Waverly esperó en la entrada, con los zapatos y la chaqueta puestos, a que Finn e Isadore se despertaran. Después de su última discusión con Sawyer aquella mañana, todo parecía difuminarse como si estuviera viviendo una secuencia de sueños. Ni siquiera recordaba haber salido de la escalera y haber regresado a su dormitorio, donde pasó el resto de la mañana contemplando lo que le había dicho.
¿Lo decía en serio? ¿Prefería morir antes que tenerla allí? Su corazón se hundió y se tragó las lágrimas que intentaban salir al pensar en ello. Sus piernas empezaron a ceder, ya que no había recuperado muchas fuerzas, y se desplomó contra la mesa de la entrada.
—¡Waverly! —exclamó Isadore mientras bajaba corriendo las escaleras y se lanzaba a los brazos de su hermana—.Te tengo. ¿Por qué estás de pie? Deberías estar descansando.
Waverly lloriqueó y se limpió las lágrimas bajo los ojos con la manga: —No puedo.
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