—Dave sacó ansiosamente la silla de Hera, ayudándola a sentarse antes de tomar asiento a su lado —comentó el narrador—. Su entusiasmo era casi palpable, como si quisiera ayudarla con todo, incluso alimentarla.
—Hera no pudo evitar reírse, revoleando los ojos ante su emoción —continuó—, encontrando tanto divertido como entrañable su afán.
—Después de terminar su comida, no perdieron tiempo en salir —relató—. Fue solo entonces que Hera notó a Dave comportándose de manera extraña, mirando a su alrededor con cautela como si alguien lo estuviera vigilando.
—Su comportamiento se mantuvo tenso hasta que llegaron a su coche y salieron de la Mansión del Dragón Verde —señaló—. Solo entonces él exhaló profundamente, visiblemente aliviado.
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