Cassandra se sentaba rígida como un tronco, insegura de si dejar que su aroma se adentrara en ella y llenara su corazón.
¿Actuaría como un bálsamo o simplemente como una tortura?
Echaba de menos su toque, pero el veneno que se había gestado dentro de ella debido a sus acciones la mantenía alerta.
—No —respondió con voz tenue, manteniendo los ojos fijos en su mano vendada. Estaba haciendo su mayor esfuerzo por controlar sus emociones y conflictos internos.
Siroos, por otro lado, sabía que estaba mintiendo. Se quedó detrás de su silla manteniendo distancia, observándola desde atrás. Su cabeza ligeramente inclinada como si sus ojos estuvieran observando su mano. Su olor apetitoso se cernía alrededor de ella como una invitación prohibida que ya no podía aceptar.
Hubo un tiempo en que tenía un millón de cosas que decirle, para provocarla con sus palabras traviesas, para acariciar su piel con sus susurros insinuantes, pero ahora estaba simplemente en blanco.
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