasión, pero el demonio solo sonrió más ampliamente.

—Impresionante —dijo Lucian en voz baja, con una sonrisa de satisfacción—. Creen que pueden romper mi protección. Qué divertido.

El demonio líder, sin dejar de sonreír, habló, su voz resonando en la noche, profunda y cargada de maldad.

—Humano, sabemos que estás ahí dentro. Te hemos observado desde que tomamos esta ciudad. Eres más que un simple mortal. Sientes curiosidad por nosotros, ¿verdad? Te ofrecemos una oportunidad. Abre las puertas, déjanos entrar, y quizás puedas encontrar lo que estás buscando —gruñó el demonio, con un tono que intentaba provocar a Lucian.

Lucian rió suavemente. Su curiosidad por los demonios era conocida por sí mismo, pero no sería tan ingenuo como para caer en un simple truco. Sin embargo, la provocación lo divertía. Sabía que, aunque la barrera los protegía por ahora, pronto tendría que enfrentarse a estas criaturas directamente. Pero no sentía temor, sino más bien emoción por lo que estaba por venir.

—Voy a jugar con ellos un poco más antes de tomar una decisión —murmuró Lucian para sí mismo, mientras su mirada volvía a fijarse en las criaturas afuera.

El líder demonio dio un paso más hacia la barrera, sus ojos rojos ardiendo con una mezcla de desafío y malicia. Lucian sabía que estaban probando su fuerza, buscando debilidades, pero hasta ahora, no habían encontrado ninguna. La noche estaba lejos de terminar, y la confrontación con los demonios solo acababa de comenzar.