—Toma, bebe esto —Félix le dio a Erika la limonada, esperando que pudiera ayudar a curar su mareo.
Esta última cogió la limonada que estaba en un vaso de vidrio y, sin perder ni un segundo, se tragó todo el contenido.
Cuando terminó, le entregó a Félix el vaso y dijo:
—Gracias.
Él asintió en respuesta y caminó hacia la cocina para dejarlo. —Ya he llamado a Ethan. Está de camino aquí —anunció.
—¿¡Qué!? ¿Sabes que no está lo suficientemente bien como para conducir y lo has enviado aquí? —Le cuestionó, mientras la preocupación comenzaba a invadirle. Era muy consciente de que era su culpa por haber bebido tantas cervezas cuando no debería haberlo hecho y ya no podía hacer nada. El daño ya estaba hecho.
Ethan le hizo prometer una vez que nunca bebería y ella le prometió que no lo haría, pero ahora que estaba muy borracha, ya empezaba a imaginar lo decepcionado que estaría él de ella y cuántos regaños iba a recibir de él.
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